Tras las huellas del Cid Campeador, mito y realidad 

Por Enrique Sancho

Pocos personajes han inspirado tantas historias, y aún más leyendas, que el Cid Campeador. Modelo de caballero medieval, fue capaz de reunir todos los adjetivos, no siempre buenos: osado, valiente, intrigante, seductor, arrogante, mercenario… Aunque estuvo a las órdenes de caudillos moros y cristianos y también “campeó” por su cuenta, su destino quedó marcado cuando su sentido del honor le llevó a enfrentarse a su propio rey, Alfonso VI, en la famosa Jura de Santa Gadea, iniciando así su destierro definitivo.  

De Burgos a Valencia, a lo largo de más de 2.000 kilómetros y atravesando ocho de las actuales provincias españolas, la Ruta del Cid cruza parajes históricos y literarios que aún conservan buena parte de su evocación medieval, en los que se unen hasta ocho Patrimonios de la Humanidad, algunos de los pueblos más bellos de España, grandes espacios naturales y más de 200 castillos y atalayas. Seguir sus huellas hoy es más fácil gracias a una de las más antiguas guías de viaje, nada menos que de comienzos del siglo XIII, el Cantar del Mío Cid. El Camino del Cid, los lugares en los que estuvo, siempre guerreando, forman hoy uno de los recorridos que aúnan turismo, historia, cultura, arte y gastronomía más atractivos para recorrer buena parte de España. En la provincia de Guadalajara se encuentran algunos de los lugares de mayor interés… y seguramente más desconocidos. 

 

Seguir las huellas de Rodrigo Díaz de Vivar en esta región –a lo largo de más de 300 kilómetros– es descubrir también algunos de los mejores ejemplos del románico rural, en ermitas e iglesias poco transitadas, fortalezas que conservan, o han recuperado, su agresivo aspecto, pequeños pueblos anclados en el tiempo, espectaculares parajes naturales y, por supuesto, gentes cordiales que acogen al viajero con los brazos abiertos. Mientras se sigue la ruta, vale la pena apartarse del itinerario histórico del Cid para disfrutar otros entornos llenos de encanto. 
 


Impresionantes fortalezas 
 
La ruta por tierras de Guadalajara, adentrándonos en su pasado medieval, bien puede comenzar visitando Torija y su espectacular castillo. De singular arquitectura, presenta una belleza poco frecuente en estas fortalezas militares. Su magnífico estado de conservación permite conocer a fondo una fortaleza medieval anterior al uso de la artillería y recorrerla por su interior. Sus altas murallas fueron diseñadas para dificultar la escala de los asaltantes, y sus muros no son muy gruesos. Singular es su gran torre principal, casi independiente del resto, que serviría como reducto de última resistencia. En el Patio de Armas se encuentra el CITUG (Centro de Interpretación Turística de la Provincia de Guadalajara). Ocupa un moderno y funcional edificio de cuatro plantas que contiene los elementos museísticos precisos para la óptima comprensión y promoción de la totalidad de los recursos turísticos de la provincia. El Centro cuenta con un nuevo espacio dedicado a la figura del Cid y otro dedicado al Geoparque de la Comarca de Molina–Alto Tajo. En las plantas superiores de la Torre del Homenaje se encuentra el museo del libro «Viaje a la Alcarria» de Camilo José Cela. Abierto en 1995, es, probablemente, el único museo del mundo dedicado exclusivamente a un libro. 

Más vinculado a Rodrigo Díaz es, sin duda, el castillo de Jadraque, que se conoce apropiadamente como el Castillo del Cid, pues aparece citado en el poema épico el Cantar del Mío Cid, en cuyas páginas se hace referencia a este castillo junto con otras localidades de la actual Guadalajara. Está situado en un alto cerro del que Ortega y Gasset aseguró con vehemencia que era «el más perfecto del mundo», y se alza imponente sobre el valle que abre el curso medio del río Henares. La verdad es que no queda gran cosa, salvo los muros exteriores, pero la vista desde ahí es espectacular. Una actuación reciente permite bordear todo el recinto apreciando el paisaje en todas direcciones. En ocasiones, se celebran allí cenas medievales. No puede abandonarse el lugar sin degustar en alguno de sus restaurantes el cabrito asado al horno de leña con salsa jadraqueña. 

A poca distancia se encuentra Atienza y su castillo, apenas reducido a una singular torre sobre una peña, que no cuenta ninguna hazaña del Cid, todo lo contrario, ya que el Campeador y sus mesnadas pasaron sigilosamente de noche por sus alrededores ya que la consideraron “peña mui fuert. De esta fortaleza se conserva, principalmente, su gran torre del homenaje, y la puerta de acceso, con arco de medio punto, ubicada junto a un torreón de planta cuadrada. En el patio se encuentran dos aljibes tallados en la roca, uno de ellos con parte de la bóveda de ladrillo que lo cubría. 

