Corresponsales extranjeros analizan los cambios y tendencias en la profesión periodística e imagen exterior de España

Durante la edición de ENACPEN 2015 se realizó una mesa de debate dedicada a analizar los «Cambios y tendencias en la profesión periodística y corresponsalías extranjeras 2013-2015 e imagen exterior de España».

Seguidamente resumimos las intervenciones de los corresponsales que participaron en la misma, comenzando por las palabras del periodista y director de comunicación de Abertis, Juan María Hernández Púertolas, que intervino como moderador en la mesa «Cambios y tendencias en la profesión periodística y corresponsalías 2013-2015 e imagen exterior de España» durante el Encuentro de Corresponsales ENACPEN 2, celebrado el 8 de octubre de 2015 en IE Business School, Madrid:

«Saludos.

Es para mí una alegría y un honor moderar este debate. Más que de moderador, me temo que voy a tener que hacer de cronometrador, me acordaré de mis tiempos de taylorismo en la facultad económica, etc. Pero, bueno, la verdad es que este es un placer. Sólo dos notas de tipo personal. Cuando empecé a trabajar en La Vanguardia, en Barcelona, la única, no propiamente empresa multinacional pero sí empresa española conocida en el exterior era Iberia, por razones obvias, y hoy, un día cuarenta años más tarde, la verdad es que hay líderes empresariales españoles en prácticamente todos los sectores de actividad, no sólo en los antiguos monopolios como Telefónica o Repsol, sino en entidades financieras—Santander, BBVA, etc.—y Abertis. Es la única que me sale como «líder mundial de autopistas de peaje»), concretamente, déjeme sacar pecho, se convirtió, a raíz de la incorporación de las autopistas de Brasil, el líder mundial de autopistas de peaje, lo cual avala un poco las palabras del alto comisionado. Y la segunda nota personal es, mucho antes de 2007, yo pasé al otro lado de la barrera para cerrar el campo de la comunicación y durante una serie de años parecía que cada vez habría más comunicadores y cada vez menos periodistas y eso es absolutamente falso. El periodismo ha cambiado, ha cambiado el modelo, ha cambiado el modelo publicitario, ha cambiado el paradigma—ha habido la incursión de las redes sociales—pero el periodismo de calidad y de no tanta calidad, evidentemente, está aquí para permanecer.

Sin más preámbulos, insisto en la triste tarea de cronometrador, como hay diez personas en la mesa y tenemos como una hora o así, les rogaría que se ciñeran a tres, dos minutos y medio cada uno para poder dar lugar a un debate posterior».

 

José Manuel González Torga

«Buenos días a todos.

Cuando el presidente de ACPE, Ramón Darío Molinary, me invitó a participar en esta jornada, le planteé el tema, le pareció bien y me dijo que tendría cinco minutos y ahora parece que se reduce como a dos y medio o tres. Yo, precisamente, para no pasarme de los cinco había preparado dos papeles, que en otro tiempo serían dos folios, ahora son DinA4. Lo primero es una palabra y lo segundo un palabro. No hay machismo de ningún tipo, lo bueno es la palabra y lo malo es el palabro, pero en fin, seguiré con este texto breve y espero no pasarme.

Lo que sí voy es a discrepar en un punto concreto de mi querida amiga y presidenta Elsa González. Titulaba yo esto “Impedimentos elevados al cubo para la investigación periodística.” Trataré de apuntar una traba añadida a la investigación periodística que, aunque pase bastante desapercibida, entorpece el ejercicio de la libertad informativa. Precisamente, además, con el agravante de que viene imponiéndose en asuntos relevantes para la opinión pública pero que alguien trata de ocultar. Me refiero a la exigencia, entiendo que arbitraria y espuria, de la acumulación de tres fuentes de la máxima credibilidad, como contraste de hechos y datos en general, buscados por aquellos que representan el periodismo de investigación. Las tres fuentes habrán de estar protagonizadas por personas fiables, sin intereses directos en el tema abordado y sin conexión entre ellas. No se plantea algo similar, en cambio, para la información ordinaria y hasta interesada que facilitan quienes montan ruedas de prensa, ni, por supuesto, para las informaciones que ofrecen los gobiernos, pese a que es sabido que, en ocasiones, no dicen la verdad.

