“EL INSTITUTO CERVANTES ES UNA CASA COMÚN”

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Juan Manuel Bonet / Foto: Instituto Cervantes

por Jairo Máximo

MADRID, España (Blog do Pícaro) ― Juan Manuel Bonet Planes (París, Francia, 1953) es escritor, poeta, crítico de arte y literatura. Tiene publicados diversos poemarios, monografías, ensayos y un dietario. Ha comisariado varias exposiciones y organizado muestras y retrospectivas con su particular sello de identidad. Ha sido director del Instituto Valenciano de Arte Moderno y del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. Actualmente es director del Instituto Cervantes en Madrid. En esta entrevista exclusiva, concedida en Madrid, Bonet afirma: “Llego al Cervantes para aportar ideas frescas”.

¿Has vivido desde niño en la vanguardia intelectual?

―Sí. He nacido en una familia en la cual el arte y la cultura han sido una tradición. Mi padre hablaba que su madre escribía, que su padre militar pintaba y que un familiar suyo de Lugo, Evaristo Correa Calderón (1899-1986), que yo lo conocí ya mayor, era vanguardista. Correa Calderón era amigo de Jorge Luis Borges, y fue él quien introdujo la vanguardia en Lugo.Resultado de imagen de libro las vanguardias historicas Bonet En mi Diccionario de las Vanguardias en España, 1907 1936, que publiqué en 1995, hablo de las vanguardias que conocí. De este hombre de Lugo, Correa Calderón, mi tío abuelo, que en su juventud madrileña había participado en el histórico Café de Pombo de la tertulia de Ramón Gómez de la Serna, figura central de la vanguardia española. Él contaba que José Gutiérrez Solana, que inmortalizó la tertulia en el cuadro La Tertulia del Café de Pombo (1920), le había hecho en 1921 un retrato al óleo que él no pudo nunca comprar porque la obra de Solana era muy cara. También está su relación con Borges, porque en las obras completas de Borges, editadas en francés, Correa Calderón aparece como uno de los firmantes de un poema automático colectivo. De ahí viene la tradición. Mi padre Antonio Bonet Correa ―historiador y catedrático― primero estudió en la Universidad de Santiago de Compostela; después continuó estudios en París, dónde nací. Allí contactó con escritores y pintores. En 1958 volvió a España y aquí siguió frecuentando a pintores y escritores. Entonces, desde niño viví en la vanguardia intelectual.

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La Tertulia del Café de Pombo (1920), obra del madrileño José Gutiérrez Solana.

¡Qué lujo!

―¡Claro! Me acuerdo de la época de Sevilla cuando mi padre dirigía el Museo de Bellas Artes de Sevilla, además de unas páginas del activo y crítico periódico El Correo de Andalucía. Fue en esas páginas donde yo comencé a escribir.

Que niño precoz…

―(risas) Para que no dijeran que yo era un enchufado firmaba con otro nombre.

¿Con pseudónimo?

―Sí. Juan de Hix, en referencia a Hix, un pueblo de la Cerdaña francesa, donde nació mi abuela materna. En esta época yo también pintaba pero por suerte para la pintura lo dejé.

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Museo Provincial de Teruel, institución cultural creada en 1955.

 (risas) Pero ganó la poesía. Ganó la crítica artística y literaria. Ganó el comisariado del arte contemporáneo.

―(risas) Eso fue de los 13 a los 18 años cuando empecé a escribir poesías. Tardé bastante en publicar porque escribía crítica de arte. Posteriormente trabajé durante dos veranos en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca. Fue el primer museo con el cual tuve que ver. A partir de entonces poco a poco pasé a dedicarme a escribir sobre el arte. Luego fui el primer director artístico de la extinta galería madrileña Buades (1973-2003). Allí estaban Pérez Villalta, Carlos Alcolea, Manolo Quejido, Navarro Bakldeweg, Miguel Navarro. También estuve en El País en sus inicios y en el desaparecido Diario 16. Últimamente colaboro con el diario ABC. Durante una época de mi vida escribí muchas críticas de arte y literatura, sin embargo, hoy en día ya no las hago.

