Podar de raíz

Por Jairo Máximo

Madrid, España – (Blog do Pícaro) – Al encontrar en el escaparate de una pequeña librería madrileña el libro Futbolistas de izquierdas, del periodista  Quique Peinado, al momento me sentí atrapado por su portada; una imagen de Sócrates, jugador de fútbol brasileño de extraordinaria calidad. Y antes de que empiece la 22ª edición del Mundial de Fútbol, en Qatar, un país ajeno a la mejor tradición futbolística aunque activo económicamente en los despachos de los grandes clubes a nivel global, leí con interés la reedición actualizada de la obra (2022) que añade dos capítulos inéditos.

Futbolistas de izquierdas (Fuera de Ruta) narra la trayectoria profesional de diversos futbolistas simpatizantes de las izquierdas políticas y causas sociales. En el texto de presentación, el autor aclara: «Es solo un libro de relatos de jugadores de fútbol profesionales que tomaron una opción política públicamente». Para la editorial, «es un proyecto de pasiones, por el fútbol y por la política, pero sobre todo por la vida».

De poco pensar. Actualmente la mayoría de los futbolistas famosos juegan en la derecha política y no lo saben. Forman parte de un gremio de jóvenes que se hacen multimillonarios de la noche a la mañana y que transitan en un entorno donde la cultura política brilla por su ausencia. Solo piensan en su economía personal y en como inundar las redes sociales de autopromoción. Escasea la conciencia política y social. Son ídolos sin causa. Todo lo inunda el negocio.

En el siglo XX y principios del XXI, lo que más le importaba al futbolista en ascenso era el porvenir de su carrera profesional y el bienestar familiar. Había excepciones. Aquellos que también pensaban en política y en cómo ayudar a los más necesitados desde el centro del césped. Sabían que el  fútbol mueve multitudes; para el bien o para el mal.

En el prólogo de Futbolistas de Izquierdas, El Gran Wyoming, humorista, músico, presentador de televisión y médico, constata: «Este libro rinde tributo a los pocos futbolistas que se significaron, es decir, que un día dijeron lo que pensaban. Por raro que parezca hay personas que aman la libertad y no se quedan ahí: hacen uso de ella. (…) Rindamos gloria a este puñado de hombres justos. Anecdóticos según las estadísticas, pero necesarios, imprescindibles, que engrandecen al ser humano frente a esa oligarquía hipócrita, cruel, déspota y dispuesta a todo por satisfacer su ambición desmedida”.

La lectura de las 475 páginas substanciosas del libro es una gozada, para los amantes y detractores de este deporte. Es apta para todos los públicos. No defrauda. Reúne futbolistas de izquierdas que han sido referentes en el campo y fuera. Rememora hechos. Cuenta anécdotas. Deja hablar a los protagonistas de sus gestas políticas pasadas.  

Jugar y actuar. En la lista de los «convocados» por Quique Peinado, encontramos: Josean de la Hoz, Caszely, Sócrates, Afonsinho, Sarriegi, Lucarelli, Ergic, Pagola, Guarrotxena, Lienen, Ippig, Olsen, Thuram, Aeschbacher, Tamburrini, Tommasi, Cappa, Ainhoa Tirapu, entre otros. Deportistas que utilizaron el fútbol para entretener con arte a los aficionados y que aprovecharon su visibilidad pública para solidarizarse con los oprimidos. Cada remate de ese histórico equipo siempre será recordado y celebrado como un gol social con clase.

«Nada hay en la pelota de fútbol que convierta al deportista en un conservador. Sin embargo, y desgraciadamente, sí parece que haya una relación de causalidad entre las condiciones materiales de vida de los futbolistas profesionales y su pasotismo político, es decir, su inercia intelectual que los lleva a la defensa del status quo», escribe en el epílogo Alberto Garzón, economista y actual ministro de Consumo.

«No soy un atleta. Soy un artista», sostenía Sócrates.

Crac y Doctor Sócrates. Es apasionante el capítulo titulado El fútbol (y el mundo) que soñamos, dedicado al místico Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira (1954-2011) que se enfrentó a pecho descubierto a la dictadura militar brasileña. Informa con precisión sobre el ciudadano Sócrates, uno de los líderes de la llamada Democracia Corinthiana, un experimento deportivo/político en el cuál los jugadores decidían todo. Los jugadores se reunían y democráticamente, por mayoría, votando, decidían el método de trabajo, los sistemas de juego, los horarios de entrenamiento y la distribución del dinero. Una autogestión colectiva del club por parte de todos sus estamentos.

