Brasil entre cracks

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«Este va a ser el Mundial de los Mundiales»
(Dilma Rousseff, presidenta del Brasil)

SÃO PAULO, BRASIL (Blogdopícaro) – Fue el 30 de octubre de 2007 en Zurich, Suiza, cuando la FIFA anunció oficialmente la victoria cantada de que Brasil sería la sede del XX Mundial de Fútbol, del 12 de junio al 13 julio de 2014, sin imaginar la ola de manifestaciones callejeras y protestas a granel que provocarían los preparativos del campeonato en el corazón mismo del gigante sudamericano.

Meses antes, Colombia había retirado su candidatura y Brasil quedó sin rivales.

Por entonces, el coloso sudamericano era una estrella en ascenso del denominado grupo BRICS, formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que constituye el grupo de países más adelantados entre los Estados con economías emergentes.

En Zurich, representando a la nación sudamericana estaba una numerosa comitiva de altos vuelos: el mediático presidente de Brasil Luis Ignacio Lula da Silva (hoy ex presidente); su ministro de Deporte, el comunista Orlando Silva (hoy ex ministro); el gris presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Ricardo Teixeira (hoy ex presidente); el entrenador de la canarinha Dunga (hoy ex entrenador); el ex futbolista Romário (hoy político ) e incluso el globalizado escritor Paulo Coelho, que sigue siendo escritor.

Esta será la primera vez desde 1978 que un Mundial de Fútbol se realiza en América del Sur.

Y como era de esperar en Brasil – el país de la buena música, del fútbol, de las bellas playas, de la naturaleza salvaje, de la desigualdad social, del mestizaje racial histórico y el único país penta campeón de fútbol – su designación como sede oficial del torneo ha llevado a millares de personas a sus calles para expresar su alegría por la dichosa victoria. La mayoría de la población se mostró favorable.

GOL DE BRASIL

«El Mundial es nuestro, rumbo al hexa», gritaron los hinchas ultras del sector derecho de la grada.

Al momento, los hinchas moderados, apostados en el sector central, recordaron que el IV Mundial, en 1950, se desarrolló en Brasil. Fue la primera edición del torneo después de la II Guerra Mundial.

Es el históricamente conocido como el Mundial del «maracanazo», en el que Brasil perdió la final ante Uruguay, en el estadio del Maracaná, en Río de Janeiro. Por otro lado, los cánticos de los hinchas del sector izquierdo, contrarios a la designación, fueron neutralizados por el estridente jaleo de júbilo nacional.

Cuando la fiesta de la victoria cantada terminó, la ausencia de plumas y voces críticas sobre este mega-evento saltó a la vista.

¡Silencio! ¿Hombres pensando?

Mientras tanto, con alevosía y nocturnidad, en los bastidores de los partidos políticos y en las suntuosas oficinas de los constructores brasileños empezó una particular guerra para saber quién sacaría las mejores tajadas de la puesta en marcha del Mundial de Fútbol 2014.

¡Cuánta hambre de obra! Mucho dinero estaba en juego. Tenían siete años para trabajar. Nunca un país tuvo tanto tiempo para organizar un Mundial.

Hasta el ex presidente Lula da Silva convenció a la FIFA para aumentar de 8 a 12 las sedes de los partidos.

Con esta jugada política de crack, nuevos estadios deberían ser erigidos y las infraestructuras respectivas – carreteras, aeropuertos, viaductos, ferrovías, etc – deberían ser ejecutadas inmediatamente, en plan padrón FIFA. Incluso se decía que iban a construir el tren rápido Ave entre Río de Janeiro/ São Paulo en tiempo récord. ¿Delírium trémens ?

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Fachada donde se puede ver proyectada la frase: «Yo cambio la copa por EDUCACIÓN»

Pero no estaban en el orden del día por causa mundialista, la urgencia de construir hospitales y escuelas, de realizar la siempre prometida reforma agraria, de humanizar el sistema penitenciario, de acabar con la corrupción y la impunidad, de respetar los derechos humanos, de respetar los derechos de los indígenas, de eliminar los residuos fecales que aún corren a cielo abierto en el corazón de las ricas urbes brasileñas, y otras prioridades socio-económicas. Tampoco estaba en el orden del día la urgente necesidad de elaborar una política de drogas que combata los problemas ocasionados por el crack – droga fumada de bajo coste derivada sintéticamente de la cocaína y altamente adictiva – que causa un enorme sufrimiento personal, familiar y social, en todos los extractos sociales y rincones del país.

