En el rezo del Padre Nuestro, siempre me detengo mentalmente en “y perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. Tal vez porque es difícil requiere entrenamiento, discernimiento y capacidad de reflexión.
Y no es es un tema religioso o prioritario del catolicismo, otras religiones buscan la tolerancia y compasión desde otros ángulos pero con el mismo fin. Entender al otro, ayudar al otro, sumar al otro a nuestras vidas.
Reconocer a los demás con sus aciertos y perdonar sus desaciertos es la clave para que podamos hacer y vivir un mundo mejor. Desde la vida diaria , el trabajo, la política es menester reconocer al otro y valorarlo.
Nadie puede hacer siempre todo mal y transformase en el enemigo a vencer.
Reconocer y valorar al otro desempeña un papel preponderante en nuestro quehacer cotidiano. Es el principal oficio de nuestra vida. Es la primera condición para saber vivir y poner las bases de una convivencia pacífica. Es obligación moral de la humanidad y deber espiritual de cada uno de nosotros valorar los buenos desempeños y los aportes de nuestros semejantes.
Debido a la creciente incidencia de actitudes ególatras y envidiosas, que más se fijan en los fallos que aciertos de los demás y que, con las excepciones de rigor, que caracterizan a los seres humanos, resulta valioso no ser jueces injustos y por tanto aprender a reconocer las cualidades que permiten brillar a los demás, por sus talentos, destrezas y competencias, alegrándonos de sus triunfos e ilustrarnos de sus conocimientos.
En esta época que el mundo vive una situación muy difícil, debemos encauzar inagotablemente la inquietud de las generaciones nuevas para el cambio de comportamientos.
Hace falta en el mundo de hoy alcanzar el sentido de la vida con humildad, pasión, candor, madurez y con un corazón libre de codicias y mezquindades.
Omar Romano Sforza