“Siempre en la oposición se encontraba el portero Emerson Leão, del que decían que simpatizaba con el régimen militar. Leão se abstenía en las votaciones y consideraba que la plantilla vivía bajo los caprichos de los cuatro rojos. Muchos le escucharon en el vestuario. Fue una de las razones para el final de la Democracia”, escribe Quique Peinado.

El prometedor intento de autogestión duró entre 1982-1984. Fue un éxito sin parangón. Tiempo suficiente para certificar que la gestión del fútbol fuera del control de los despachos es posible. «El jugador dicen que solo tiene que jugar. No puede pensar, ni participar, nada. No puede ir a un bar a tomar una cerveza con amigos, no puede ir a ver un show, una película, y mucho menos tener una opinión política. Porque todos saben que el jugador tiene una tremenda ascendencia política. Solamente el mismo jugador no lo sabe. Y siempre podan en la raíz. Si reaccionas, pierdes tu trabajo. Y si los máximos dirigentes lo quieren, ya no juegas en ningún equipo», decía Sócrates.

Ainhoa Tirapu, en el homenaje que le tributó San Manés / Foto: Borja Guerrero

Prorroga. En el capítulo Leyenda, sindicalista, abertzale: la extraordinaria historia de Ainhoa Tirapu, el autor habla de la importancia de la futbolista Tirapu, que además de jugar decidió defender los derechos laborales de las jugadoras. Durante 15 temporadas fue portera del Athletic Club de Bilbao y la cara visible de todas las grandes reivindicaciones del fútbol femenino español en los últimos 20 años. «La trayectoria futbolística, política y activista de Ainhoa Tirapu es un viaje fascinante que abarca las muchas miserias y pocas grandezas de un fútbol que crece por delante de lo que se le reconoce. (…) «Muchas veces me dicen que si fuera chico sería millonaria, y es verdad, pero no sería la misma persona porque mis vivencias hubieran sido muy diferentes. Me gusta la persona que soy. ¿Qué me he llevado más hostias que si hubiera sido un chico? Pues seguramente. Pero tampoco me gusta la burbuja del fútbol masculino tal y como está montada».

Dar la cara. Que los futbolistas de hoy no se pronuncien públicamente es indignante. No debería ser un tabú mostrar la inclinación política o implicación social. Sin embargo, ser futbolista y ser de izquierda continua siendo una rareza, mucho más que en el siglo pasado. “En nuestra época [años 70] nosotros nos llevábamos palos cada vez que hablábamos”, constata el jugador francés Dominique Rocheteau, apodado El Ángel Verde, uno de los “convocados” por Quique Peinado.

He aquí fragmentos de capítulos seleccionados del libro.  

Cuando el héroe no sale en la foto. Y ahora, aunque no va al estadio porque no le gusta lo que a veces oye en la grada, sigue cerca de la Real trabajando en la asociación de veteranos, pidiendo más implicación política a los jugadores. «Creo que deberían comprometerse más, pero siempre el dinero. Ahora creen que con hacer un acto de caridad concreto ya han aportado algo; le dicen a la estrella de turno que vaya a hacerse unas fotos y asunto arreglado. Debería haber más compromiso real, sobre todo teniendo en cuenta que son privilegiados y que tienen más seguridad personal y repercusión en lo que dicen que cualquier trabajador», sentencia Josean de la Hoz, jugador de la Real Sociedad de 1972 a 1978.

El tipo que le negó la mano a Pinochet.Caszely es uno de los referentes de la historia del Colo Colo y tercer máximo goleador de la selección chilena. (…) Pero en 1973, el año en el que fue máximo goleador de la Copa Libertadores, su carrera quedaría marcada por una etiqueta, la del rojo Caszely, que le perseguiría siempre: en las elecciones de marzo de aquel año, apoya explícitamente al Partido Comunista (…) Seis meses después de su más frontal incursión en política, las bombas pinochetistas de los militares destrozan el Palacio de La Moneda, donde tan gustosamente había paseado Caszely, y su admirado Salvador Allende se suicida. El jugador acababa de firmar por el Levante de la Segunda División española, un destino teóricamente menor para el jugador más popular de Chile. «Antes, el Real Madrid se había interesado por mí. Pero cuando se enteraron de que yo apoyaba a Allende desistieron. Siempre fui un hombre del pueblo», declararía, más de 30 años después, al diario Levante.

