Sin fatiga literaria (y IV)

Madrid, España – (Blog do Pícaro) – La lectura encadenada* de diferentes géneros literarios agudiza el sentido sensorial e incita a reflexionar.  

*Lectura encadenada: 12 obras.

Sin fatiga literaria (I) Encuentros – escritores y artistas, Stefan Zweig;  Orwell, Pierre Christin y Sébastien Verdier y Los casos del comisario Collura, Andrea Camilleri.

Sin fatiga literaria (II) Encuentro con el Otro, Ryszard Kapuscinski; Dublinés, Alfonso Zapico y El árbol de los haikus, Albert Liebermann.

Sin fatiga literaria (III) La casa de las bellas durmientes, Yasunari Kawabata; Tao Te King, Lao-Tsé y Libro del desasosiego, Bernardo Soares (Fernando Pessoa).

Por Jairo Máximo

Curar herida

Maus – relato de un superviviente, de Art Spiegelman

Así que saltó la noticia que miembros de la junta escolar del condado McMinn, en Tennessee (EE UU), sacaban del temario escolar de los alumnos de 13-14 años la novela gráfica Maus─relato de un superviviente (1980), del historietista Art Spiegelman, decidí releer la obra. Los argumentos para imponer la prohibición del cómic son peregrinos. Ni Freud se lo explica… Maus plasma la lucha por la supervivencia de los Spiegelman ─una familia judía polaca─ ante el Holocausto nazi en la Polonia ocupada.

Para la junta escolar vetar la novela gráfica (eufemismo del marketing estadounidense para referirse al cómic), “bastaron ocho palabrotas y un desnudo» revela Spiegelman. “Se ve a mi padre dejar a una novia que tuvo antes de casarse, y esta se tira al suelo y se agarra a las piernas de él. En la otra está mi madre ─también judía y superviviente del Holocausto─, justo después de cortarse las venas. La dibujé muerta en el agua caliente de la bañera. Un pequeño punto negro representa un pezón. Creo que eso solo puede ofender a alguien que haya llegado a los 14 años sin ver un punto negro antes en su vida”.

Maus fue publicada por primera vez en capítulos, con variaciones, entre 1980 y 1991. Es brutal y poética al mismo tiempo. Es la única novela gráfica galardonada con un premio Pulitzer. Desde su lanzamiento no cesó de tener problemas. En Estados Unidos los judíos protestaron en su contra porque mostraba a los suyos como ratoncitos mansos que solo se escondían. En Rusia la han prohibido por considerarla propaganda nazi. En Polonia su publicación se truncó varias veces hasta que un periodista polaco fundó una editorial exclusivamente para editar el álbum. Su osadía generó una quema pública de libros.

Dibujada en blanco y negro, Maus es una mezcla de biografía, autobiografía, ensayo, ficción y crítica política. Está dividida en dos capítulos: «Mi padre sangra historia» y «Y aquí comenzaron mis problemas». Narra sin tapujos los avatares a los que la familia Spiegelman se enfrentó durante los años previos a la II Guerra Mundial hasta el final del Holocausto en 1945, recordado por Vladek Spiegelman, judío polaco superviviente del Holocausto, y padre del historietista.

“Para enseñar lo que sucedió en el Holocausto hay que mostrarlo”, explica Spiegelman, que tardó 11 años en concluir su magistral Maus.

El padre habla. Durante la recogida de testimonios y elaboración de la historia,  el autor, con mucho tacto y amabilidad, consigue que su padre hable sobre los pormenores de sus vivencias y las de sus familiares, además de su paso por un campo de exterminio durante el nazismo en la Polonia ocupada.

A cuentagotas Vladek Spiegelman va recordando… «Fui cabo del ejército polaco. Carpintero en Alemania. Fundidor de oro. Los Spiegelman siempre estuvieron a la defensiva ante el avance del nazismo. En 1943 estuve atrapado en el gueto de Srodula, en Polonia, antes de ser enviado a Auschwitz. Los guardas eran judíos con grandes porras. Actuaban como los alemanes. En el campo de concentración fui sepulturero y enterré a mi delator. A menudo jugábamos al ajedrez para distraer la mente y pasar el rato. Yo hacia las piezas con migas de pan y piedras. Las madres polacas para asustar a los niños decían: «cuidado, que un judío te meterá en un saco y te comerá». Las cosas iban siempre un poco peor”.