Fue en este contexto social, entre cracks, en el que el ministro de Deporte, Orlando Silva, salió al ruedo y dio una estocada a los toros neoliberales:

«Ni un céntimo de dinero público será gastado en el Mundial 2014».

Las palabras del ministro fueron un alivio para el todavía minoritario grupo de críticos que denunciaban que el desvío de dinero público y la corrupción serían la tónica en el campo de juego. Los críticos, entre ellos el ex jugador y actual político Romario, jugaban en casa y conocían las tácticas empleadas por el adversario.

Y el tiempo pasaba…

En paralelo, en Europa y otras latitudes, los eficaces asesores de comunicación del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) vendían la imagen de un «Brasil Maravilla», que crecía a pasos de gigante, donde no pasaba nada malo. Samba, carnaval, fútbol y bellas playas, era la consigna.

Eran muchos los jefes de Estado, políticos, empresarios, intelectuales y artistas europeos que querían salir en la foto al lado del coloso adormecido.

Entre 2006-2010, coincidiendo con el segundo mandato del hoy ex presidente Lula da Silva, Brasil era el no va más global. En julio de 2010, al terminar el Mundial de Sudáfrica, conquistado por la «Roja» de España, el coloso latinoamericano pasó a contar los días para dejar boquiabierto al mundo, concretando todo lo prometido y alardeado en los medios nacionales e internacionales.

¡Todo está bajo control!, aseguraba el gobierno y sus no pocos aliados de dudosa índole.

EL MANIFESTANTE SUBESTIMADO

Cuando llegó junio de 2013, y junto con él el torneo futbolístico Copa Confederaciones, muy seguido en América y poco conocido en Europa, sorprendentemente el gigante adormecido despertó y los brasileños empezaron a manifestarse contundentemente dentro del país.

Muchos preveían una «primavera tropical», al estilo de las primaveras árabes de 2010.

Las manifestaciones multitudinarias se sucedieron en Brasilia, Río de Janeiro, São Paulo, Curitiba, Porto Alegre, Salvador, Florianópolis, Belo Horizonte, Maceió, Recife, Campinas, Mogi das Cruzes, etc.

???????????????????????????????Algunas terminaron con altercados entre la policía y los manifestantes, que demandaban más inversión en salud, educación, seguridad y, principalmente, protestaban contra los gastos exorbitantes derivados de la realización del Mundial de Fútbol.

Esta inesperada y contundente eclosión de reivindicaciones de los derechos sociales pilló por sorpresa al gobierno y a sus servicios de inteligencia.

Fueron muchos los famosos que criticaron a los millones de manifestantes, entre ellos Ronaldo, Pelé y Xuxa.

«Sin estadio no se hace un Mundial. No se hace un Mundial con hospitales», (Ronaldo, «el fenómeno», miembro del Comité Organizador Local del Mundial).

«Olviden las manifestaciones y miren a la selección, que es nuestra sangre», (el rey Pelé, considerado el mejor jugador de la historia).

«Dejen de criticar al gobierno con tanta cosa buena sucediendo», (Xuxa, presentadora de TV).

Obviamente, los tres criticones mediáticos recibieron tarjeta roja de la sociedad brasileña.

Terminada la convulsa Copa Confederaciones, la calma llegó al río. El gigante volvió a dormirse. Los equipos de fútbol y los manifestantes regresaron a sus casas. La policía se retiró a sus cuarteles y los políticos y empresarios continuaron haciendo negocios.

Y la FIFA volvió a sus actividades organizativas. El negocio no para. No hecha siesta. Se calcula que la FIFA lucrará en Brasil nada menos que 5 billones de dólares.

La realización del torneo la Copa Confederaciones, era un test clave para la FIFA y para el gobierno brasileño imaginar cómo podría ser el Mundial de Fútbol del año siguiente. Una pesadilla.

La FIFA quiere dinero. Las estrellas quieren lucirse y el gobierno brasileño ganar las elecciones.

¡Más claro que el agua!