El célebre periodista estadounidense, I. F. Stone, afirmaba en diversas comparecencias públicas: «Recuerden sólo tres palabras: los gobiernos mienten». El cronista irlandés de colmillo retorcido, Claud Corkburn, proclamaba: «Nunca te creas nada hasta que lo nieguen oficialmente». Javier Solana, a raíz de ser nombrado alto representante de la Unión Europea para la política exterior, aseguraba que “lo más importante casi nunca aparece publicado”. Esto lo recogió Felipe Sahagún con el seudónimo de Luis Oz. Aporto esos tres testimonios para no quedarme corto por no llegar al trío en opiniones de autoridad, pero habría muchas más perlas para el adorno. Las tres exigencias de fuentes redundantes, exigencias al cubo, tratan de justificarse en aras del rigor. El rigor en la búsqueda de la noticia es bueno; la triple exigencia, no.

¿Cuándo surge esa pretendida exigencia que está a favor del ocultismo y frena pesquisas periodísticas? En tiempos tan cercanos históricamente como el del Watergate. Convendrá recordar que el periódico que tuvo la primera filtración sobre el caso Watergate fue el New York Times, aunque bien es cierto que renunció a investigar. El Washington Post, después, arrostró el riesgo y tuvo enfrente nada menos que a la Casa Blanca y a la CIA. Se tenía que atar muy bien los machos y por eso estableció, en tales circunstancias, la necesidad de contar con tres fuentes o más, incluso, que reafirmaran sus pasos en las averiguaciones llevadas a cabo. La realidad fue que los reporteros del Post, guiados en parte por Garganta Profunda—Mark Felt, nº 2 del FBI, como se ha sabido muchos años después—aportaban noticias auténticas. Por el contrario, la Casa Blanca, desmentía y, para hacerlo, mentía. Pero pese a todo, el periódico no las tenía todas consigo dado el poder al que se enfrentaba. Cayó Nixon al final, como un nuevo Goliat derribado por el David periodístico. Pero queda una herencia que no se ha tomado a beneficio de inventario, como debió hacerse, y nos llega un legado con saldo deudor. Lo recogen profesores de periodismo, en general sin experiencia de trabajo en los medios y, lo que es más grave, jueces y magistrados que encuentran una referencia fácil, puramente numérica, elevada, indebidamente, a la categoría de aforismo. Paradójicamente la trinidad de fuentes no rige para la información más cotidiana de cuantos cuelan a los medios, de rondón, noticias más interesadas para las fuentes que interesantes para el público. Pero sí es enarbolada, curiosamente, cuando se indaga sobre asuntos vidriosos que alguien con poder trata de evitar que salgan a la luz.

Espero que, al menos, algunos recuerden la legendaria película sobre el sensacionalismo titulada El Gran Carnaval, de Billy Wilder, en la que el atorrante reportero que encarna Kirk Douglas tilda al director del diario de Albuquerque, en Nueva México, de desconfiado, porque para evitar que se le pudieran caer los pantalones, usaba cinturón y a la vez tirantes. Luego, el nuevo fichaje para su equipo de redacción le metería en el caso de amarillismo llevado al extremo antes de abandonarle. La seguridad exigible no se combate colocando albarda sobre albarda.

Creo, pues, que esa herencia debe ser recibida, efectivamente, a beneficio de inventario y administrada con racionalidad. Superar incluso cuando tres fuentes no nos proporcionen la suficiente garantía de veracidad. Sin embargo, cuando una sola fuente o la primera confirmación nos aporten la certeza indispensable, la exigencia triple estará actuando como un impedimento indeseable para la libertad de información. Como una especie mutante de censura. Nada más».

Sully Fuentes

«El destino de esta primera parte estaba relacionado con la “Marca España” o “Marca país” y, de alguna manera, estamos hablando no solamente  de un país, hablamos de su gente y también hablamos de los profesionales que hay dentro de ella, porque, al fin y al cabo, aunque no somos nativos, vivimos  aquí y  somos parte de esa imagen de “marca España”.

Cuando hablamos de la imagen, generalmente, se nos ocurre algo de color, algo de forma, muchos datos y gráficos. Prácticamente nos centramos en ello. Nos hace pensar que eso es muy útil, muy necesario. Pero hoy es tal la información en ese sentido que luego tenemos el “efecto ceguera” que no nos permite dilucidar una cosa de la otra. Por lo tanto, nos gustaría que, tanto en marca España,  o  marca de cualquier otro  país, o donde se visibiliza la  gente  y los profesionales, se viese,  por el color…el calor, por la forma…la perspectiva y la proyección que sale  de fronteras.