El fútbol (y el mundo) que soñamos. Sócrates salía al campo con cintas en la cabeza en las que se leían mensajes políticos invocando a la paz, o, sin tanta sutileza y poniéndose a tiro de los fusiles mediáticos y políticos, exhibiendo orgullosos lemas contra el Apartheid o pidiendo ayuda para Etiopía. Era un artista, un activista político y, por accidente genético, un  futbolista. (…) En la vida de Sócrates, la justicia, la libertad y el arte estaban por encima de sus intereses, los de su país y los del negocio. (…) El fútbol le recuerda por ser uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. (…) Nunca pareció un futbolista. Entre otras cosas, porque era mucho más: se licenció en Medicina y estudió Filosofía, de ahí que le apodaran El Doctor y pensara mucho. (…) Sócrates aportó al fútbol imaginación, verticalidad y virtuosismo. «Si la gente no tiene el poder de decir las cosas, entonces yo las diré por ellos», proclamaba.

Y antes que Sócrates, Afonsinho, Nando y Reinaldo. Afonsinho consideró desde el primer momento la cuestión estética de sus excesos capilares como una excusa para censurar su actividad política. Posiblemente tuviera razón. Pero  lo que estaba claro era que no volvería a vestir la camiseta de su club: lo sancionaron sin jugar ni entrenar. Entonces le llegaron ofertas: la mejor de ellas procedente del Santos de Pelé. Pero el Botafogo decidió que ni con ellos ni con nadie. Que no jugaría, que le harían pagar la rebeldía. (…) Tras un año batallando, ganó. Fue el primero en conseguirlo. “Solo conozco a un hombre libre en el fútbol: Afonsinho. Él puede decir sin miedo que gritó “independencia o muerte”, dijo sobre él Pelé, el hombre que como ministro de Deportes reformaría la legislación en 1998 para dar más autonomía a los futbolistas con la famosa Ley Pelé.

Al que llaman el futbolista de ETA. Le pregunto qué le parece la etiqueta de futbolista de ETA. Se sonríe: “No me sorprende y no me importa». (…) Puede que Iker Sarriegi sea un colaborador o un integrante de ETA. La justicia lo dirá. Puede que Iker Sarriegi sea un revolucionario, como él se ve, o un terrorista que fue futbolista, como lo ve muchísima gente. Cada conciencia lo dirá. Pero de lo que no cabe la menor duda es que Iker Sarriegi es, posiblemente, el caso más impactante de la relación entre jugar al fútbol profesionalmente y significarse políticamente en toda la historia.

Cristiano, el rojo. ”No es fácil para un futbolista tomar una posición política [sobre todo si es de izquierdas]. Es mejor decir que no sabes nada, es más cómodo”, señala Cristiano Lucarelli. “Cuando un futbolista habla solo de fútbol, la gente dice que eres  un superficial. Cuando uno intenta entender lo que pasa en el mundo, se busca problemas, te dicen que estás politizado. Nunca sabes qué posición tomar”.

El último marxista. Desde diciembre de 2008 Ivan Ergic mantiene una columna en el periódico serbio Politika, el más antiguo y prestigioso de los Balcanes. “Convierten a los futbolistas en una ficción. Cada vez importa menos lo que ocurre en el terreno de juego: se habla de sus vidas privadas, se fomenta su imagen, su estética. Una rueda de prensa es tan importante como un partido. Siguiendo una lógica hollywoodiense, separan a los jugadores de la realidad, mostrándolos en vallas publicitarias, televisiones, revistas o videojuegos. Al final, no hay diferencia entre un futbolista y un personaje de Disney. El jugador es un producto y el aficionado es un consumidor. La profesionalización los ha separado completamente». (…) En sus reflexiones, Ergic cita con soltura a Gilles Deleuze, Jean-Paul Sartre y Albert Camus. ●

Nota del autor: Texto en português «Futebol à esquerda, marchando»