«Las manifestaciones son algo pasajero», declaró el gobierno brasileño para tranquilizar a la audiencia mundial

EL TIRO POR LA CULATA

De «algo pasajero», nada. Porque cuando llegó el día 25 de enero de 2014, varias manifestaciones fueron realizadas en diversas capitales del país en contra del Mundial de Fútbol.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAEl contenido de las pancartas exhibidas en las manifestaciones era idéntico al de las exhibidas en las manifestaciones de junio de 2013:

«Apunta la salud en la cuenta de la FIFA»,
«Fuera FIFA»,
«Quiero salud, educación, transporte y vivienda»,
«¿Mundial de quién?»,
«¿Mundial para quién?»,
«El Mundial más caro de la historia»,
«¡Toma castaña Brasil!»,
«Lógica del Mundial: pobres construyen, ricos se enriquecen; pobres mueren en las obras, ricos se enriquecen»,
«No rights, no world cup»,
«Fuck the cup»,
«Don’t come to the world cup 2014»,
«FIFA go home»,
«Vete Lula»,
«No habrá Mundial».

En una de las manifestaciones, en São Paulo, que terminó con una violencia desmesurada por parte de las fuerzas de seguridad pública, fue leído un manifiesto que rezaba así:
«Brasil será sede del Mundial de Fútbol de 2014, pero esto no será una victoria para el desarrollo brasileño, y sí una derrota para los derechos de la población».

Los organizadores del Mundial dejaron de restaurar estadios existentes para edificar nuevos en localidades del país donde ni liga de fútbol hay, como es el caso de Manaos o Brasilia. Las infraestructuras prometidas todavía están a medio construir.

El Estadio Mané Garrincha, de Brasilia, la capital federal del país, es el más caro de todos. Recién terminado ya presenta problemas estructurales, como goteras por doquier. Tendrán que pasar muchos años para que la ciudad recupere el dinero que ha gastado. «El detalle me sirve como punto de partida para una reflexión generalizada», decía el genial reportero polaco Ryszard Kapuściński.

A pocos días de la apertura del Mundial, las manifestaciones continúan en Brasil. En 15 de mayo se realizó el denominado «Día Internacional de las Luchas contra el Mundial» con manifestaciones realizadas en más de 20 ciudades brasileñas y extranjeras: Belén, Río de Janeiro, Recife, São Paulo, Santiago de Chile, Barcelona, París, Londres, Berlín y otras. Las protestas fueron organizados por movimientos sociales y grupos contrarios a la realización del Mundial, bajo la consigna «No habrá Mundial».

En São Paulo, la manifestación que presencié in situ, tuvo más o menos 6.000 asistentes.

Empezó pacífica y terminó reventada por un grupúsculo autodenominado «black blocs», constituido por jóvenes que se dicen anarquistas, pero que son violentos y están muy bien organizados para montar jaleo. No les detecta quien no quiere.
Entre las decenas de carteles, pancartas y gritos de manifestantes se evidencia el gran malestar social que vive Brasil:
«15-M: La juventud contra las injusticias del Mundial»,
«Mundial sin pueblo: estoy en calle de nuevo»,
«Tourist, don’t come to the world cup, dangerous country»,
«Vivienda digna ya. Basta de desahucios»,
«Menos dinero para el Mundial y más para la educación»,
«Nosotros no vamos a pagar nada»,
«FIFA go home»,
«Desmilitarización ya»,
«Terrorista es la FIFA»,
«El gobierno nos jode desde hace años y ahora nosotros jodemos a ellos»,
«Los estadios están terminados. Ahora solo falta el país alrededor»,
«Encarcelar manifestante es sencillo.
Quiero ver encarcelar Ricardo Teixeira [ex presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol] o Joseph Blatter [presidente de la FIFA]»,
«PT corrupto»,
«No habrá Mundial».

«Habrá Mundial, sí», responde enfadada a los manifestantes la presidente Dilma Rousseff. «Mi gobierno garantiza la realización del Mundial», sostiene. Al mismo tiempo, el día después de esta manifestación, su gobierno divulgó un vídeo promocional de tres minutos de duración en el que defiende el Mundial. En el vídeo, el gobierno pregunta y contesta. «¿Será el Mundial bueno para Brasil? Sí, será bueno».

Se prevé la presencia de 170.000 agentes en las calles de las doce ciudades-sede.

En las últimas semanas protestaron en el país los sin techos, los sin tierras, metalúrgicos, barrenderos, profesores, estudiantes, ferroviarios, vigilantes de seguridad, servidores públicos de la salud, conductores de autobuses, policías civiles, bomberos y muchos otros sectores sociales.