Los profesionales como los corresponsales somos una especie de bisagra, estamos en un país y en el otro. En una parte de esa bisagra- para la gran puerta- somos lo que vivimos una situación, y en la otra parte de la bisagra somos lo que esperan  los que  están del otro lado y  tienen una expectativa determinada de esa realidad. A veces es muy difícil trabajar esa bisagra. Tenemos que tener un gran compromiso, seriedad y un gran respeto por lo que hacemos. Por lo tanto, cuando Elsa hablaba de la racionalidad, yo le agregaría, además, la “emocionalidad”. Hoy por hoy nos olvidamos de poner las emociones a esos datos, a esos gráficos, a esas personas. Es decir, cuando hablamos de personas, no tienen por qué ser datos, pueden ser testimonios cálidos, cercanos, dramáticos, emocionantes, “ilusionantes”, lo que fuere, pero sí tiene que tener algo más… No solamente el contorno, necesitamos un contenido y los periodistas y corresponsales  lamentablemente por tanta información, a veces, no tenemos tiempo para llenarlo con ese contenido jugoso, apetecible, que debería llegar a un oyente, a un lector… Esa vorágine de la inmediatez es una realidad, y el peligro de no ser auténticos y de no responder a la verdad, también es una realidad.

Así que, yo creo que hay que apostar, como apuestan en otras profesiones—los médicos, los biólogos—que hoy por hoy se van formando permanentemente y han adoptado, no solamente los contenidos secos, sino ir a la parte de lo que son las competencias blandas y los valores, evidentemente unos enraizados con los otros. Todos los comunicadores pueden usar esa capacidad de autoconocimiento de sí mismos, como personas y como profesionales. Un autoconocimiento para saber cuáles son nuestras creencias, cuáles son nuestros principios y hasta cuándo o hasta cuánto podemos ceder, dado el medio, dadas las circunstancias, dada la realidad.

Por otra parte debemos tener la capacidad de ser suficientemente empáticos- tener empatía -y darnos cuenta de quiénes son los que están del otro lado. Es difícil, porque es un mundo infinito y segmentarlo es difícil pero, usemos o palabras o voces, porque estamos perdiendo las voces, estamos escribiendo solamente. Voces, imágenes, cosas que nos conmuevan, que nos permitan  llegar y quedarnos. Gestionemos la capacidad de motivarnos y  ser optimistas. Cuando se es optimista es más fácil poder crear una energía para trabajar. Cuando no somos optimistas, vamos a ir arrastrando cosas y contaminando el entorno donde estamos.

Hay que aprender de la diversidad, gestionar la diversidad. Hoy todo es diversidad. Integrarlos con total naturalidad, no diciendo “esos son los de fuera, esos son los refugiados”, no, no, ellos son como nosotros, que podemos serlo…inmigrantes, refugiados, nativos permanentes, etc.. y también tener una capacidad de creatividad e innovación. Es decir, no ver el periodismo como algo solamente cerrado, algo que ya  está todo dicho Hay que tener la posibilidad de intercambiar con los demás. Nos cuesta mucho, somos cada vez más individualistas. No nos reunimos como antes, no trabajamos en equipo en las redacciones.  Cuando me tocaba a mí, por ejemplo, por las noches cubrir una guerra, me quedaba ahí sola ante la situación, pero venían inmediatamente a aportar material y te traían cosas y eso, parece que no, pero la máquina se renovaba continuamente. Hoy trabajamos solos, somos muy  individualistas, nos miramos de costado, nunca somos capaces de agradecer, no somos capaces de estimular al otro, no levantamos luego una notita para decir “qué buena tu intervención, qué interesante, cómo me ha aportado”, eso, lo hemos perdido. Entonces, a la racionalidad agregarle la “emocionalidad”, la inteligencia emocional de la que tanto se habla y que tanto otros comunicadores y otros periodistas lo están diciendo como una cosa muy antigua que ya  se sabe.

Pero como le pasamos de lado a todo y  vamos nada más que a los datos, a los gráficos, a los mapitas y a dos o tres comentarios, nos olvidamos de esa otra parte que es muy interesante y a la cual yo les querría invitar  porque la satisfacción es muy grande cuando se está en ello. Se los digo no solo, por tener décadas en el periodismo sino por tener décadas paralelas en la educación y alguna cosa puntual, también, en hostelería y turismo. Y cuando hablo de hostelería y turismo me imagino muchas veces a los periodistas, como se dice en el tema de hostelería: “no eres un profesional, eres un transportador de platos”. Aquí parecemos, simplemente, unos transportadores de datos. Que no pase eso. Gracias.»

