Atroces sin fronteras

De lo sublime al ridículo, hay solo un paso. (Napoleón)

Por Jairo Máximo

Madrid, España – (Blog do Pícaro) – A principios de diciembre de 2019 las autoridades chinas alertaron que una “neumonía desconocida” circulaba en Wuhan. El día 31 notificaron oficialmente que es un nuevo coronavirus. El 11 de enero de 2020 el mundo supo −con indiferencia− que un ciudadano chino había muerto víctima de este coronavirus desconocido. El 30 de enero la Organización Mundial de la Salud declaró la denominada ESPII (Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional) a causa de la expansión del ya entonces identificado coronavirus SARS-CoV-2, que ocasiona la covid-19. El 31 de enero fue notificado el primer caso oficial en España. Una semana después, falleció de covid-19 el oftalmólogo chino Li Wenliang, represaliado por advertir del brote de coronavirus antes de que las propias autoridades chinas reconocieran el riesgo. El 14 de marzo el gobierno español decretó el estado de alarma para frenar el avance de la pandemia que duró casi 100 días. Estamos en la primera quincena de febrero de 2021 y hasta el momento más de 64.000 personas han fallecido en España por la covid-19. En todo el mundo han fallecido al menos 2 millones de personas. El SARS-CoV-2 es un virus pandémico. Se propaga con enorme rapidez. Afecta a la salud pública universal y, de paso, está hundiendo la economía planetaria.

Inmoralidad. A lo largo de 2020 la medicina luchó contra reloj  para encontrar la deseada vacuna anticovid-19. Con su anunciado descubrimiento, en diciembre de 2020, el mundo respiró aliviado y celebró ese hito científico sin precedentes. A principios de enero de 2021 el gobierno español puso en marcha el plan nacional de vacunación siguiendo un estricto protocolo. Sin embargo, muchos ciudadanos españoles incívicos –generales, teniente coronel de la Guardia Civil, alcaldes, concejales, consejeros autonómicos, políticos, curas, obispos, arzobispo emérito, capellanes, cargos municipales, consejeros de Sanidad y otros− han sido pillados violando los protocolos establecidos para vacunarse. Ninguno de ellos formaba parte de los grupos de inmunización prioritaria. La Fiscalía investigará si estos hechos constituyen algún delito. “Nos hallamos ante la prueba más clamorosa de la falta de calidad humana y  moral de demasiados servidores públicos”, escribió la escritora Almudena Grandes en El País. Es obvio que el general, jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), dimitió de su cargo tras hacerse público que él y otros mandos militares a sus órdenes se habían vacunado saltándose el plan establecido. Por supuesto que trinca vacunas hay en todo el mundo. En Canadá, un magnate y su esposa se hicieron pasar por trabajadores de un motel en una aldea canadiense cerca de Alaska para inmunizarse antes que los indígenas nativos. En Polonia, donde está la mayor proporción de ciudadanos que temen más a la vacuna que al propio virus, un ex primer ministro, políticos y diversas personalidades del mundo de la cultura, también se saltaron deliberadamente los protocolos establecidos. “Resulta que las vacunas no causan autismo, sino nepotismo”, reza una viñeta humorística publicada en la prensa polaca. ¡Cuánta miseria moral!

Urge. Todos los gobiernos deben acelerar las campañas de vacunación. En este momento la infección por el virus y sus variantes continúa ganando terreno en todo el planeta. Si no se controla pronto la pandemia más personas van perder la vida  y más tiempo se tardará en llegar a la deseada y necesaria recuperación económica mundial. El maldito coronavirus SARS-CoV-2 ha desordenado nuestras vidas y está generando una depresión social sin parangón. ●

Nota del autor: Texto en portugués Atrozes sem fronteiras