El hijo dibuja. Frente a ese doloroso desafío profesional ─dibujar la historia de su familia judía en un contexto universal─ Spiegelman consiguió crear un cómic  transcendental. El padre recordó. El hijo oyó. El artista dibujó. En las conversaciones con su progenitor él fue descubriendo la desconocida historia de su familia que enlaza con uno de los capítulos más siniestros de la historia contemporánea. Ascenso del nazismo, Holocausto y II Guerra Mundial.

Para distinguir un grupo social de otro, Spiegelman animalizó los personajes. Los judíos, ratones. Los nazis, gatos. Los polacos no judíos, cerdos. Él no endulza los hechos solo los dibuja. “Cuando lees el libro completo te queda claro que Maus está construido como una metáfora autodestructiva, que además es estúpida. Es la metáfora de Hitler”, aclara.  

Transformado en uno de los protagonistas de la historia, el premiado historietista estadounidense Art Spiegelman (1948, Estocolmo, Suecia), confiesa en una viñeta del álbum que muchas veces tuvo dudas en seguir adelante con la elaboración del cómic. “No me siento capacitado para reconstruir una realidad que es peor que mis sueños más funestos”. En otra viñeta sintetiza: “La realidad es demasiado compleja para los cómics”.

Como consecuencia a la censura el cómic batió récord de ventas en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos.»Lo que no saben es que prohibir libros solo enciende el interés por leerlos», asegura el dibujante.

“Todas esas cosas de la guerra, intenté borrarlas de mi cabeza de una vez por todas… Hasta que tú me las recordaste”, dijo el padre Vladek al hijo Art en la magna novela gráfica de culto Maus. •

                                                    La pereza es política

El poeta y ensayista británico W.H. Auden decía: «Hay libros que han sido injustamente olvidados; ninguno es injustamente recordado”.

El libro El derecho de la pereza, de Paul Lafargue, publicado por primera vez en 1880 en Inglaterra tiene este perfil. Es una obra sobresaliente. Denuncia las «espantosas consecuencias» del trabajo asalariado y del trabajo en general, pero sobre todo del «amor» al trabajo que se ha apoderado de la mente de los propios trabajadores.

Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, defiende que el derecho a la pereza es sagrado. Sorprendentemente, en los albores del siglo XXI, su práctica como arma política está en alza. Es un de los inimaginables efectos secundarios creados por la pandemia de la covid-19. Según el sociólogo danés, Christian Albrekt Larsen, “actualmente cada vez más gente ve el trabajo asalariado desde un punto de vista puramente instrumental, como una fuente de ingresos a la que se debe dedicar el menor tiempo de vida y energía”.

Música y pereza. En diciembre de 2013 después de asistir en la Residencia de Estudiantes en Madrid al concierto de presentación del disco Las diez de últimas, del cantautor Javier Krahe (1944-2015), le entrevisté y pregunté por qué había escogido el libro El derecho a la pereza para acompañar el disco que presentaba.

«¿Por qué este libro? Porque estoy muy conforme con lo que dice Paul Lafargue. La idea de que hoy nadie hable a favor de lo que él llamaba pereza es desconcertante. Lafargue defiende que el trabajo no es sagrado. Que la vida no es solo trabajo. Que cualquier asalariado no llena su vida con su trabajo. Un camarero, un albañil, un periodista, un transportista no llenan su vida con el trabajo. En fin, el hecho de que haya crisis económica y tanto paro en España me ha llevado a pensar que tenemos que tener en cuenta el punto de vista defendido por Paul Lafargue, el pionero en abordar este tema».

He aquí dos fragmentos de El derecho a la pereza.

“La moral capitalista, lamentable parodia de la moral cristiana, anatematiza la carne del trabajador; su ideal consiste en reducir al mínimo las necesidades del productor, en suprimir sus placeres y sus pasiones, y en condenarle al papel de máquina que realiza un trabajo sin tregua ni piedad”.

«Si la clase obrera, tras arrancar de su corazón el vicio que la domina y envilece su naturaleza, se levanta con su fuerza terrible, no para reclamar los Derechos del hombre, que no son más que los derechos de la explotación capitalista, ni para reclamar el Derecho al trabajo, que no es más que el derecho a la miseria, sino para forjar una ley de hierro que prohíba a cualquier hombre trabajar más de tres horas al día, la Tierra, la vieja Tierra, estremeciéndose de alegría, sentiría agitarse en ella un nuevo universo. Pero, ¿cómo pedir a un proletariado corrompido por la moral capitalista que adopte una resolución viril?

