Madrid, España – (Blog do Pícaro) – La literatura es un colchón para sobrevivir ante a la soledad y el miedo. La lectura engrandece la mente y arrincona los malos pensamientos.
Por Jairo Máximo
Libido mental
La novela La casa de las bellas durmientes, del japonés Yasunari Kawabata, desasosiega. Narra la historia del anciano Eguchi, de sesenta y siete años, que visita regularmente un atípico burdel donde el programa de la casa consiste en acostarse con jóvenes vírgenes desnudas que duermen un profundo sueño provocado. Al cliente solo le está permitido contemplar a la joven durmiente narcotizada. El sexo carnal es un sacrilegio.
“No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada. (…) −Y le ruego que no intente despertarla, aunque no podría, hiciera lo que hiciese. Está profundamente dormida y no se da cuenta de nada –la mujer lo repitió−: Continuará dormida y no se dará cuenta de nada, desde el principio hasta el fin. Ni siquiera de quién ha estado con ella. No debe usted preocuparse”, explica la madame a Eguchi de como él debe comportarse durante su estancia en la casa hasta el amanecer.
Al llegar al discreto burdel, “el lugar era como una casa encantada en medio del silencio y la soledad”, escribe Kawabata, Eguchi recibe dos píldoras sedantes que le proporciona la madame: “para superar la melancolía y la soledad de la vejez”.
A continuación, se acuesta al lado de la joven narcotizada y se dedica a contemplar con contención cada detalle de su cuerpo desnudo, al mismo tiempo que rememora su relación con las mujeres de su vida −esposa, madre, amante, hijas− y medita sobre sexualidad y muerte.
“No cabía duda de que la chica estaba aquí por dinero. Tampoco cabía la menor duda de que para los ancianos que pagaban este dinero, dormir junto a semejante muchacha era una felicidad fuera de este mundo. Como la joven no se despertaría, los viejos huéspedes no tenían que sentir la vergüenza de sus años. Eran completamente libres de entregarse sin limitación a sueños y recuerdos de mujeres. ¿No era eso por lo que no dudaban en pagar más que por mujeres despiertas?”.
Ler y sentir. En La casa de las bellas durmientes (1961) Kawabata explora con sutileza y elegancia la soledad y los aspectos que rodean la sexualidad humana. Retrata los sentimientos más profundos del ser humano con una escritura concisa, clara y directa. Sus descripciones de las bellas durmientes narcotizadas, de la luz tenue del ambiente, del aire que sopla fuera del recinto, de la inquietud del espíritu humano, son extraordinarias. Está considerada como una de las creaciones más valiosas de la literatura japonesa.
He aquí tres fragmentos de La casa de las bellas durmientes:
“Sus senos parecían bellamente redondeados. Un extraño pensamiento le asaltó: ¿por qué, entre todos los animales, en el largo curso del mundo, sólo los pechos de la hembra humana habían llegado a ser hermosos? ¿No era para gloria de la raza humana que los pechos femeninos hubiesen adquirido semejante belleza?”.
“Era una casa frecuentada por ancianos que ya no podían usar a las mujeres como mujeres; pero Eguchi, en su tercera visita, sabía que dormir con una muchacha semejante era un consuelo efímero, la búsqueda de la desaparecida felicidad de estar vivo”.
“Aún no había tomado las píldoras sedantes. Dio una ojeada a su reloj, que estaba junto a ellas. Eran las doce y media. Las tomó en la mano. Pero parecía una lástima dormir esta noche, cuando no sentía nada de la melancolía y la soledad de la vejez”.
Japonés transcendental. En el prólogo de La casa de las bellas durmientes, el escritor japonés Yukio Mishima, escribió: “Entre las obras de los grandes escritores hay algunas que podrían llamarse del anverso o exterior, con su significado en la superficie, y otras del reverso o interior, con el significado oculto; o también podríamos compararlas con el budismo exotérico y esotérico. En el caso de Yasunari Kawabata, País de nieve pertenece a la primera categoría, mientras La casa de las bellas durmientes es, sin duda alguna, una obra maestra esotérica”.
Kawabata fue mentor y difusor de Mishima con quien mantuvo una profunda amistad. Hoy en día Yukio Mishima (1925-1970) está considerado uno de los más grandes escritores de Japón del siglo XX.
Para el escritor peruano Mario Vargas Llosa, La casa de las bellas durmientes “deja en el ánimo del lector la sensación de una metáfora cuyos términos no son fáciles de desentrañar”. Además, el colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014), confesó (con reticencias) que su última novela Memoria de mis putas tristes (2004) está inspirada en La casa de las bellas durmientes.
Yasunari Kawabata nació en Osaka en 1899. Fue el primer japonés que ganó el premio Nobel de Literatura en 1968, “por su maestría narrativa, que expresa con gran sensibilidad el espíritu japonés”. En 1972, casi dos años después del espectacular y sangriento suicidio de su amigo Mishima, Kawabata se retiró al pequeño estudio que tenía junto al mar, en Zushi, y allí, sin la menor publicidad, se quitó la vida.
