Budapest acoge la final europea del Bocuse d´Or


La capital húngara se convierte en centro de la gastronomía y evoluciona con nuevas propuestas
Budapest acoge la final europea del Bocuse d´Or, el “Oscar” de la gastronomía
Veinte chefs de todas partes de Europa competirán por hacerse un hueco en la final en 2017
 

GANADORES BOCUSE D´OR 2015  10


Enrique Sancho

Veinte chefs de todas partes de Europa mostrarán sus habilidades gastronómicas el 10 y 11 de mayo próximo en Budapest, en la final europea del Bocuse d’Or, el concurso más importante del mundo, considerado como el “Oscar” de la gastronomía, cuya final mundial tendrá lugar el próximo año en Lyon. De este modo, y aunque solo sea por unos días, la capital húngara se convertirá en el centro gastronómico del mundo. El concurso se llevará a cabo en el marco de la exposición de la industria alimentaria internacional Sirha, que se espera que atraiga a cerca de 350 expositores procedentes de Hungría y en todo el mundo, además de los aproximadamente 20.000 visitantes profesionales. Se construirán diez magníficas cocinas para estrellas Michelin dentro del recinto Hungexpo, y los ingredientes húngaros jugarán un papel especial en la competición.

Después de ganar eventos de selección nacionales celebrados en sus respectivos países, los candidatos están más dispuestos que nunca a superarse durante una presentación culinaria que promete ser asombrosa. Tras el concurso y la pugna entre ellos, sólo 11 cocineros ganarán un boleto para la final del Bocuse d’Or en 2017, en el marco de la feria Sirha celebrada en Lyon, la ciudad natal de Paul Bocuse, en la que participarán 24 grandes cocineros de todo el mundo. Después de varios meses de preparación, algunos de los chefs más prometedores se reúnen durante dos días de intensa competición en los cuales deben mostrar su mejor talento en un intento de ganar el trofeo de la gastronomía más codiciado del mundo.

Los precursores húngaros fueron Tamás Széll que quedó en décimo lugar en 2013, el mejor resultado para un país que participaba por primera vez, y Gábor de Molnár que quedó en el puesto 13 en la última edición. España, en cambio no ha tenido mucha suerte en este concurso, pese a ser uno de los países con mejor gastronomía (con el mejor restaurante del mundo en el Celler de Can Roca) y 211 estrellas Michelin repartidas por todo el territorio nacional. En la última edición, el representante español quedó en el puesto 23 sobre 24, solo por encima del de Guatemala. En la final europea de Budapest, nuestro representante será el joven cocinero extremeño Juan Manuel Salgado, de 26 años, actual jefe de cocina del Restaurante Plassohla del Hotel Ohla de Barcelona. Por su parte Adolfo Muñoz, del Restaurante Adolfo de Toledo, que este año es Capital Española de la Gastronomía, formará parte del Jurado internacional que elegirá a los finalistas europeos.

Bocuse d’Or, que se celebra cada dos años es el mayor desafío que existe para los cocineros de todo el mundo, un evento que ha superado con creces su importancia original cuando comenzó en 1987. También hay una gran competencia entre los proveedores, y las ciudades constantemente compiten por el derecho a celebrar las finales locales. Es por esto que es un logro extraordinario que Budapest haya conseguido el derecho a organizar la final europea. Los propios organizadores franceses han reconocido que las tradiciones gastronómicas de Hungría y el entusiasmo que encontraron dentro de la capital húngara contribuyeron mucho a su elección de Budapest para acoger la fase final continental. Esta es una oportunidad única para los cocineros húngaros, expertos y proveedores, un evento exitoso que puede reforzar a Budapest y convertirla en un bastión de la gastronomía.

Una ciudad en evolución

Budapest deslumbra al viajero por sus infinitas caras. Es una de las ciudades más bellas de Europa con magnífico edificios y con la perspectiva que el Danubio marca sobre ellos que la han convertido en Patrimonio de la Humanidad. Es la mayor ciudad termal de Europa, probablemente del mundo, con decenas de históricos balnearios, es elegante, es animada, es sorprendente… Ahora, además, la capital húngara muestra su faceta más lujosa y exclusiva.