¿Cómo empieza su acercamiento, en plan profesional, a los museos contemporáneos más importantes de España?

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El Centro Atlántico de Arte Moderno, inaugurado en 1974, es el principal museo de arte contemporáneo de Canarias.

―El primer museo al que me vinculé fue el Museo Provincial de Teruel. Allí había muchas exposiciones que tenían que ver con el surrealismo. En eso momento me puse a estudiar las viejas vanguardias pictóricas, el ultraísmo ―herencia familiar de mi tío abuelo―, el surrealismo. El movimiento Ultraísmo (1818-1925) es un tema que siempre me interesó. Era como el Modernismo brasileño. Después el escultor canario Martín Chirino, que fundó el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), me invitó a participar del consejo asesor de la institución. Allí fui comisario de una exposición preciosa Surrealismo entre el Viejo y el Nuevo Mundo (1989), que contaba como el surrealismo pasó durante la Segunda Guerra Mundial del Viejo al Nuevo Mundo ―Cuba, México, Estados Unidos―, teniendo Canarias como un punto de encuentro, un cruce de caminos entre Europa, África y América. Fue fascinante investigar una época tan particular. Fue allí donde aprendí mucho sobre lo que es un museo. A continuación me propusieron dirigir el joven y experimental Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) dotado de aspectos que me parecen fascinantes. Trabajé allí, entre 1995 y 2000, aportando mi experiencia personal, añadiendo una mirada interna. Hice en compañía de Carlos Pérez una exposición El ultraísmo y las artes plásticas (1997) porque hasta aquel momento los museos no lo habían mirado mucho, era un movimiento poético que tenía en sus filas a Guillermo de Torre, Dalí, Barradas, Vicente Huidobro, entre otros. En síntesis, mi trabajo en el IVAM fue un poco ir españolizando, en algunos aspectos; e iberoamericanizando, en otros. Fue una época en la cual también me fijé muchísimo en cosas del Nuevo Mundo. Tengo un buen recuerdo del IVAM. Fue un buen aprendizaje. Además, fue donde allí puse en marcha la gran exposición brasileña Brasil 1920-1950. De la antropofagia a Brasilia (2000) comisariado por Jorge Schwartz. Esa exposición empezaba en la Semana de Arte Moderno de 1922, realizada en São Paulo, que dio origen al Modernismo brasileño, y acababa en la primera piedra de la construcción de Brasilia. Mezclé distintas disciplinas artísticas: pintura, arquitectura, fotografía, cine, música, danza. Cuadros de Cícero Dias; Tarsila do Amaral y Di Cavalcanti; planos de jardines de Burle Marx; maquetas de edificios de Oscar Niemeyer; ejemplares de la revista Klaxon; manuscritos de Oswald de Andrade, Mario de Andrade, Murilo Mendes; músicas de Heitor Villa-Lobos e, incluso, la exhibición de la película brasileña de vanguardia São PauloSinfonia da Metrópole (1929), que es una visión cotidiana de la ciudad de São Paulo. Es un tipo de exposición a la cual yo me aficioné porque cuenta un poco la vida intelectual de los artistas y de la ciudad como marco. Cuando se inauguró la exposición yo ya no estaba como director del IVAM.

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El Instituto Valenciano de Arte Moderno, fundado en 1989, tiene como objetivo la investigación y difusión del arte moderno y contemporáneo.

Estaba en el AVE de camino a la Villa y Corte de Madrid.

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El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía es uno de los museos más importantes de España. / Foto: Jairo Máximo

―(risas) Todavía no había AVE. En el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid no me olvidé tampoco de Brasil. Compré mucho arte brasileño: Tarsila de Amaral, Tunga, Beatriz Milhazes. Consolidé mucho la colección del museo Reina Sofía. Hubo bastante dinero para comprar obras de artistas consagrados: Salvador Dalí, Juan Gris y Joan Miró. Hice exposiciones de arte contemporáneo, de fotografía y de otras disciplinas que no se habían hecho en España en plan grande, como una muestra de Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), Hombre orquesta de la vanguardia; retrospectivas de José Gutiérrez Solana, el pintor de las tertulias del Café de Pombo; del pintor y escultor Alberto Sánchez Pérez; del pintor Ramón Gaya; del pintor Juan Manuel Díaz-Caneja. Hice lo que pude. El Museo Reina Sofía era un museo más o menos encorsetado. No tenía tanta autonomía como ahora. No era tan experimental. Tenía más la responsabilidad de un discurso canónico.

