“No nací para ser presidente, nací para ser militar”, Jair Bolsonaro, presidente de Brasil.
Por Jairo Máximo (texto e fotografía)
Madrid – España – (Blog do Pícaro) – Durante mi infancia, en los sesenta, oía en las calles decir: “Cuidado con los milicos”. Además, también oía a un primo militar susurrar a mi madre en la cocina: “Ellos son bárbaros. Maltratan demasiado a la gente”. Entonces no entendía el significado de tales palabras. Aún no sabía que con alevosía y nocturnidad, en marzo de 1964, los militares habían secuestrado la democracia brasileña e instaurado una dictadura militar. Lo malo y lo feo no habitaban en aquél universo infantil.
En la adolescencia, cuando hacía la mili obligatoria y a la vez estudiaba periodismo en la universidad, comprendí que la dictadura militar era una cosa brutal, como toda dictadura; de izquierda o de derecha. Al mismo tiempo, aprendí cual era el papel social que debe desempeñar esta importante institución en los países democráticos. Las Fuerzas Armadas deben obediencia al Estado, no al Gobierno de turno.
En 1985, tras 21 años de dictadura militar, Brasil reconquistó la libertad, pero por el camino quedaron muchas víctimas que fueron salvajemente maltratadas. Durante la vigencia de la dictadura militar (1964-1985) las Fuerzas Armadas han dejado un rastro de sangre y muerte. El minucioso informe de la Comisión de la Verdad, que abarca ese período gris de la historia de Brasil, no deja duda. Muchos brasileños fueron asesinados, torturados y algunos continúan desaparecidos.
En las décadas posteriores, las Fuerzas Armadas fueron recuperando poco a poco la confianza de la nación hasta llegar a ser un imprescindible garante social, como reza la Constitución Federal. Defender las fronteras; ayudar a la nación en las catástrofes; participar en misiones de paz, etc. Para las Fuerzas Armadas rescatar la credibilidad no fue una tarea fácil. Tardó lo suyo.
¿Retorno al pasado? En 1 de enero de 2019, cuando Jair Bolsonaro, militar de reserva (ex capitán del Ejército), político de poca monta y evangélico fundamentalista, fue investido presidente de la República Federativa de Brasil, inmediatamente algunos sectores de las Fuerzas Armadas le rodearon con su beneplácito. Hoy en día más de seis mil militares ocupan cargos públicos de diferentes responsabilidades. ¡Qué empacho! Muchos son y otros fueron ineptos ministros. Una tropa de choque que Brasil no necesita más allá de los cuarteles. “Dictadura nunca más”, gritaron millones de brasileños en las calles del país en los ochenta del siglo pasado.
“Marcha soldado cabeza de papel, el que no marcha derecho será preso en el cuartel”, cantábamos los niños en el recreo de la escuela pública, donde aprendíamos a leer, escribir y pensar. Como Dios manda…
En nombre de los hijos. Durante los primeros dos meses de gobierno del ultraderechista Bolsonaro acompañé in situ su gestión. El lema “Brasil por encima de todos, Dios arriba de todos”, imperaba. Nada más. Su Gobierno autoritario es una fusión entre evangélicos, militares y tecnócratas, sin moral y ética, teledirigido por los hijos –Carlos, Flavio y Eduardo. Armar la población era y (es) el objetivo del clan familiar que tiene como gurú de mesilla de noche al estadounidense Steve Bannon, estratega de Donald Trump, cuyo propósito era extender por Estados Unidos el nacionalismo de extrema-derecha. Bannon fue cesado por Trump por ser ultra radical.
“Mandé examinar tres decretos del Ejército para aclararme y facilitar más aún la compra de armas [por parte de los civiles], porque está en la ley. El arma te ofrece unas cosas sagradas para ti, que son, además de seguridad, la defensa de tu vida, porque el Estado no tiene como asegurar tu vida 24 horas por día”, alega Bolsonaro. “Hay idiotas reclamando que hay que comprar frijoles, pero tienes que comprar un fusil”, afirma Bolsonaro.
Sorprendentemente, en julio de 2021, el Gobierno de Bolsonaro decretó secreto de estado durante 100 años los registros de acceso a la sede del gobierno brasileño en Brasilia concedidos para sus hijos Carlos y Eduardo Bolsonaro.
“Cuando permites que gente estúpida tenga éxito, a veces se vuelven aún más estúpidos”, dijo Arsène Wenger, jugador de fútbol, entrenador y economista francés.
¿Los milicos han vuelto? En junio de 2019, fui invitado por el embajador brasileño, Pompeu Andreucci Neto, a una recepción en la embajada en Madrid con motivo del ciclo artístico Fervor do Brasil, realizado en la Casa de América. Cuando llegué constaté la fuerza de los militares en el Gobierno de Bolsonaro. Uniformados y en línea fila ellos esperaban para saludar los invitados. El embajador brasileño me presentó uno a uno. No hice el saludo militar. Nunca había visto nada parecido en ninguna embajada. Entre los invitados españoles la sorpresa delante de tanto militar por metro cuadrado era perceptible. Al momento recordé que las Fuerzas Armadas deben obediencia al Estado, no al gobierno, como estipula la Constitución brasileña, aprobada en 1988.
“Solo los militares tienen condiciones de decidir si vivimos en una democracia o en una dictadura”, sostiene Bolsonaro.
Actualmente, es posible leer en el informe de la Comisión Parlamentaria de Investigación de la Covid que se tramita en el Senado que “el Ejército brasileño trabajó en la producción y distribución de medicinas ineficaces en el tratamiento de la covid-19, como la cloroquina”. La droga hidroxicloroquina no tiene efecto contra la covid-19. No existen evidencias científicas de su eficacia.
“Quien es de derechas toma cloroquina. Quien es de izquierdas toma tubaína [refresco popular]”, prescribe Bolsonaro, que no reconoce la existencia del virus global Sars-CoV-2, que causa la covid-19. Hasta el momento más de 576 mil brasileños han perdido la vida víctimas del maldito virus global.
“Bolsonaro provoca caos en la salud y siembra la muerte”, escribió el diario francés Le Monde, en mayo de 2020.
El último suspiro. El ex-ministro de Defensa Raúl Jungmann declaró recientemente que los últimos comandantes del Ejército, de la Marina y de la Aeronáutica que han dejado sus cargos, en marzo pasado, fue por respeto a la Constitución Federal y por no querer doblegarse ante las presiones del ultraderechista Bolsonaro, “Los tres fueron cesados porque rehusaron involucrar las Fuerzas Armadas en las declaraciones y en los actos del presidente de la República”.
Significados y significantes. Según el diccionario brasileño Melhoramentos, militar es un adjetivo, “que dice respeto a la guerra, a la milicia, a las tropas”, y también es un sinónimo masculino, “aquél que pertenece al ejército; soldado”. Mientras, milico no aparece en los diccionarios, solo aparece en la boca del pueblo brasileño como adjetivo: “persona violenta y corrupta que forma parte de alguna de las fuerzas de seguridad del Estado, especialmente militares y policías. ●