Danzad, Danzad, Banderas

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Banderas rojigualda encontradas en una céntrica calle madrileña / Foto: Jairo Máximo

Por Jairo Máximo

MADRID – España ─ (Blog do Pícaro) – Desde la cuna conviví con la bandera de Brasil a la vista. Todo un símbolo nacional venerado por todos; sin distinción de clase social, ideología o religión. Crecí con ella armoniosamente. La encontraba en las dependencias públicas, casas particulares, tiendas, garitos, conciertos, eventos deportivos, festivos, manifestaciones políticas, etcétera. En la adolescencia descubrí que muchas chicas llevaban braguitas con esta insignia. Me gustaban las chicas, pero no la seña de identidad nacional plasmada en sus prendas íntimas. Nunca me ha gustado ningún símbolo nacional: bandera, himno, uniforme, etcétera.

Décadas después, cuando vine a vivir a España, a finales de los años ochenta del siglo pasado, me desconcertó comprobar el rechazo explícito que la mayoría de los españoles manifestaban por su bandera nacional. Más tarde supe que la rojigualda estuvo relacionada con la dictadura fascista de Francisco Franco (1939-1975) que se apoderó de esta insignia nacional. ¡Pobre bandera!

El tiempo pasó… Y la bandera española constitucional, redefinida como tal en 1981, continuaba visiblemente ausente. Pero en 2010 cuando la selección de fútbol de España ─la roja─ ganó la XIX edición de la Copa Mundial de Fútbol, disputada en Sudáfrica, me sorprendió la cantidad de banderas que los madrileños ondeaban por las calles Princesa y  Gran Vía durante el desfile en carroza descubierta con los futbolistas campeones originarios de diferentes comunidades del país.

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Una estelada al viento

Años después, en 2014, encontré en Barcelona muchas banderas (estelada) colgadas en los balcones de la ciudad condal que me resultaron incomprensibles a primera vista. Al instante deduje que era una seña de identidad de los independentistas catalanes. “España nos roba”, era la consigna.

Posteriormente, en septiembre de 2017, cuando el Parlamento de Cataluña sin seny [sentido común] se saltó a la torera la legalidad y convocó un referéndum ilegal, que se llevó a cabo el día 01 de octubre, con el objetivo de validar una Declaración Unilateral de Independencia (DUI), empecé a ver bastantes banderas rojigualda en los balcones madrileños como símbolo de unidad, españolidad y patriotismo.

Llegado el 20 de octubre de 2017, durante la ceremonia de entrega de la XXXVII edición de los premios Princesa de Asturias, presididos por Su Majestad el Rey de España Felipe VI, en el teatro Campoamor de Oviedo, el presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, durante su discurso en nombre de la premiada Unión Europea (UE), dijo: “Es la segunda vez que estoy en Oviedo, y tuve la ocasión de visitar la ciudad. Pero esta vez es un poco diferente. He visto banderas españolas por todas las calles y es una visión hermosa”.

Todo esto me trae a la memoria un empirismo. Poco antes de la muerte del periodista y ensayista español Eduardo Haro Tecglen (1924-2005), le pregunté el por qué un día había escrito: “No soy hombre de banderas, ni emblemas, ni marchas o uniformes, pero respeto a los que tienen”. Y él contestó: “¿Sabías qué toda guerra o conflicto social tiene como trasfondo la patria y la religión?”.  Si, le contesté. Además, Oscar Wilde (1854-1900) ya escribió: “El patriotismo es la virtud de los sanguinarios”. •