La mirada de algunos observadores extranjeros sobre España sigue nublada por la sombra de Franco.

Hablamos con Jon Lee Anderson, biógrafo del Che Guevara, reportero de guerra y columnista del prestigioso The New Yorker. Su reciente artículo sobre Cataluña provocó una agria reacción en los medios españoles y puso de manifiesto, una vez más, que la mirada de algunos observadores extranjeros sigue nublada por la sombra de Franco.

Por DAVID MEJÍA

Ya sabes que mi intención era preguntarte por la figura del Che Guevara, ahora que se cumple el 50 aniversario de su muerte, pero la actualidad nos ha impuesto otra agenda.

Me imagino.

En los últimos diez días, tu artículo en The New Yorker ha recibido muchas críticas. La más sonada fue la de Antonio Muñoz Molina en El País, que te acusó de mentir deliberadamente al referirte a la Guardia Civil como «paramilitary».

Ya expliqué que la acepción es correcta en inglés, y que él debería saberlo. Muñoz Molina me atacó deliberadamente y mi única conclusión es que lo hizo para distraer de lo importante, que es el abuso de autoridad por parte de la Guardia Civil el 1 de octubre.

Te aseguro que ese uso de «paramilitary» no es conocido. Me parece muy verosímil que no lo supiera.

En ese caso, debería pedirme perdón por eso. Su artículo es, como él mismo dice, una especie de reflexión melancólica en torno al hecho de que «nadie nos entiende». Me recuerda mucho a la época de la dictadura, en que los franquistas se quejaban de que el mundo afuera no les entendía, con una actitud españolista hosca, que todavía llevaba la carga de la derrota del 98.

En su defensa diré que entiendo su indignación: el uso del término «paramilitary» puede dar lugar a una confusión grave: confundir a un policía con un mercenario.  De todos modos, la crítica más repetida tiene que ver con tu insistencia en recurrir a Franco para enmarcar la realidad española.

Se me ataca porque yo me atrevo a opinar que España no ha logrado prescindir de su sombra franquista. Si no fuera así, habría una tumba a Lorca; si no fuera así, habría una casa museo en la ciudad de Granada. Habría algo, además del Valle de los Caídos. No sólo Muñoz Molina me ha reprochado, he recibido muchas cartas de gente que me dice que España es una democracia moderna. Y lo que se hizo el 1 de octubre en Cataluña no es la actuación de una democracia moderna. Yo dirijo mi crítica hacia algunos aspectos, para mí jurásicos, que están muy arraigados y muy enquistados en España todavía y que hoy en día los estamos viendo salir a flote a calzón quitado.

¿Tanta importancia otorgas al Valle de los Caídos y las fosas comunes en el presente de España?

El Valle de los Caídos y las fosas comunes son el elefante en la habitación. Hasta el día en que los españoles puedan reconciliarse frente a un monumento en común a la Guerra Civil no van a voltear la página.  

¿Pero es esa la medida de una democracia? Para la mayoría de observadores es evidente que España es un estado democrático de derecho. En el Intelligence Unit Index de The Economist, España aparece como full democracy. Y en los marcadores de país de Freedom House, España tiene un 95/100. Por encima de  Francia, Italia y de Estados Unidos. Sin embargo, se insiste en ver a España a través del prisma del franquismo.

En mi artículo yo no hablo de Franco. Fue Muñoz Molina quien arrastró mis palabras hasta “Francoland”.

Es cierto, pero yo he leído otra entrevista tuya en Público donde sí hablas de la visibilidad de la sombra de Franco en esas actuaciones.

A lo que yo me refiero es a la imposibilidad de muchos españoles de afrontar, o minimizar, lo que hizo la Guardia Civil ese día. Yo creo que la imposibilidad de recibir críticas, es el legado de Franco.

Pero un estado democrático puede equivocarse, y excederse en el uso de la fuerza, sin tener un precedente como Franco. ¿A qué sombra atribuyes un exceso policial en Francia, por ejemplo?