Jairo Máximo

«Buenos días a todos.

En primer lugar, si los aquí presentes no han visto la película estadounidense El gran carnaval, de 1951, escrita y dirigida por Billy Wilder, a la cual hizo referencia el compañero José Manuel González Torga, hay que verla. Como periodistas tenemos que verla.

Para mí es un honor estar participando en este evento. En el programa de este segundo encuentro hay tres preguntas: recuperación, renovación y peligro.

Intentaré contestar las tres. A mi manera.

Recuperación.

Si entendemos recuperación en el sentido de volver a poseer algo que teníamos antes, lo veo imposible. Imposible porque «la información» está en constante transformación. Entonces, no hay que recuperar nada.

Por ejemplo, antiguamente cuando yo tenía que enviar un artículo o reportaje urgente a Brasil, tenía que utilizar la vía aérea o conocer a alguien en la embajada brasileña que me ayudase para hacerlo llegar pronto a Brasil. Hoy en día eso es imposible. Ya no tenemos más el teletipo , ya no tenemos el fax, ya no tenemos las máquinas de escribir Olivetti. Entonces, recibir y enviar noticia hoy en día es rápido y sencillo.

Creo que todos los que estamos aquí estamos de acuerdo con eso.

Pero, hay algo que no cambia para nada, que es la esencia de nuestro oficio: informar con rigor y ética.

Renovación. Si entendemos renovación como cambiar una cosa usada por otra, considero que eso es parte de nuestra vida, es parte del ser humano. Renovar es preciso. Renovarse o morir. Bienvenidas sean todas las herramientas de trabajo que faciliten nuestro cometido. Ahora, por supuesto que lo que no cambia la renovación es la esencia de este oficio: informar con rigor y ética.

Y por último, tenemos el Peligro. Yo me quedo con peligro. El periodismo pasa por un peligro inimaginable. ¿Por qué pienso esto? Primero, desde siempre el periodismo ha sido una profesión peligrosa. Basta mirar la historia y ver cuántas personas ya se han muerto y a cuánta gente han quitado del camino simplemente por ejercer el periodismo. Es una profesión de alto riesgo. Los datos de periodistas asesinados a lo largo de la historia son innumerables. Por ejemplo, hace cosa de treinta años, empezaron a surgir organizaciones no gubernamentales que computan la muertes de periodistas en varios puntos del mundo. Antiguamente no había esos cómputos y también había muertes. Los periodistas morían como consecuencia de su profesión.

Sin embargo, pienso que hay otra cosa gravísima que afecta al periodismo actual, además del peligro físico [que ya he dicho antes], que es la pérdida de la credibilidad.

Veo que el periodismo actual empieza a perder credibilidad. ¿Por qué? Porque, primero, la credibilidad es la base de su existencia. Si el periodismo no tiene credibilidad, no existe. ¿Para qué el periodismo si no tiene credibilidad? Segundo, si la falta de credibilidad, en mi opinión, ya es un grave problema, mayor aún es la consecuencia de este hecho —¿cómo decir para no ofender a nadie? Por ejemplo, antiguamente, nosotros —-periodistas— cuando teníamos un problema económico (retrasos en los pagos), sabíamos que teníamos que hablar con el comercial, que era la persona que hacía nuestros pagos. En seguida, él arreglaba nuestra situación. Hoy en día pasa lo mismo, si hay problemas económicos, tenemos que hablar con el comercial. Pero… ahora, hay que hablar antes con un sector que está más arriba, que es el poder político, que ha ocupado todos los sectores del periodismo e intenta hacerse dueño ideológico de todos los medios, tanto públicos como privados. Esa realidad a la vista está.

Aquí en Madrid, tenemos Telemadrid, Televisión Española. Y ya no hablo de Brasil, porque  son iguales a esta realidad española. Y si un gobierno se hace dueño de un medio de comunicación social, ¿para qué nosotros? Si el poder tiene «sus» redactores y tiene «sus» directores que le van a hacer la información a su medida, ¿para qué nosotros, periodistas? Creo que con eso se acaba la profesión o ¿no? Este sí es un grande problema que el periodismo actual está sufriendo, además del peligro físico que he dicho antes.