La casa de las bellas durmientes es la obra más conocida de Kawabata. “Magnífica pero profundamente perturbadora”, opina con unanimidad la crítica literaria occidental.●
Transcendencia milenaria
“La vida es un gran rio, todo pasa, todo se olvida, todo regresa”. (Lao-Tsé)
El enigmático libro Tao Te King, de Lao-Tsé, la biblia del taoísmo, doctrina religiosa y filosófica fundada en China por Lao-Tsé en el siglo VI a.C. puede ser considerado como una guía para vivir espiritualmente bien. Es el libro más antiguo de la literatura china.
“Es un libro corto: 81 artículos, con él se inicia como fuente histórica, la doctrina Taoísta, con el significado de Libro del Camino y de la Virtud. Su objetivo es aproximar al misterio del Tao a todo creyente taoísta que desee perfeccionarse pudiendo alcanzar el grado de hombre sabio o santo y en último término ascender a la categoría de los Inmortales. También aconseja a los gobernantes para regir de forma sabia, justa y eficaz”, aclara la editorial en el prólogo de la obra.
El Taoísmo es una de las tres religiones de China, basada en el tao o absoluto, la fuerza o causa primordial de la existencia del Universo y la razón de ser de todas las cosas.
Lectura para comprender. Tao Te King es el libro más famoso de la China antigua, además de ser el más comentado y el más traducido. “En China la filosofía de la naturaleza y la visión del mundo están impregnadas del pensamiento taoísta, y así muchos artistas, pintores, calígrafos y hasta jardineros han usado este libro como fuente de inspiración. Su influencia se ha extendido también más allá del Lejano Oriente, ayudada por las muchas traducciones diferentes del texto a lenguas occidentales”, puntualiza el prólogo de la obra.
Cuando Lao-Tsé habla del Tao, cuida de alejar todo aquello que pueda dar una idea de algo concreto. Lo sitúa en un plano que es completamente distinto a todo aquello que pertenece al mundo.
“El Tao es energía, movimiento y cambio constante (…) El Taoísmo recomienda cultivar la armonía, la moderación, la flexibilidad y la conservación. Procura conocer lo masculino para atenerte a lo femenino, es su máxima. La muerte es consecuencia de la separación del Yin, principio pasivo del universo, relacionado con la tierra, la oscuridad y el frío; y el Yang el principio activo, asociado con el cielo, la luz y el calor”, sintetiza el prólogo de la obra.
La historia de Lao. Lao-Tsé, filósofo, poeta, historiador y bibliotecario de la Casa Real, conocido también como Lao Zi, es el fundador del taoísmo, una escuela de sabiduría china centrada en el antiguo concepto de “camino”, el Tao. Según diferentes estudiosos, él nació en 571 a.C. y es natural de la aldea de Quren, en el municipio de Li, del distrito de Chu (en la actualidad distrito de Lu yi, en el este de la provincia de Henan). La leyenda “quiere” que el padre de Lao-Tsé estuviera soltero hasta una edad avanzada, casándose más tarde con una mujer no demasiado joven, la cual quedó embarazada, no de su esposo, “sino de la Luz, durando su embarazo ochenta años, al cabo de los cuales dio a luz al niño bajo un ciruelo”.
Actuar en consonancia. Cada uno de los 81 artículos −breves y profundos− que componen Tao Te King, libro fundamental del Taoísmo, es un aprendizaje para entenderse a sí mismo y vivir en armonía con la naturaleza.
He aquí cuatro artículos de Tao Te King:
(Art. VII). El cielo es eterno y el mundo es persistente. Ambos son constantes y permanentes. No viven para sí mismos y por eso pueden existir largamente. También el sabio es así: se posterga a sí mismo, y su yo no se manifiesta. Se excluye a sí mismo, y por eso se conserva. ¿No es acaso por no querer nada que lo posee todo? Así es como puede cumplir esos mismos deseos.
(Art. XXXIII). Quien conoce a los demás, es lúcido. Quien se conoce a sí mismo, es sabio. Quien vence a los demás, tiene fortaleza. Quien se vence a sí mismo, es fuerte. Quien tiene vigor, tiene voluntad. Quien se conforma, es rico. Quien conserva su lugar, vive largamente. Quien no sucumbe con la muerte, es eterno.
(Art. LXXI).El no saber es lo más elevado. No saber lo que es saber, es padecer. Si padeces por el mal (o por defecto), por lo mismo no lo tendrás. El sabio no padece porque sufre por el mal (o por defecto), por eso el mal no lo padece.