Pero estamos hablando de España en este caso, no vamos a relativizarlo hablando de otros países. Me has preguntado sobre España, dejémoslo ahí.

Me refiero a que una actuación policial, como la que vimos el 1 de octubre, no necesita de un pasado dictatorial que la explique.

Yo tengo mis opiniones sobre el legado de Franco. Yo he vivido en España, sé cómo es el tema del pasado.  Y para mí llega a ser una de las cosas más grandes, que me incomodan en España: la incapacidad de los españoles de enfrentar lo que pasó en la Guerra Civil española. Esto de «dejemos las cosas como están», resulta muy conveniente para quienes dejaron a la gente en las tumbas. Al Partido Popular no le interesa, pero ¿cuál es el origen del Partido Popular? Son los herederos del franquismo.

Yo no creo que haya que imputar crímenes a ningún partido democrático, independientemente de quienes fueran sus fundadores.

Yo no estoy imputando crímenes. Estoy hablando de un síndrome que impide voltear la página de España.

¿Consideras que el “legado de Franco” es el prisma adecuado para leer lo que está sucediendo ahora?

Puede que no, pero fue Muñoz Molina quien lo trajo al tapete. Yo no lo estaba pensando cuando critiqué la actuación de la Guardia Civil. Yo denuncio la testarudez; en mi artículo lo llamé “Vintage Iberian obtuseness” (torpeza ibérica añeja). Algo familiar a todo español. Por eso Cervantes inventó a Don Quijote; qué era Don Quijote sino un “torpe ibérico”.  Tiene su lado virtuoso y loable, pero también es ejemplo de la testarudez española, o ibérica, que estamos viendo hoy en día: la incapacidad del gobierno central, y de Puigdemont, de ponerse a dialogar. Esta testarudez es muy ibérica.

¿Realmente crees que podemos hablar de “testarudez ibérica”? España es de los países más descentralizados de Europa, donde más años ha gobernado la izquierda desde 1980, uno de los primeros en legalizar el matrimonio homosexual y de los que tienen un menor índice de xenofobia.

Podemos hablar de todas las bondades de España si quieres, pero eso no elimina el hecho de que si voy a España, puedo ir al Valle de los Caídos, el único lugar donde hay fascismo vivo en Europa, donde hay personas haciendo el saludo fascista. Y si voy a Alemania lo que hay es un monumento a las víctimas.

Pero en el Parlamento Alemán está sentada la extrema derecha. Esos españoles que hacen el saludo fascista existen, pero están muy lejos de tener representación parlamentaria. Parece que importan más los símbolos fascistas, que las prácticas fascistas.

En toda España hay muertos que no han sido enterrados. Todo se debe a una imposibilidad de enfrentar el pasado, punto. Podemos mantener el franquismo al margen de lo que pasó en Cataluña, pero en algo también está vinculado, porque esta testarudez, esta imposición, este hábito nacional-político de monologar en lugar de debatir, este repetir «no, de esto no vamos a hablar», no es propio de una democracia moderna.

Lo que se dice ahora es, “no vamos a hablar de lo que está fuera de la ley”, ¿eso es anti-democrático?

Lo que yo digo es que hay cosas impuestas en esta «democracia».

¿Por qué las comillas?

Mira, por ejemplo, el Rey: supuestamente fue el gran salvador de la democracia, y por eso hablar de él fue un tabú hasta hace poco. Lo mismo pasa con los muertos del franquismo.

En los medios españoles se habla, y mucho, de los muertos del franquismo.

Bueno, se habla desde hace diez o quince años. Cuando han empezado los nietos a buscar a sus abuelos. Fue un tema tabú. Son síndromes que se relacionan. Fue un tabú hablar de los muertos, y ahora lo es hablar de la independencia. ¿Piensa Rajoy que cerrando la puerta al diálogo va a acabar con el problema? Además no tiene una aplastante mayoría en el Parlamento.

