Por Dora Fernández (Periodista)
Después del COVID y la resiliencia que postró al mundo entero, se esperaban tiempos de reflexión,
resurgimiento, todos deseando construir, impulsar y recuperar el tiempo perdido por la crisis que generó la epidemia. Esa visión mundial no contaba con la beligerancia de Rusia sobre Ucrania que ha desatado una guerra que no tiene fecha de extinción.
La pesadilla apenas ha empezado, este conflicto ha desmantelado el mito que las grandes potencias eran intocables. Rusia, es un país poderoso por sus existencias de gas, petróleo, trigo, maíz, metales, fertilizantes y revisando estadísticas de los organismos internacionales podemos corroborar que su rol como exportador de esos recursos, es crucial para la economía mundial.
Las ideas expansionistas de Putin han conseguido erosionar la sólidez de la Unión Europea y ha mostrado sus grietas y dependencias. La Agencia Internacional de Energía en el 2020 refería cuántos países dependían del gas ruso, entre ellos, Alemania (42.6%), Italia (29.2%), Bielorrusia(18.8), Turquía(16.2), Países Bajos(15%), Hungría(11.6%) Polonia(10%).
Angela Merkel apostó por el protocolo de Kyoto y la población alemana apoyó el cierre de sus plantas de energía nuclear pues surgieron muchos temores por el desastre de Fukushima y optaron por desarrollar energías renovables no convencionales como instalaciones fotovoltaicas y turbinas eólicas, progresivamente empezaron a depender de la importación de gas ruso. Claro que poseen reservas pero son insuficientes para cubrir sus necesidades.
Una potencia como es Alemania teme sufrir una crisis energética pues Rusia al ser sancionada por la UE por su invasión a Ucrania ha optado por chantajear a quienes dependen de sus recursos gasíferos y esta decisión es grave para los germanos que se proveen del gas mediante una conexión directa por tubería y basta que los rusos cierren el acceso al gas, para dañar a su economía. Entre otras salidas tal vez opten por detener el cierre de las centrales nucleares que aun poseen y usar a tope la energía eólica, además tendrán que ingeniarse para proveerse de energía.
Este conflicto que nos ha mostrado el rostro más cruel e inhumano del gobierno ruso, también nos confirma cuan integrado está el mundo y la importancia de contar con una política energética que además de evitar la emisión de gases contaminantes permita la supervivencia. Este suceso nos muestra la estrecha relación entre la política, economía, los recursos y protección a la naturaleza, pues al margen del conflicto estamos viendo el juego de intereses que danzan en torno a este déficit. Actualmente grandes naciones hacen lobby a países antidemocráticos sólo por contar con su apoyo en estos álgidos momentos que un país totalitario amenaza al desarrollo global.
Aunque exista el peligro de una guerra nuclear, algunos países podrán sortear estas dificultades que conllevan frenar la importación de gas ruso, uno de ellos es España, el tercer país que posee mayor capacidad de regasificación, pues posee plantas que le permiten transformar el gas licuado y devolverlo al estado gaseoso. Mientras USA y Francia lideran el número de centrales nucleares.
Esto no será el apocalipsis, seamos positivos, debe existir una salida a este problema que constituye una amenaza mundial, pues este recurso es clave y afectará a la economía global y por ende propiciará una crisis alimentaria y mayor desigualdad. Sólo nos queda confiar en Dios y en que la prolífica imaginación del ser humano podrá superar este y todos los avatares que surjan en el tablero mundial. Nos queda una duda. ¿Contamos con suficiente energía, agua, tierra, luz solar para sobrevivir a estas carencias?