(Art. LXXV) Que el pueblo pase hambre ocurre porque sus gobernantes imponen demasiados tributos. Por ello está hambriento. Que el pueblo sea difícil de gobernar ocurre porque sus gobernantes mandan demasiado. Por ello es difícil de gobernar. Que el pueblo desprecie a la muerte ocurre porque sus gobernantes buscan con demasiada ansiedad la plenitud de la virtud. Por ello la toman a la ligera. Quien no obra para conservar la Virtud, es mejor que aquel que se afana por tener él alta estima.●
Desasosiego latente
En 1987 al finalizar una entrevista con el publicista brasileño Carlito Maia, él me regaló un ejemplar del Libro del desasosiego, de Bernardo Soares, uno de los heterónimos del escritor y poeta portugués Fernando Pessoa. Al momento me quedé feliz y sorprendido. Feliz, porque en aquél momento desconocía esta nueva obra de Pessoa, y sorprendido, por quien me la regalaba.
Cada uno de los heterónimos que utilizó Fernando Pessoa − Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares o Ricardo Reis−, tenía una personalidad concreta y un estilo literario distinto.
Según el propio Fernando Pessoa, Bernardo Soares era “ayudante de guarda-libros en la ciudad de Lisboa”.
“Vivimos todos, en este mundo, a bordo de un navío zarpado de un puerto que desconocemos hacia un puerto que ignoramos; debemos tener los unos con los otros una amabilidad de vieja”. (Bernardo Soares)
En 1982 apareció Libro del desasosiego, compendio de apuntes, aforismos, divagaciones y fragmentos del diario que Pessoa dejó al morir. Es su obra más conocida fuera de Portugal y la cuál nunca ha tenido forma definitiva. Es una obra mutante por excelencia. Permite diferentes interpretaciones y composiciones. Puede ser leída por fragmentos, en función del estado de ánimo del lector, e incluso al revés. Cada pensamiento de Bernardo Soares es un nuevo mundo por descubrir. Sus impresiones sobre la vida, la sociedad, el amor, el sexo, la mar, la melancolía, conforman la obra. Bernardo Soares es la más literaria de las personalidades de Fernando Pessoa.
“Disfruté anticipadamente el placer de ir, una hora para allá, una hora para acá, viendo los aspectos siempre diferentes del gran río y de su desembocadura atlántica”. (Bernardo Soares)
Van Gogh literario. “Fernando Pessoa ha escrito mucho y publicado poco. Solo Mensaje y sus poemas en lengua inglesa fueron editados en forma de libro durante su vida. Cuando murió lo que más se conocía de su autoría eran poemas, artículos y manifiestos dispersos en periódicos o folletos. Sin embargo, a lo largo de toda su existencia, él fue guardando en un arca, una grande cantidad de textos inéditos. (…) Poco a poco se ha ido conociendo el contenido que albergaba el arca: las obras completas de los heterónimos Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis, los poemas de Fernando Pessoa “él mismo”, los textos en prosa sobre arte, literatura, filosofía, política, las piezas dramáticas, los “cuentos de raciocinio”. La obra se ha abultado y su autor se ha agigantado. Y, cuando pensábamos que el arca estaba a punto de vaciarse, hemos tenido la revelación integral, en 1982, de este Libro del desasosiego, escrito por Bernardo Soares”, constata Leyla Perrone-Moisés, en el texto de introducción a la edición brasileña publicada en 1986.
Entre los 27.543 papeles que constituyen el espolio de Pessoa, almacenados en su arca, se encontraban cinco grandes sobres con la indicación precisa de que su contenido se destinara al Libro del desasosiego. Son textos que se han acumulado desde antes de 1913 hasta su muerte en 1935. Algunos de eses originales están fechados y otros no. “Ese extenso material se presentaba bajo varias formas, desde el texto ya impreso o la pagina dactilografiada y revisada, hasta un trozo de papel escrito deprisa y casi ilegible; sin hablar en las superposiciones transversales de caligrafía sobre dactilografía, o aun en los manuscritos con trozos dispuestos en las cuatros direcciones de una página”, revela el texto de introducción al Libro del desasosiego.
“Un barco nos parece el objeto cuyo fin es navegar, pero su fin no es navegar: es llegar a un puerto. Nosotros nos encontrábamos navegando sin la idea de qué puerto nos debía acoger. Reproducíamos, en versión dolorosa, la fórmula aventurera de los argonautas: navegar es preciso, vivir no lo es”. (Bernardo Soares)
Para el crítico literario y ensayista portugués Jacinto do Prado Coelho (1920-1984), autor de Diversidad y unidad en Fernando Pessoa (1963), “el Libro del desasosiego es uno de los muchos proyectos concebidos por Fernando Pessoa en el periodo de excepcional creatividad que precede y comprende el lanzamiento de la revista Orpheu (1915) – proyectos que deberían ocuparlo o atraerlo prácticamente toda su vida”.
Revelando Pessoa. Fernando Antonio Nogueira Pessoa, poeta y escritor, nació en Lisboa en 1888. Está considerado como uno de los más importantes nombres de la literatura mundial. Su obra es una de las más originales de la literatura portuguesa. En 1935 murió en Lisboa.
“El muelle, la tarde, el olor del mar, entran todos, y entran juntos, en la composición de mi angustia”. (Bernardo Soares) ●