Sin embargo, Atienza merece una visita detenida por su rico patrimonio, buena parte del cual puede verse en sus tres museos, cifra sorprendente teniendo en cuenta que la villa cuenta con menos de 500 habitantes, y en sus calles, que aún rememoran buena parte de su pasado medieval. Bajo la silueta del castillo, siempre dominante, el tiempo parece haberse detenido en las empinadas calles, en sus iglesias de origen románico, o en las plazas con soportales, típicamente castellanas. Esta villa medieval conserva la estructura urbanística y el sabor arquitectónico de los tiempos en que constituyó un estratégico lugar fronterizo entre las posesiones cristianas y musulmanas. Su casco histórico está declarado Bien de Interés Cultural y en él destacan las iglesias románicas de la Santísima Trinidad, San Bartolomé, San Gil y de Nuestra Señora del Val. En arquitectura civil, destaca la singular Casa del Cordón y el hospital o convento de Santa Ana, además de las numerosas casonas blasonadas del siglo XVI. En memoria del salvamento hecho del infante Alfonso VIII, se celebra cada año La Caballada de Atienza, que tiene lugar el domingo de Pentecostés. 
 

Sigüenza (Guadalajara).

Espectacular Sigüenza 
 
Buena muestra de la riqueza natural de esta zona de Guadalajara, es Pelegrina y el Parque Natural del Río Dulce, uno de los lugares favoritos de Félix Rodríguez de la Fuente para filmar miles de tomas de «El Hombre y la Tierra». Contemplar el horizonte desde el mirador, construido por suscripción popular en homenaje al precursor del ecologismo, nos transporta a la naturaleza más salvaje, donde las águilas imperiales y los lobos son los protagonistas. El Barranco del Río Dulce se abre espectacular sobre un cielo colmado de águilas imperiales y perdiceras, buitres, halcones peregrinos y alimoches. Como suspendidas en el cielo, sobrevuelan majestuosas las rocas del barranco donde construyen sus nidos. Una visita imprescindible.  

Apartándose de nuevo de la ruta histórica del Cid, hay que acercarse a Sigüenza, hermosa ciudad cuyo excelso patrimonio arquitectónico fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1965. El castillo –actualmente Parador de Turismo–, la catedral y la Plaza Mayor son los tres puntos de obligada visita de la ciudad, si bien las calles de Sigüenza están repletas de edificios civiles y religiosos de gran belleza. El castillo fue construido tras la invasión árabe en el siglo VIII. Se conservan importantes restos de las murallas, cuyas puertas y torres arrancan de la antigua alcazaba árabe. La catedral, iniciada en 1130, es románica, aunque se desarrolló después siguiendo los cánones del gótico. Su aspecto exterior es el de una fortaleza medieval con torres y pórtico románicos y un impresionante rosetón. Alberga en su interior el sepulcro de Martín Vázquez de Arce, conocido como El Doncel de Sigüenza, espectacular sepultura de finales del siglo XV y, probablemente, la única en la que el muerto tiene los ojos abiertos y está leyendo un libro, un buen homenaje a la lectura y a ese objeto en vías de desaparición. Destacan también la sacristía de las Cabezas, obra de Covarrubias, y su claustro, el coro con sillería gótica y una importantísima colección de arte entre la que se encuentra una Anunciación de El Greco o la Inmaculada de Zurbarán. 
 
Hay una Sigüenza renacentista y barroca que se imprime en las calles y plazas, que se refleja en palacios y casas, que se percibe en conventos y ermitas. Esta Sigüenza se encuentra en la Plaza Mayor o el Barrio Humanista, en la casa Plateresca o el Palacio Episcopal, en el Convento de San Francisco o Nuestra Señora de los Huertos… y en cada uno nos detendrá el paso la observación de sus fachadas, la visita interior o el descanso bajo las arquerías. 

 

 

En la Plaza Mayor o del mercado, de estilo renacentista y urbanizada en 1484-1494, destacan las casas de los canónigos, con balconadas y galerías, el Ayuntamiento y la Puerta del Toril. Es un lugar muy agradable, con algunas terrazas, en las que tomar el aperitivo y la bebida típica, el Fino Seguntino, elaborada con gaseosa (a ser posible de la marca Segontia), vermú rojo (a ser posible de Reus, como el original) y un toque de espuma o fuerza de la cerveza. Otros puntos de interés son la iglesia románica de San Vicente, la parroquia de Santiago, el Seminario, la Casa del Doncel, la posada del Sol, la iglesia de las Ursulinas, el colegio de la Sagrada Familia, la casa del Arcediano, el Humilladero de la Vera Cruz y el colegio de Infantes. Curiosamente, en Sigüenza se encuentra un magnífico restaurante con estrella Michelin, se trata de El Doncel, que manejan los hermanos Enrique y Eduardo Pérez y que, como indicaba el jurado que les concedió la estrella: “desde la honestidad y la delicadeza saben brindar una cocina de intensísimo sabor…” 
 
Más información: 
www.dguadalajara.es 
turismoenguadalajara.es 
www.caminodelcid.org