Con este texto que nos dedicó el gran poeta, escritor y periodista Paco Umbral, inauguramos una serie de artículos con los que recuperaremos las dedicatorias de ilustres amigos de la asociación. Son columnas publicadas en nuestra agenda anual; nos pareció importante salvarlas del olvido y compartirlas con ustedes: socios, corresponsales, periodistas y lectores traídos por la casualidad. Para eso está esta web, también.
Escribir para lejos
El corresponsal en el extranjero es el periodismo puro. No se puede dar nada más acrisolado, más exigente ni más interesante. A un periódico nuevo se le cuentan los corresponsales, en cantidad y calidad, como las perlas de la corona. Escribir para lejos, para nuestro país, desde un país remoto o sencillamente lejano, supone el compromiso de estar escribiendo siempre, no sólo desde dos lenguas, sino desde dos sensibilidades. Y no todo el mundo tiene dos sensibilidades.
Hay dos maneras de hacer periodismo: reunirse todos los días en el hotel, o bien irse a la guerra
El corresponsal en el extranjero ha de aportar un cierto amor al país a que se incorpora, pero este amor no puede matar el sentido crítico, porque entonces no habría periodismo sino lirismo, del mismo modo que sólo a fuerza de sentido crítico se puede retratar ese país, pero no entenderlo. En el siglo pasado la corresponsalía tenía un cierto toque literario y con frecuencia se encomendaba a escritores. Pero empezaron a venir las guerras mundiales o civiles y el corresponsal hubo de coger su fusil, irse al frente y escribir su crónica desde las trincheras. Hay dos maneras de hacer este periodismo: reunirse todos los días en el hotel de los periodistas e intercambiar noticias, o bien irse a la guerra, como digo, y escribir directamente, al rojo vivo, de lo que está pasando.
La televisión ha hecho de la corresponsalía algo más funcional y menos literario. Se escribe poco y corto para dejar espacio a las imágenes, que lo dicen todo. Hemingway se pasó la guerra de España en el bar de Chicote, que estaba lleno de sacos terreros y de putas. Hemingway consumía ginebra de noche y día y luego iba escribiendo unos telegramas breves que están recogidos en libro. Ha quedado como un maestro del periodismo, pero nuestra guerra no le dio mucho trabajo. Ya hemos dicho que la corresponsalía en el extranjero, con guerra o sin ella, es el periodismo puro en forma de reportero o enviado especial. La televisión nos da la imagen insustituible de una reina o una batalla, y por eso mismo el periodista viene más obligado a profundizar esa información visual con una interpretación lacónica y certera. Los periodistas extranjeros que trabajan en España lo hacen siempre muy bien y hasta tuvieron el humor, el 23 F, de confundir un gorro charolado de guardia civil con una montera de torero. Todo era España y siglo XIX.