Todos los gastos previstos inicialmente para el Mundial se triplicaron o cuadriplicaron. Solo el 41% de las 167 obras e intervenciones previstas están finalizadas. «El atraso en las obras del Mundial es frustrante», constata el propio ministro Gilberto Carvalho, de la Secretaria General de la Presidencia.

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Y las protestas no pararán durante el Mundial. Diversas huelgas y protestas están siendo organizadas para coincidir justamente con la realización del Mundial.

A cuatro escasos kilómetros del estadio Arena Corinthians, en São Paulo, que albergará la apertura del Mundial, están acampadas decenas de personas del Movimiento de los Trabajadores sin Vivienda. Los servicios de inteligencia de la Policía esperan que las manifestaciones se intensifiquen durante las próximas semanas en las 12 ciudades que acogerán el torneo.

WE ARE ONE

Pero, como si de un partido transcendental se tratara, fue en la segunda quincena de mayo, en el minuto 94 del segundo tiempo, cuando el escritor Paulo Coelho dio una cabezada de crack y confesó a la publicación francesa Le Journal du Dimanche, que él seguirá los partidos por la televisión.

«Yo estaba en la comitiva con Lula, Dunga y Romario cuando la FIFA designó a Brasil. Pero estoy muy decepcionado con todo lo que ha pasado desde entonces. El Mundial podría ser una bendición y un momento de comunión para todos nosotros, como fue para Francia y Alemania. Pero es un desastre», dijo.

Y cuando se alcanzó el minuto 95 del segundo tiempo, Ronaldo (el fenómeno), con un remate fulminante, declaró a pocos días antes de la apertura del Mundial, que él se siente «avergonzado con los problemas del Mundial de Brasil. La culpa es del gobierno».

Y remata: «La Fifa quedará traumatizada».

¡Gol…en contra de Brasil!

En contraposición, los medios de comunicación brasileños, afines al gobierno del PT, transmiten la idea de que Brasil estará en la final, que se disputará en el estadio de Maracanã, en Río de Janeiro, el día 13 de julio próximo, sin haber siquiera jugado un solo partido.

La música oficial del Mundial 2014 es «We are One», interpretada por Claudia Leite y Jennifer López.

En las calles de São Paulo y alrededores es visible la apatía del pueblo en relación al Mundial. Es inexplicable. En torneos anteriores, disputados en remotas tierras, por estas fechas las calles, plazas y tiendas brasileñas ya se habían vestidos de verde y amarillo para apoyar la canarinha.

Según la presidenta Dilma Rousseff, en el Mundial no pasará lo que ha pasado en el torneo Copa Confederaciones 2013. «Llamaré el ejército inmediatamente para poner fin a las revueltas [las manifestaciones callejeras] en curso», afirmó para tratar de calmar los ánimos de los manifestantes.

«De los 600 mil turistas inicialmente previstos, se puede llegar a los 840 mil visitantes», informó por su parte el comunista Aldo Rabelo, actual ministro de Deporte, para subrayar el interés que el Mundial ha despertado entre los extranjeros. Se prevé que millares de aficionados low cost procedentes del Reino Unido, Suiza, España, Francia, Italia y diversos países latinoamericanos acudan a la cita.

«Son aficionados que vendrán sin entradas para los juegos, pero que quieren apoyar a su selección en las ciudades donde éstos jugarán», explica el ministro Rabelo.

Para el secretario general de la FIFA, Jerôme Valcke, «el mayor desafío será para los aficionados. No lo será para la prensa, ni para los equipos y los dirigentes. Será para los aficionados. Brasil no es Alemania».

Diversas personalidades extranjeras ya han confirmardo su presencia, entre ellos Angela Merkel, Vladimir Putin, Xi Jinping, Enrique Peña Nieto, Jacob Suma, Michelle Bachelet, José Mújica, Rafael Correa, Cristina Kirchner.

Quizás, quién mejor sintetizó la realidad actual de Brasil es la veterana periodista brasileña Eliane Cantanhedê, que escribió en el diario Folha de São Paulo (16/05/14) «El ambiente es confuso y no permite certezas. (….) Y nadie consigue saber, incluso el gobierno, si esto va explotar durante el Mundial. Todo indica que lo hará».

En fin, el organizar un Mundial, de ser un honor, como era en el pasado, se ha convertido en una empresa suicida. Que vueltas da la historia…

¿Otro gol de contra de Brasil? *

Reportaje publicado en Eurolatinnews y Blog do Pícaro.