Creo que no es una cuestión de mayorías. El gobierno se equivoca si piensa que basta con remitir todo a la Ley. Ahora bien, tener la Ley de tu parte no es un tema menor. Además, ha ofrecido diálogo dentro de esa Ley, y existen mecanismos constitucionales para llegar a un referéndum legal en Cataluña, pero hace falta un consenso, y no podemos olvidar que en Cataluña hay un movimiento nacionalista cada vez más fanatizado.

Yo no soy un experto en los vericuetos del catalanismo. Mi artículo buscaba denunciar la violencia de la policía española en Cataluña. Yo quería explicar lo que había sucedido a quienes vieran las imágenes en televisión. Veo que en cada punto que toco, tú tratas de darme la versión española.

Yo me represento a mí mismo, y creo que el nacionalismo catalán tiene un fuerte cariz supremacista y  xenófobo. Y creo que la izquierda, española y extranjera, ha sido poco rigurosa valorando un movimiento que invoca una falsa homogeneidad para apropiarse de Cataluña, que es una realidad plural.

¿Cómo pueden los catalanes “apropiarse” de Cataluña?

Algunos catalanes. Por ejemplo, me has dicho antes que has recibido muchos mensajes tras el asunto “Francoland”, y que los catalanes te apoyaban mientras que los españoles te criticaban. ¿Cómo sabes quiénes eran catalanes y quiénes españoles?

Por los apellidos.

¿Sabes cuáles son los apellidos más comunes en Cataluña? Los mismos que en el resto de España: García, González, Pérez, etcétera. En cambio, no verás a muchos líderes nacionalistas, con estos apellidos. Representan una minoría que, sin embargo, se presenta como encarnación de la totalidad del «pueblo».

Yo no niego que el movimiento catalanista sea complejo.

No sé cuán complejo, pero las encuestas revelan que el movimiento tiene dos dimensiones claras: identitaria y de clase.  Y esto también revela que el conflicto social está en Cataluña. El debate no es España contra Cataluña, y mucho menos Franco contra Cataluña, sino Cataluña contra Cataluña. El eslogan del “derecho a decidir” es excelente. Cualquiera dice que no. Es como aquel del “derecho a la vida” de los antiabortistas. Pero en realidad el “derecho a decidir” es un mecanismo para volver extranjeros, en su propio país, es decir, en un territorio compartido, a sus conciudadanos. Es una apropiación, una privatización del espacio compartido. Lo que no entiendo es cómo desde la izquierda no se ha denunciado esto, cuando somos, y te incluyo, los primeros que tendríamos que denunciarlo. Este movimiento, además de identitario y clasista, es insolidario, pues reclama el “derecho” a no redistribuir la riqueza. Te recuerdo el eslogan de “la Cataluña productiva frente a la España subvencionada”. En mi opinión, o se defiende el nacionalismo, o se defiende a la clase trabajadora, no se puede estar con los dos.

Mucho de lo que me dices suena sensato y estoy dispuesto a aceptarlo. Pero, ¿sabes una cosa? No lo escucho, yo no oigo a la clase política española dando estos argumentos. Sólo escucho discursos antagónicos, griterío, tipos envueltos en la bandera española y todo eso. Vuelvo a decirlo, yo no soy catalanista, por más que lo parezca por criticar al gobierno central español. Lo que dices es cierto, y puede que me equivoque en esto que digo que han sido sobre todo españoles quienes me han atacado.

¿Cómo ves tú Cataluña actualmente?