Y después del Reina Sofía, ¿qué?

―Trabajar en casa, cosa que me gusta mucho. En esta época recibí el encargo de la Fundación Juan March paraResultado de imagen de portada del libro fervor de la metrópoli, de juan manuel bonet, Dan Galeria organizar la primera gran muestra de la brasileña Tarsila de Amaral (1886-1973), una de las máximas figuras de las vanguardias latinoamericanas y emblema del Modernismo brasileño. La exposición fue inaugurada en 2009 y hasta ahora es mi último proyecto brasileño en un museo. En seguida surgió la posibilidad de realizar un proyecto conjunto con la Dan Galería, de São Paulo. Una visión de São Paulo hecha por mí y por el fotógrafo y pintor español José Manuel Ballester. El título de la obra que acabamos de publicar es Fervor de Metrópoli, que es una mezcla de Fervor de Buenos Aires, primer libro de poemas de Borges, de 1923,  y la película São Paulo, Sinfonía da Metrópoli, de 1929, de la que te he hablado antes. Ese es el último capítulo de mi historia con Brasil. En estos años que yo pasé sin los museos, hice trabajos como ese de Brasil. Con todo, en 2012, llegó la oportunidad de dirigir el Instituto Cervantes de París.

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Antropofagia (1929), obra de la brasileña Tarsila do Amaral.

¿Cómo cruzaste los Pirineos: carretera, tren, avión, esquiando o a pie?

―(risas) De repente. Mi madre Monique estaba siempre diciendo, ¡oh Juan Manuel!, tendrías que trabajar alguna vez en Francia. Entonces me presenté a concurso a una plaza en el Instituto Cervantes de París y fui escogido. Estuve allí cuatro años largos. Fue la única vez que he vivido de verdad en mi ciudad natal, de donde había salido cuando tenía 3 años.

Un reencuentro a lo grande.

―Sí. Vivirla de verdad. Con sus problemas. Me tocó vivir en 2015 los atentados yihadistas al semanario satírico Charlie Hebdo y a la sala de espectáculos Bataclan y terrazas.

¿Y qué ha pasado?

―Supuso reforzar la seguridad del Instituto. París ha reaccionado muy bien. El pueblo francés y el gobierno dieron un ejemplo. No obstante, ha creado un estado muy especial. Ha bajado mucho el turismo en París. Ha generado y creado muchos problemas. Ha habido fisuras.

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Sede del Instituto Cervantes en Madrid. / Foto: Jairo Máximo

¿Qué has sentido cuando te notificaron que eras el nuevo director del Instituto Cervantes ―institución creada por España en 1991 para promover y enseñar el español y para difundir la cultura de España en cinco continentes?

―Una mezcla de sorpresa, honor y responsabilidad. Soy la primera persona que antes de ser director de la Red, dirigió una sede. Creo que eso me da un conocimiento previo de como es la estructura de la casa. Llego para aportar ideas frescas a una estructura que funciona muy bien. Una de las instituciones más valoradas españolas. Quiero volver un poco a la idea de que la propia central está mandando cosas de mucha calidad a sus sedes. Asimismo, creo que en la parte de artes plásticas, está un poco más pobre, porque si te fijas, muchas veces, se queda en función de lo que puedas hacer a escala local. Cuando el Instituto Cervantes empezó a funcionar era más español, sin embargo, hoy es un lugar en el que cualquier iberoamericano lo siente como propio. En Paris hacíamos muchísima actividad con los argentinos, peruanos, mexicanos. Eso es algo que hay que seguir haciendo. Lo sabe cualquier director del Cervantes: este sitio es una casa común. Estamos reforzando mucho la condición iberoamericana del Cervantes. Es algo que está en…

El ADN del Cervantes.

