EL SIEMPRE TRISTE SEIS DE AGOSTO

 por Jairo Máximo

hiros

MADRID (Blogdopícaro) – Cuando era niño, en los años 60 del siglo pasado, oía a mis compañeros de pupitre de nacionalidad japonesa susurrar las palabras «Bomba». «Hiroshima». «Nagasaki».

No comprendía el por qué de tal actitud y, además, desconocía que eran nombres de ciudades históricas del lejano Imperio del Sol Naciente.

En la inocente niñez, inconscientemente, justificaba aquellos susurros, incomprensibles para mí, pensando que era porque ellos no sabían hablar bien nuestro idioma –el portugués– y también porque tenían los ojos pequeños y casi cerrados.

Sin embargo, siempre eran los niños japoneses los que sacaban las mejores notas escolares. Nosotros –brasileños descendientes de europeos, africanos y asiáticos– no entendíamos como lo hacían.

Ya en la adolescencia, gracias a unos buenos profesores de historia, muchos supimos algo de la historia del mundo. Incluso de la triste historia de la destrucción de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Nos revelaron que las bombas atómicas allí lanzadas es el arma más destructivo utilizada jamás en un conflicto bélico.

Fue en ese exacto momento cuando entendimos porque nuestros compañeros japoneses de infancia susurraban las palabras –bomba, Hiroshima y Nagasaki– con terror y resignación.

La primera bomba «A» [atómica] de la historia, denominada Little Boy, fue lanzada por el Enola Gay, un B-29 estadounidense, sobre Hiroshima el día 6 de agosto de 1945. En segundos, el ataque atómico destruyó la ciudad de 330 mil habitantes, y mató aproximadamente 140 mil personas e hirió a otras 80 mil. Los que no murieron al momento sufrieron secuelas de por vida.

Tres días después, el 9 de agosto de 1945, otra bomba nuclear cayó sobre Nagasaki ocasionando otras 70 mil muertes. Entre ambos bombardeos se sumaron de un plumazo 210 mil víctimas mortales.

Estos ataques condujeron a la rendición de Japón y al fin de la Segunda Guerra Mundial [1939-1945].

Después de saber el triste significado de la palabra bomba atómica, Hiroshima y Nagasaki, año tras año, cada 6 de agosto, tengo dos sensaciones antagónicas; la primera, una infinita tristeza por lo ocurrido; y la segunda, la esperanza de que ¡nunca más! se haga uso de este maldito artefacto.

El innombrable inventor de la bomba atómica, poco antes de morir, renegaba de su invento y, de paso, de él mismo. Demasiado tarde…

Entre las diversas referencias que oí y leí sobre este bombardeo atómico que cambió el mundo, está la del publicista y filósofo popular brasileño Carlito Maia (1924-2002), que durante una entrevista que le hice en São Paulo, justamente el día 6 de agosto de 1985, dijo:

«La humanidad tiene que amarse, sino ¿cómo será? Hiroshima, Nagasaki ¿una vez más? ¿La última vez? Hoy [6 de agosto], por coincidencia, hace 42 años que el mundo vivió en su propia carne el horror de la guerra atómica. Por cierto, habiendo nacido en 1924, soy contemporáneo de tres cosas que han ido demasiado lejos en la condición humana, esa frágil fortaleza: la desintegración del átomo, la televisión y el LSD». 
[Jornal  Pícaro, año III, nº 15, Mogi das Cruzes, SP, Brasil, 1985, págs. 4-5]

Música Rosa de Hiroshima, lanzada en 1973, por el desaparecido grupo musical brasileño «Secos e Molhados».