Una TRAVIATA para volver a lo real

Javier Martín-Domínguez

 

El reloj marcaba las dos y media de la tarde del 23 de feb en el hall de La Scala de Milán. El público llenaba ya la mitad de la sala para presenciar la representación cuando el director musical Nicola Luisotti se quedó paralizado ante la orden recibida. Se suspendía la función, por orden gubernamental. El público, los músicos, los cantantes abandonaban precipitadamente la sala. El arrasador corona virus había conseguido cerrar el primer teatro de ópera, al que seguirían todos los demás por culpa de la pandemia. “Fui el primer director en cerrar y ahora el primero en abrir”, decía  Luisotti con un orgullo no exento de emoción al anunciar la reapertura del Teatro Real de Madrid con La Traviata, de la que será su director comercial.

            Habrá 27 funciones durante todo julio  en las que “Alfredo y Violeta” desafiarán la enfermedad, el encierro de las artes. El Real se hace real de nuevo como símbolo de la batalla del mundo del mundo del arte y el espectáculo por no ser sepultados. Así lo encara, con gran decisión y fortaleza, su director artístico Joan Matabosh que ha buscado una fórmula para que la ópera vuelva a sonar y demostrar que “el arte vencerá!”.

            Cuatro Violetas y sus cuatro Alfredos se subieron al escenario desnudo del Real para presentar esta apuesta por demostrar normalidad, tranquilidad y seguridad en el retorno al contacto con el público, pero con solo un cincuenta por ciento de aforo. Como en un quiebro del destino, es esta historia de amor y muerte por tuberculosis la que levanta el telón caído hace tres meses.

            Nada será igual para que todo parezca lo mismo. El Real ha cambiado incluso la grifería de sus baños, para hacerla automática. Ha instalado control de temperatura y zona de desinfección en sus puertas. Veinte limpiadoras trabajarán en cada función mas allá del equipo técnico y artístico habituales.  Habrá setenta por ciento más de acomodadores. No habrá programa de mano, pero si un código QR frente a la butaca para descargarlo en el móvil.

            Intérpretes de Italia, Estados Unidos, Letonia, Rusia, Croacia y España encabezan los repartos de estas traviatas de julio. Todos han hecho un esfuerzo para salir del confinamiento y devolver la voz y la música al espacio escénico, al público que les espera. Marina Rebeka, Ruth Iniesta, Ekaterina Bakanova y Lana Kos serán las  Violetas.  Michael Fabiano, Ivan Magri, Mathew Polenzani e Ismael Jordi los Alfredos, dirigidos Nicola Luissoti,  con la Leo Castaldi como responsable del concepto escénico.

            Unas líneas rojas marcadas sobre el escenario lo dividen en cuadros para que cada interpreta sepa su espacio de seguridad sanitaria. No habrá concesiones. Ni besos, ni abrazos. Sin contacto físico alguno, sin poder aventurarse  más allá de la seguridad de cada uno que han pasado las pruebas y exámenes médicos. Todo será riguroso para los interpretes y para el público. Para el coro y para la orquesta. Matabosh insistió en que se ha vuelto gracias al desarrollo de “un concierto semiescenificado”, un concepto que priva a la opera de su habitual exceso en decorados, pero que la hace volver vital y real.

            “La música combate el miedo. Si los abrazos son imposibles, la música nos devuelve las emociones con su vibración. La música nos traerá la cercanía que necesitamos, los abrazos y besos que nos faltan”. Las frases de cada uno de los protagonistas de este regreso acelerado destilaban emoción y ganas, muchas ganas de volver a estar con el publico.

 

            La Traviata de Giusseppe Verdi  se iba a representar esta temporada en el Real en dos periodos, siguiendo la celebre producción del festival de Salzburgo dirigida por Willy Decker.  La diez funciones del 9 al 24 de mayo se perdieron en el calendario roto por la pandemia. Pero ahora, con el decidido impulso del asistente de Decker, Leo Castaldi,  de Luisotti, Matabosch y el apoyo decidido de todos los trabajadores del teatro Real,  la ópera resucitará en Madrid antes de lo esperado como señal de partida para todas las artes.

            No habrá abrazo de Alfredo y Violeta, pero si habrá reencuentro por fin de la opera en vivo  con su público. El Real vuelve a ser real.