Pues he notado cada vez que iba a Cataluña que el catalanismo iba en aumento. Mira, a mí me invitaron a un show de noticias en la televisión catalana. Yo accedí, pero pregunté si el programa era en catalán. Me dijeron que sí, pero que me iban a hablar en español; yo dije «ok, porque yo no hablo catalán». Y al final me hablaron en catalán, en un programa en vivo, y no lo entendí. Yo lo intenté, y cuando me hicieron una pregunta creí haber entendido, pero en la respuesta que yo di se vio que lo había entendido mal, y tuvieron que traducir. Bueno, el problema es de ellos. Yo estaba molesto, no lo mostré en vivo, pero yo me quedé muy indignado de que me hubieran provocado ese traspié, por su afán de hablar en catalán.

Es una anécdota que revela que no todo son vino y rosas allá.

¿Pero podría haber un primer ministro catalán en España?

Por supuesto

¿Lo ha habido?

Sí, por ejemplo, Juan Prim, Estanislao Figueras o Francisco Pi y Margall. Y en los últimos años, Borrell pudo serlo, y si Albert Rivera ganara las elecciones sería un Presidente catalán, otra cosa es que los nacionalistas no lo consideren catalán.

De acuerdo, lo que dices sobre los problemas de Cataluña puede ser totalmente cierto. Pero, ¿y el problema en España? ¿Acaso no hay un problema en España?

Hay muchos problemas, claro que sí.

¿Y el artículo de Muñoz Molina demuestra alguno de esos problemas?

Quizá demuestre que la democracia española es frágil, y por eso hay que defenderla.

¿Y van a ganar adeptos a su causa atacando a los que intentan observar el proceso con ojos críticos pero constructivos?

Entiendo que no, pero no sé si es constructivo explicar la España de hoy a través de Franco.

Cuando yo hablo del legado de Franco es porque es simbólico de esa incapacidad de enfrentar las cosas. Puede ser que otros países lo hayan hecho también y lo han tenido más fácil. Pero, por lo que sea, eso no va a ser posible en España. España inspira pasión, siempre lo ha hecho, la Guerra Civil española fue de gran pasión,  lo sigue siendo y siempre lo va a ser.

Creo que esto es precisamente de lo que los ciudadanos españoles pretenden huir, de que se les encorsete en estereotipos, y se les observe como a personajes de Mérimée. 

Eso nos pasa también a los norteamericanos. Yo toda la vida he sido el “gringo de mierda”, allá donde fuera. Yo he tenido que cargar con todos los estereotipos emanados de Hollywood. Pero, volviendo a España, es un gran país. Es un país que ha superado tantas cosas, un país que merecidamente tiene la admiración de mucha gente, ha sido un país muy tolerante, en recibir tanta gente del extranjero, de todos los países europeos es el que menos problemas de terrorismo ha tenido. Su policía ha actuado con mucha sofisticación en prevenir los ataques. No hay un sentimiento ultra como el que vemos en Francia. Pero ahora lo que me preocupa es ver el sectarismo creciente en España, inspirado por el secesionismo.  Y ese sectarismo español lo reconozco de mi adolescencia: un españolismo nacionalista y sectario. No lo había visto en muchos años. Ese españolismo no murió con Franco. Y sigue existiendo ese nacionalismo español, por eso yo reaccioné con tanta preocupación cuando vi las cargas policiales.

Estoy de acuerdo contigo: ahora se ven más banderas españolas que antes, y el nacionalismo español es tan tóxico como los otros. Ahora bien, creo que en este momento no supone una amenaza a la democracia, ni a la convivencia, mientras que otros nacionalismos sí. ¿Por qué quien reacciona con tanta vehemencia contra el nacionalismo español se muestra impasible frente al nacionalismo catalán?

No tengo una respuesta para este silencio. Desde hace diez años España está en un limbo político. Los partidos tradicionales han perdido cancha, y hay dos movimientos, neo partidos, que tampoco son mayoritarios. Pero esta situación de limbo la señalé justamente como ejemplo de lo estable que era España, porque a pesar de todo, del desempleo y demás problemas, no hemos visto las reacciones antiinmigración que hemos visto en Francia y el Reino Unido post Brexit.