Igual que Cristo, doliente personificación de la esclavitud antigua, los hombres, mujeres y niños del Proletariado suben trabajosamente desde hace un siglo por el duro calvario del dolor. ¡Desde hace un siglo, el trabajo forzado destroza sus huesos, mortifica su carne, atormenta sus nervios; desde hace un siglo, el hambre retuerce sus entrañas y alucina sus cerebros! ¡Oh, Pereza: apiádate  de nuestra prolongada miseria! ¡Oh, Pereza, madre de las artes y las nobles virtudes: conviértete en el bálsamo de las angustias humanas!»

Paul Lafargue (1842-1911) fue periodista, médico, teórico político y revolucionario franco-cubano. Defendió en diferentes foros el derecho a la pereza. En contrapartida, su suegro Marx redactó con Engels el famoso Manifiesto Comunista. Dos pensamientos antagónicos unidos por lazos familiares. ¿Menos trabajo + pereza?

«Seamos perezosos en todo, excepto en amar y en beber, excepto en ser perezosos», decía Lessing, escritor, dramaturgo y crítico de arte del arte alemán de la Ilustración alemana. •

Jugar limpio

El repunte a la afición al juego del ajedrez se dio durante el confinamiento global de 2020 generado por la pandemia de la covid y el estreno mundial de la serie Gambito de dama. Tras dos años de permanente incertidumbre y alrededor de 18 de millones personas fallecidas víctimas del virus global, de pronto entramos en un conflicto bélico. El 24 de febrero pasado el mundo contempló perplejo la brutal invasión rusa a Ucrania ordenada por el déspota Vladímir Putin. Su despiadada jugada  provocó un presente atroz en Europa y un futuro incierto a escala global. Rusia ha tratado a los ucranianos como simples piezas de un juego de poder.

En estos momentos, cuando las bombas rusas continúan cayendo sobre las cabezas de los indefensos ucranios, leer Novela de ajedrez, del escritor austríaco Stefan Zweig, es certificar que la jugada “regreso al pasado” tiene que quedar fuera del actual tablero político porque ocasionó dos guerras mundiales que dejó millones de víctimas. Ese jaque mate mata.

La trama. Durante un viaje en barco de Nueva York a Buenos Aires, el famoso Mirko Czentovic, campeón del mundo de ajedrez, se encuentra con un enigmático contrincante, el señor B, noble vienés que huye de los nazis. Uno de los pasajeros del vapor se acerca a los dos personajes acompañando al lector a la confrontación entre los dos jugadores. La neurosis obsesiva que el señor B tuvo por el ajedrez fue la que le salvó durante su cautiverio en manos de la Gestapo.

La utilización de la metáfora del ajedrez como arma de sobrevivencia, de denuncia del nazismo, de los totalitarismos y de las guerras, utilizadas por  Stefan Zweig es hábil. Incita a pensar.

«Conocía desde luego, por propia experiencia, el misterioso poder de atracción del «juego de reyes», de ese juego entre los juegos, el único entre los ideados por el hombre que escapa soberanamente a cualquier tiranía del azar, y otorga los laureles de la victoria exclusivamente al espíritu o, mejor aún, a una forma muy característica de agudeza mental. (…) ¿No es por azar un vínculo único entre todos los pares de contrarios; antiquísimo y sin embargo siempre nuevo; mecánico en su disposición y sin embargo eficaz tan sólo por obra de la fantasía; limitado a un espacio rígidamente geométrico y a un tiempo ilimitado en sus combinaciones; en perpetuo desarrollo y sin embargo estéril: un pensamiento que no lleva a nada, una matemática que nada calcula, un arte sin obras, una arquitectura sin sustancia, y aun así más manifiestamente perenne en su esencia y existencia que todos los libros y obras de arte, el único juego que pertenece a todos los pueblos y a todas las épocas y del que nadie sabe qué dios lo legó a la tierra parta matar el hastío, aguzar los sentidos y estimular es espíritu?», escribe el narrador.

Novela de Ajedrez (1943), es la más famosa novela de Stefan Zweig y, la última que escribió. Fue traducida a decenas de idiomas, adaptada al cine y al teatro. Es una obra maestra de la literatura del siglo XX.

Estrella errante. Stefan Zweig, escritor enormemente popular que tenía una sorprendente habilidad narrativa para profundizar en los más hondos entresijos del alma humana. Nació en 1881 en Viena y en 1942 se suicidó en Petrópolis, Brasil. Los dramas personales y psíquicos que genera los totalitarismos están en muchas de sus obras, en particular en la magnífica Novela de Ajedrez. •