―Sí. La exposición más inmediata de mi gestión es Retorno a Max Aub (1903-1972), destacado escritor hispano-mexicano de origen judío alemán. Después de todo lo que ha pasado con su nombre en Madrid. ¡Un absurdo! Por suerte los de Podemos y confluencias han rectificado; pero tarde y mal. Max Aub es el eterno judío errante de nuestra literatura.Resultado de imagen de imagenes Max Aub expo en Madrid

¿Qué piensa del populismo en alza en España y Latinoamérica?

―Hay que mirarlo con mucha preocupación. Sea de un extremo o de otro.

¿Crees que el populismo del Podemos español es una herencia genética del populismo bolivariano?

―No me dedico a política, por lo tanto, tengo que ser neutral. En lo que a mí me concierne, como ciudadano y persona que ha vivido la Transición española, el aspecto que me parece más sorprendente es la negación de la Transición. Los consensos fueron necesarios. Fue muy difícil porque había gente que había estado en las trincheras de la Guerra Civil (1936-1939). No se puede tirar por la borda. Me da pena que se intente eso. Eso es lo que diría al respecto. No quiero meterme mucho en la cuestión, porque, digamos, dirijo el Instituto Cervantes, que tiene que estar por encima del debate político, pero en ese aspecto soy un hombre que ha vivido la Transición y mi generación reivindica esa tradición de pactos, de reconciliación, del no al odio al adversario.

¿Por qué al principio de la entrevista me hablabas que “el Ultraísmo era como el Modernismo brasileño”?

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―Es que en Brasil se considera la Semana de Arte Moderno, realizada entre el 11 y el 18 de febrero de 1922, como piedra fundacional de algo, mientras que en España, como en seguida vino la generación de 27 ―García Lorca, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti― los ultraístas que eran los verdaderamente vanguardistas fueron un poco marginados. Pero siempre les he considerado muy importantes. Inclusive en 2012 publiqué una antología de la poesía ultraísta titulada Las cosas se han roto que es un verso del poema Lluvia, del poeta ultraísta andaluz Pedro Garfias. Los ultraístas utilizaban mucho la metáfora como expresión de metáforas. Un poco lo que hacía los modernistas brasileños Mario de Andrade, Luis Aranha y Oswald de Andrade.

¿Cuándo descubriste Brasil?

―A principios de los años sesenta en la casa de mis padres leyendo con avidez antiguos ejemplares de la Revista do Brasil que editaba la embajada de Brasil, en España, teniendo al poeta y escritor João Cabral de Melo Neto como vicecónsul en Barcelona, en los años 40. Allí aparecían poemas de Mário de Andrade, Raúl Bopp, Murilo Mendes, entre otros. Cabral de Melo era amigo del pintor Joan Miró, del poeta Joan Brossa, y tenía una pequeña imprenResultado de imagen de portadas de libros de joão cabral de melo netota en su casa. Era un poeta impresor. Hacia libros suyos, de brasileños y españoles. Tengo bastantes de esos libros, incluso uno de Cabral de Melo con portada de Miró. Él es alguien que tuvo gran importancia entre los dos países. Un mensajero. Quizá haga una exposición, desde el Instituto Cervantes, para mostrar ese diálogo. Ese punto de conexión. De brasileños que han venido aquí, y de españoles que han ido allá. Siempre me ha interesado Brasil.

¿Qué piensa del grafiti?

―Creo que las fronteras no son estancas entre el arte popular y arte. En el Instituto Cervantes de París hice una exposición del francés El Tono, que hace un grafiti geométrico que me gusta mucho. El extraordinario artista haitiano Basquiat empezó haciendo grafitis en las calles de de Nueva York.

¿Eres un hombre feliz?

―Moderadamente sí. Trabajo en lo que me gusta. Tengo una familia, mujer e hijos, con quién soy muy feliz. También hemos sido muy felices en París, porque defender los valores de España y de los países hermanos en Francia es muy interesante. En este momento estoy feliz de reencontrarme con Madrid. Uno está siempre dividido: ¿dónde estás? ¿de dónde eres? ●

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En 2015 Juan Manuel Bonet publicó Via labirinto: poesía (1978-2015) que recopila 37 años de escritura.

● Entrevista publicada en la revista El Siglo de Europa