Pamplona y su diverso patrimonio cultural

Juan Manuel Castañeda Chávez .Octubre 24, 2017

 

Aunque los famosos encierros de San Fermín y la figura de Hemingway parezcan ser   lo más representativo a la hora de nombrar Pamplona, la buena noticia es que la ciudad ofrece mucho más que aquellas dos referencias que, eso sí, parecen estar constantemente presentes.

La actual capital de Navarra, Pamplona, es una ciudad importante que debe su nombre porque en sus orígenes, allá por el año 74 a.C., fue un reducto donde acamparon, compartiendo vecindad con asentamientos vascones, las tropas del general romano Pompeyo. A partir de entonces muchas culturas se situaron allí incluyéndose también la presencia judía y musulmana.

El centro histórico mantiene las estructuras de tres amurallados burgos contiguos que datan de la edad media baja; Navarreria de procedencia vascon, San Cernín de predominio francés y San Nicolás, de origen mixto, que luego de un cruento enfrentamiento deshabitaron la zona hasta que en 1423 Carlos III dispuso la demolición de las murallas y la unión de los tres burgos, iniciándose desde entonces una plural convivencia. Al pasear por sus calles claramente se pueden distinguir aquellos contornos.

En justamente en el punto intermedio, entre los otrora burgos, donde está ubicado el Consistorio, lugar emblemático donde cada año, a través del llamado chupinazo, se dan inicio a los Encierros de San Fermín, pero también es el espacio central del casco histórico, plagado de edificios de diversas etapas arquitectónicas como la Catedral, iglesias, palacios, plazas y museos que evidencian su propio devenir histórico.

Un rasgo singular resaltante es que enclavado dentro de la ciudad se encuentran un conjunto de imponentes fortificaciones militares edificadas entre los siglos XVI y XVIII y que actualmente se conservan como áreas verdes y parques integrándose plenamente en el urbanismo sostenible de la ciudad.

 

 

 

 

 

 

 

La Ciudadela Fortificada.

Estas murallas militares, cual fortaleza inexpugnable, nunca fueron tomadas por las armas convencionales excepto por un episodio entrecomillado que ennoblece la singular historia de la ciudad conocido como La Batalla de las bolas de nieve que aconteció en 1808 cuando Napoleón, en teoría, entraba a España con la sola intención de llegar a   Portugal. Cierta mañana de febrero los soldados franceses, jugando, iniciaron una batalla de bolas de nieve que se intensificó a tal punto que los guardias del recinto amurallado, más atentos al desarrollo de este níveo juego, descuidaron sus posiciones, circunstancia aprovechada por las tropas napoleónicas para hacerse con el control de la fortificación en una ocupación que duro cinco años.

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Extraviándonos entre las encantadoras calles de la ciudad, accedemos a la Plaza del Castillo, donde su arquitectura nos desvela algunos datos interesantes para entender la urbe. El Palacio de Goyeneche, construcción del siglo XVII, perteneció a una importante familia navarra y además configura un episodio de los muchos que cimentaron el concepto de Iberoamérica, ya que sus descendientes directos se trasladaron al entonces Virreinato del Perú y asentándose en Arequipa, se convirtieron en personajes relevantes de la sociedad, legando a su vez excelsas construcciones arquitectónicas de sillar volcánico que también llevan el nombre Goyeneche.

En los solares de la Plaza del Castillo se encuentran el bar Iruña, donde el escritor Ernest Hemingway compartía interminables tertulias, y el Hotel La Perla, adonde llegó en 1923 como corresponsal de prensa; noble oficio que parece haber tenido su edad de oro en el Siglo XX, pero cuya aguda mirada contrastante de las diversas realidades sigue siendo imprescindible para entender la complejidad del mundo actual. Quien llegaría a ser premio Nobel de Literatura escribió su primera novela llamada Fiesta inspirado en el frenético trajín de los Sanfermines.

Esta es una celebración de origen medieval en la cual, al anochecer, se trasladaban los astados de lidia de los corrales a la improvisada plaza de toros. En cierta ocasión, según cuentan las crónicas, los carniceros decidieron correr delante de los toros en este breve pero intenso trayecto y fue así como nació este tradicional encierro que hoy en día es un reclamo turístico mundial.

En Pamplona la tradición va de la mano con la modernidad, muy presente en la ciudad, y la Universidad de Navarra cumple acertadamente su función como engranaje en la proyección social hacia el futuro. En su museo se halla un valioso patrimonio artístico y cultural donde se puede admirar la colección del fotógrafo José Ortiz Echagüe, quien a través de sus miles de negativos supo retratar el costumbrismo de los pueblos de España y constituye un reflejo de las cambio de las sociedades. Además el museo conserva piezas de artistas universales como Picasso, Chillida, Kandinsky o Antoni Tàpies, cuya obra L’esperit català (El espíritu catalán)contiene claras referencias a la democracia, la convivencia y la libertad, ideales todos ellos que hoy en día parecen haberse distorsionado.

Lo que no se ha distorsionado, sino que está en permanente transformación, son los Pintxos, bocadillos gastronómicos excelsamente elaborados acompañados por el reconocido vino blanco llamado Txacolí, ambos términos provenientes del Euskera, y que representan solo una parte de la tradición gastronómica local, que, sin duda, es parte ineludible del diverso patrimonio cultural de Pamplona.

Artículo  publicado en

Sin Fronteras.Tu diario regional.

Arequipa. Perú. 24.10.2017