Naturalmente, la ciudad aprovecha sus recursos. Pero ya no es suficiente con navegar el Danubio en uno de sus barcos-restaurantes mientras se contempla la ciudad mejor iluminada del continente, ahora hay que hacerlo en  barcos privados o  ir al elegante balneario Gellert  es imprescindible, pero lo más nuevo es disfrutar de un baño exclusivo para dos en una sala privada del mismo balneario con champán y frutas o acudir a las fiestas nocturnas con música y bebidas que éste y otros balnearios ofrecen los fines de semana; uno puede alojarse en cualquier de los muchos hoteles de lujo de la capital 

Un lujo gastronómico

Algo parecido está ocurriendo en Budapest en el aspecto gastronómico. Parece como si, casi de repente, la ciudad hubiera descubierto que tiene un gran potencial en su gastronomía, que se une a la buena fama que ya tenían algunos de sus vinos. El logro de hasta cinco estrellas Michelin para otros tantos restaurantes en apenas unos años (Costes, Onyx, Borkonyha, Tanti Étterem y el recién incorporado Costes Downtown), y los honrosos buenos puestos que han conseguido sus dos chefs en las últimas ediciones del premio Bocuse d’Or parecen haber estimulado el ánimo de los budapestinos por mostrar su gastronomía al mundo, aunque, todo hay que decirlo, todavía les queda un largo camino por recorrer, porque en buena medida su cocina sigue siendo tradicional.

La cocina de un país suele ser consecuencia de su historia y su cultura. La cocina de Budapest y de Hungría están marcadas en gran medida por las tradiciones de la Europa Occidental y la del Este. En algunos casos, se deja sentir la influencia nómada que marcó los orígenes del país. Además de en los ingredientes típicos, el secreto de la cocina húngara debe buscarse en el método tradicional de preparación, que permite a cada uno desplegar todo su aroma.

El ingrediente más famoso de la cocina húngara es la paprika y los platos que se condimentan con ella se denominan paprikás. Normalmente se sirven con salsas cremosas y amargas y acompañan las aves y la ternera; pero su uso más generalizado es en las sopas de carne y estofados, con cebolla y patatas, como el célebre gulash. La palabra significa “vaquero” y marca su origen en las grandes extensiones de la Gran Llanura. El plato popular, que se tomaba directamente de la marmita, pasó a ocupar las vajillas de porcelana de los terratenientes más poderosos. En muchos lugares, especialmente en el campo, se sigue elaborando el gulash en marmita. También ha dado lugar a numerosas variantes, con el elemento común de la paprika.

Gulash y mucho más

En muchos restaurantes de Budapest se sirve el gulash, aunque la tendencia es elaborar platos más actuales. Incluso algunos, como el propio Onyx se atreven con versiones modernas del plato tradicional (algo equivalente a nuestra tortilla de patata desestructurada), pero no siempre con éxito. Los más vanguardistas reniegan incluso de todo lo que les recuerde la tradición. “Nuestro pasado relativamente reciente nos recuerda invasiones, guerras, el régimen comunista… no es algo que nos apetezca tener presente, si siquiera en la cocina”, comenta uno de los chefs de prestigio.

Sin embargo, los bistrós clásicos viven su renacimiento por todo el país, especialmente en Budapest, aunque tratan de imprimir un toque moderno a sus platos.

En la gama alta es imprescindible referirse a los dos primeros portadores de estrellas Michelin. El Costes, que fue el primero en obtenerla, apuesta por la calidad sin compromisos, gustos magistrales, presentación artística, atención a los detalles, un servicio atento, un ambiente agradable y una experiencia gastronómica informal y tranquila. Su chef portugués, Miguel Rocha Vieira que aprendió mucho de lo que sabe en El Bulli, comenta que “busca la inspiración de sus platos en los viajes y en otras culturas, en los mercados locales, en las estaciones del año y sus ingredientes, de la naturaleza, de los libros y la música, de otros compañeros chefs, de una infinidad de cosas…”

Las posibilidades de la noche húngara son enormes. Discotecas, bares abiertos hasta la madrugada, locales de ambiente gay proliferan por toda la ciudad. Pero tal vez lo más sorprendente y nuevo en la ciudad, y lo que tiene más éxito, son los llamados “bares-ruina” o “ruin-bar” situados, como su nombre indica, en locales ruinosos con una decoración ecléctica y cutre pero con mucho ambiente y las copas a dos o tres euros; en ocasiones ocupan edificios completos con decenas de ambientes a cual más chocante. Probablemente el mejor es el Szimpla Kert
 donde, por cierto, se ofrece un original mercadillo de productos ecológicos y cocina en vivo los domingos por la mañana. Si se quiere ser auténtico, hay que pedir un pálinka, el aguardiente húngaro, o un chupito de Unicum, un licor amargo elaborado con 40 hierbas de distintas zonas del país, de color negro.