España y la pragmática del diálogo

congreso de los diputados

La monarquía parlamentaria de España y la población del país sufren desde hoy las consecuencias de la ineptitud  de su clase politica. Que no ha sido capaz, por su crasa incompetencia para un diálogo fructífero -a lo largo de cuatro largos meses- ponerse de acuerdo ni negociar convenientemente en favor de una gobernabilidad normalizada que todo ciudadano responsable pide a gritos. Es la primera vez que ello sucede en cuatro décadas de democracia.

De ahí que venga a cuento el libro de Norbert Bilbeny ‘Reglas para el diálogo en situaciones de conflicto’. Todos, ciudadanos y políticos están de acuerdo en las virtudes del diálogo.  Aunque son pocos los que se muestran dispuestos a dialogar en situaciones de conflicto. Gracias a el somos capaces de construir relaciones y llegar a entendernos.

Habría que preguntarnos si es posible solucionar los conflictos recurriendo sólo al diálogo;  o hasta qué punto dos interlocutores que defienden posturas antagónicas pueden alcanzar acuerdos conversando.

La falta de diálogo se antoja como una de las causas principales por las que conflictos que en un principio podrían parecer  insignificantes acaban convirtiéndose en disputas de dimensiones desproporcionadas,  en las que la fuerza se invoca como última ratio.

Situaciones en que aquellos en cuyas manos habría de estar la solución del enfrentamiento -sean instituciones, grupos o individuos- se enrocan y son incapaces de poner fin a tensiones que, en muchas ocasiones, afectan al conjunto de la  sociedad.

Como bien señala el catalán Bilbeny, ésta pragmática del diálogo, que se inscribe dentro de la filosofía práctica desde una perspectiva interdisciplinar e intercultural, trata sobre los usos y modalidades del diálogo en la resolución de conflictos.

Se trata, pues, nada más y nada menos, que de la posibilidad de  dialogo entre adversarios, de las posibilidades de negociación entre las partes enfrentadas, de la importancia de la conversación como medio para conseguir un acuerdo y del carácter formativo del diálogo y la conversación. Un lujo infrecuente en el panorama político de la España de 2016, proclive al diálogo de sordos.