Para concluir, creo que he sido muy claro, y como no voy a tener más tiempo, considero  que antiguamente teníamos en el periodismo un lobo malo, que era el poder económico. Hoy en día, el lobo malo del periodismo también es el poder económico, que se alió al poder del Estado, que genera  manipulación y control social.

Muchas gracias a todos».

Sarah Morris

«Para ser muy breve, algunos compañeros han hablado de la crisis del periodismo y en muchas de las cosas que han dicho coincidimos todos: bajos sueldos, precariedad. Claro que no va a producir un ambiente en el cual un periodista puede trabajar con tranquilidad en muchas de las zonas donde compañeros tienen que ir, Siria e Iraq. Eso es exactamente lo que necesitas, necesitas un apoyo de tu redacción y el hecho de que hay muchos freelance que van a trabajar en zonas de guerra sin un apoyo económico ni de seguridad, es un tema que preocupa a todos. Pero también me gustaría decir una cosa que no cambia, que siempre, desde hace veinte años, mucha gente ha querido ser periodista y vivimos en un mundo en el que la gente lee menos y están dispuestos a pagar menos. Hay más medios, hay más blogs, pero hay mucha gente que quiere ser periodista y quiero ser, simplemente, un poco optimista. Eso es una cosa que para mí no ha cambiado.

Cuando yo entré a periodismo en Gran Bretaña hace veinte años, yo recuerdo que un profesor de periodismo nos dijo: «Hay que aceptar sueldos de risa para empezar. Hay que entrar en la prensa regional, los sueldos son ridículos, pero no hay una forma de negociarlo». Y entonces todos salimos buscando estos puestos, y un chico, jamás lo olvidé, nos dijo: «Yo jamás voy a aceptar eso. Eso es un sueldo, yo no puedo vivir en Londres con ese sueldo. Yo tengo una licenciatura y ahora tengo un máster en periodismo y no hay manera, yo quiero el doble». Y le miramos, “¿cómo vas a exigir el doble?” Y dijo sí. Lo exigió, buscó una revista, le pagaron el doble, y así empezó.

Entonces, yo siempre digo a periodistas jóvenes: «Exige más, exige no solamente que te paguen de una forma adecuada, pero que también te den formación». Porque la peor cosa que yo veo hoy en día en los medios es que hay gente muy joven, sin experiencia, y nadie en su periódico, en su radio, en su televisión les forma, les apoya, les toca las notas, les manda en cursos. La gente va suelta, y, entonces claro, cuando la gente en sus casas escuchan a estos periodistas, leen sus notas, no les tomas muy enserio. Y para gente que está dispuesta a pagar por nuestras notas, por nuestros reportajes, pues tiene que ser de calidad, y, entonces, ahora mismo, estamos en un momento en el que todo está en blogs.

No sabemos cómo se quedará el mundo virtual, pero sí empezamos a ver que algunos modelos económicos como pueden ser Financial Times, como pueden ser incluso los nuevos periódicos lanzados aquí en España, están exigiendo dinero, porque necesitan dinero para hacer periodismo. Y, al final, en unos cinco o diez años vamos a ver qué queda de todo eso. Pero yo confío en que la gente quiere leer, quiere escuchar, quiere ver reportajes hecho por gente con formación con experiencia y con recursos. La única cosa más que quiero decir sobre la marca España que hemos escuchado es que una marca de un país es muy complicada de construir, porque realmente son todo la gente de este país que da las impresiones que recibimos la gente de fuera. Pero hay una cosa que yo veo que no se puede controlar y que es muy sano: la autocrítica.

El hecho de que los españoles son muy autocríticos es magnífico, porque un país democrático tiene que ser autocrítico y solamente con la autocrítica mejoras. Entonces, nosotros no lo vemos mal, que los españoles en nuestros reportajes nos hablan del paro, de la corrupción, de la falta de diputados que hay en el congreso cuando se abra el plano en Tele Española… No lo vemos mal, lo vemos al grano, importante y clave para el desarrollo de un país. Nada más.»

En ENACPEN 2 participaron corresponsales extranjeros y expertos de distintos ámbitos, y poco a poco compartiremos en este MagacínACPE las distintas intervenciones realizadas por los participantes, que podéis consultar en detalle aquí.