Durante la edición de ENACPEN 2015 se realizó una mesa de debate dedicada a analizar los Cambios y tendencias en la profesión periodística y corresponsalías extranjeras 2013-2015 e imagen exterior de España, en la que participaron corresponsales extranjeros acreditados en España y distintas personalidades relacionadas con el mundo político, económico y social.
«Buenos días a todos.
Cuando el presidente de ACPE, Ramón Darío Molinary, me invitó a participar en esta jornada, le planteé el tema, le pareció bien y me dijo que tendría cinco minutos y ahora parece que se reduce como a dos y medio o tres. Yo, precisamente, para no pasarme de los cinco había preparado dos papeles, que en otro tiempo serían dos folios, ahora son DinA4. Lo primero es una palabra y lo segundo un palabro. No hay machismo de ningún tipo, lo bueno es la palabra y lo malo es el palabro, pero en fin, seguiré con este texto breve y espero no pasarme.
Lo que sí voy es a discrepar en un punto concreto de mi querida amiga y presidenta Elsa González. Titulaba yo esto “Impedimentos elevados al cubo para la investigación periodística.” Trataré de apuntar una traba añadida a la investigación periodística que, aunque pase bastante desapercibida, entorpece el ejercicio de la libertad informativa. Precisamente, además, con el agravante de que viene imponiéndose en asuntos relevantes para la opinión pública pero que alguien trata de ocultar. Me refiero a la exigencia, entiendo que arbitraria y espuria, de la acumulación de tres fuentes de la máxima credibilidad, como contraste de hechos y datos en general, buscados por aquellos que representan el periodismo de investigación. Las tres fuentes habrán de estar protagonizadas por personas fiables, sin intereses directos en el tema abordado y sin conexión entre ellas. No se plantea algo similar, en cambio, para la información ordinaria y hasta interesada que facilitan quienes montan ruedas de prensa, ni, por supuesto, para las informaciones que ofrecen los gobiernos, pese a que es sabido que, en ocasiones, no dicen la verdad.
El célebre periodista estadounidense, I. F. Stone, afirmaba en diversas comparecencias públicas: «Recuerden sólo tres palabras: los gobiernos mienten». El cronista irlandés de colmillo retorcido, Claud Corkburn, proclamaba: «Nunca te creas nada hasta que lo nieguen oficialmente». Javier Solana, a raíz de ser nombrado alto representante de la Unión Europea para la política exterior, aseguraba que “lo más importante casi nunca aparece publicado”. Esto lo recogió Felipe Sahagún con el seudónimo de Luis Oz. Aporto esos tres testimonios para no quedarme corto por no llegar al trío en opiniones de autoridad, pero habría muchas más perlas para el adorno. Las tres exigencias de fuentes redundantes, exigencias al cubo, tratan de justificarse en aras del rigor. El rigor en la búsqueda de la noticia es bueno; la triple exigencia, no.
¿Cuándo surge esa pretendida exigencia que está a favor del ocultismo y frena pesquisas periodísticas? En tiempos tan cercanos históricamente como el del Watergate. Convendrá recordar que el periódico que tuvo la primera filtración sobre el caso Watergate fue el New York Times, aunque bien es cierto que renunció a investigar. El Washington Post, después, arrostró el riesgo y tuvo enfrente nada menos que a la Casa Blanca y a la CIA. Se tenía que atar muy bien los machos y por eso estableció, en tales circunstancias, la necesidad de contar con tres fuentes o más, incluso, que reafirmaran sus pasos en las averiguaciones llevadas a cabo. La realidad fue que los reporteros del Post, guiados en parte por Garganta Profunda—Mark Felt, nº 2 del FBI, como se ha sabido muchos años después—aportaban noticias auténticas. Por el contrario, la Casa Blanca, desmentía y, para hacerlo, mentía. Pero pese a todo, el periódico no las tenía todas consigo dado el poder al que se enfrentaba. Cayó Nixon al final, como un nuevo Goliat derribado por el David periodístico. Pero queda una herencia que no se ha tomado a beneficio de inventario, como debió hacerse, y nos llega un legado con saldo deudor. Lo recogen profesores de periodismo, en general sin experiencia de trabajo en los medios y, lo que es más grave, jueces y magistrados que encuentran una referencia fácil, puramente numérica, elevada, indebidamente, a la categoría de aforismo. Paradójicamente la trinidad de fuentes no rige para la información más cotidiana de cuantos cuelan a los medios, de rondón, noticias más interesadas para las fuentes que interesantes para el público. Pero sí es enarbolada, curiosamente, cuando se indaga sobre asuntos vidriosos que alguien con poder trata de evitar que salgan a la luz.
Espero que, al menos, algunos recuerden la legendaria película sobre el sensacionalismo titulada El Gran Carnaval, de Billy Wilder, en la que el atorrante reportero que encarna Kirk Douglas tilda al director del diario de Albuquerque, en Nueva México, de desconfiado, porque para evitar que se le pudieran caer los pantalones, usaba cinturón y a la vez tirantes. Luego, el nuevo fichaje para su equipo de redacción le metería en el caso de amarillismo llevado al extremo antes de abandonarle. La seguridad exigible no se combate colocando albarda sobre albarda.
Creo, pues, que esa herencia debe ser recibida, efectivamente, a beneficio de inventario y administrada con racionalidad. Superar incluso cuando tres fuentes no nos proporcionen la suficiente garantía de veracidad. Sin embargo, cuando una sola fuente o la primera confirmación nos aporten la certeza indispensable, la exigencia triple estará actuando como un impedimento indeseable para la libertad de información. Como una especie mutante de censura. Nada más».
En ENACPEN 2 participaron corresponsales extranjeros y expertos de distintos ámbitos, y poco a poco compartiremos en este MagacínACPE las distintas intervenciones realizadas por los participantes, que podéis consultar en detalle aquí.