por Jairo Máximo
MADRID, España ― (Blogdopícaro) ― Mi encuentro con la pluma del poeta, ensayista, novelista, traductor, compositor y biógrafo brasileño Paulo Leminski fue a principios de los años ochenta del siglo pasado cuando me enamoré de su obra.
Primero fue por su original poemario Caprichos y relajos (1983); después por la traducción del libro El supermacho (1985), del dramaturgo y poeta francés Alfred Jarry, fundador de la Patafísica ―ciencia de las soluciones imaginarias― y padre del omnipresente tirano Ubú rey.
Actualmente Paulo Filho Leminski (1944-1989), hijo de militar que en vida sólo disparó palabras, está considerado como uno de los poetas más influyentes en la poesía de Brasil desde los años ochenta. Es venerado ― dentro y fuera de Brasil― gracias a las reediciones y traducciones de su fecunda producción artística.
La pluma es la lengua del alma, dijo Cervantes.
En el libro Vida― 4 biografías (2013) encontramos un Paulo Leminski biógrafo que prima por su literalidad. Hila la vida de los otros con destreza y sabiduría. Procura la esencia y no la apariencia de sus biografiados.
Allí están el poeta negro brasileño que se hizo llamar Cruz e Sousa; el poeta japonés Bashō, considerado el padre del haiku; el profeta judío Jesús de Nazaret, que formuló un mensaje que continua vivo dos mil años después; y el político ruso Trotski, que junto a Lenin realizó la gran revolución rusa.
En el prólogo de la obra, a cargo del poeta brasileño Domingos Pellegrini, ya intuimos poéticamente con que nos iba a deparar con su lectura.
“Otros escriban biografías / paso a paso y día a día / como si exhumando el pasado / renaciesen los biografiados / seguidos de exhaustiva bibliografía / Estas, no: son vidas recuperadas / por golpes duros y agudos /sin intención de enseñar todo, / sólo queriendo, al fin de las facetas, / revelar vidas lapidadas / por la visión de un poeta”.
Para la poeta Alice Ruiz, que fue compañera sentimental de Leminski, “este Vida es, ante cualquier cosa, un espejo, un parámetro de otra vida. No ha sido por acaso que el autor escogió esos cuatro nombres para biografiarlos. Pero fue probablemente por acaso, también conocido como destino, que ha colocado esos cuatro ejemplos de radicalidad en la vida de Paulo Leminski. Son ellos los que nos aclaran la visión en la trayectoria del poeta. O, al mismo, de la trayectoria de sus sueños”.
Las mini biografías arrebatadoras incluidas en Vida, editada en portugués y español, fueron escritas en los albores de los años ochenta del siglo pasado.
“La vida se manifiesta, de pronto, en la figura de Trotski, o de Bashō, o de Cruz e Sousa, o de Jesús. Quiero homenajear la vida en todos esos momentos”, escribió Paulo Leminski en 1985.
Cruz e Sousa ―el poeta brasileño
João da Cruz e Sousa (1861-1898), periodista y poeta brasileño, fue uno de los principales precursores del simbolismo en Brasil. Nació esclavo a causa del Imperio portugués reinante entonces. Tenía todas las papeletas para ser mozo de carga, mantero, como los de su raza y condición social. De él Leminski escribe en la biografía titulada “Cruz e Sousa – el negro blanco”:
“En la poesía, la realización en cuanto texto, Cruz e Sousa superó el dilacerar provocado por los antagonismos de ser negro en Brasil (mano de obra) y disponer de los más sofisticado repertorio blanco de su época (el Espíritu)”.
“La figura de retórica más adecuada para la vida de Cruz e Sousa es el oxímoron, la figura de la ironía, que dice una cosa diciendo lo contrario”.
“El dibujo de su vida constituye, de cierta manera, en un poema. Por su singularidad. Originalidad. Sorpresa. Un Camões. Un Rimbaud. Un Ezra Pound. Un Mayakovski. Un Oswald de Andrade”.
“Que céu, que inferno, que profundo inferno / que outros, que azuis, que lágrimas, que risos, / quanto magoado sentimento eterno / nesses ritmos trêmulos e indecisos…” (Cruz y Sousa, “Violões que choram”).
Bashō ―el poeta japonés
Matsuo Bashō (1644-1694) fue el poeta más famoso del período Edo de Japón. Nació y se educó como samurái. Está considerado como uno de los cuatro grandes maestros del Haiku. En Japón muchos de sus poemas se reproducen en monumentos y lugares tradicionales. De él Leminski escribe en la biografía titulada “Bashō – la lágrima del pez”:
“Sobre su vida, las señales nos llegan concisas y escasas, a la manera de estos dibujos japoneses hechos con media decena de líneas, el resto, trazos, espacio abierto a las interpretaciones y las lecturas individuales”.
“Matsuo Bashō buscó la síntesis. Y la obtuvo. En ciertos aspectos, su haiku es la fina flor de todo que de mejor el Extremo Oriente ha producido: transcendentalismo hindú, realismo y materialismo chino, simplicidad japonesa”.
“En su percance físico final, varios le han asistido. Durante algunos días, con ellos, han mantenido conversaciones sobre zen y poesía, en una situación que recuerda la muerte de Sócrates. Preocupados por el desenlace final cercano, pidieron que Bashō hiciese su poema de muerte. El maestro contestó que, en los últimos veinte años, todos sus haiku habían sido escritos como si fueran “su poema de muerte”. En esa noche, tuvo un sueño. Al despertar, concluyó:
“doente em viagem / sonhos vagueian / pela várzea” (Bashō).
Jesús de Nazaret ―el profeta judío
De la vida de Jesús de Nazaret poco se sabe. Lo único cierto que sabemos es que nació en Nazaret, Galilea, hijo del carpintero José y de la “virgen” María. Así como Buda y Sócrates no ha dejado escrito nada de su vida y andanzas. Hoy en día casi mil millones de creyentes le adoran como Dios. Cambió el mundo como pocos. De él Leminski escribe en la biografía titulada “Jesús a.c.”:
“Jesús de Nazaret es un momento de significación sin fin: un signo de lectura infinita”.
“Todo lo que sabemos de él nos fue reportado por estos evangelios, que nos llegan de la Iglesia primitiva, después que comunidades judaica-cristianas se dispersaran por todas las grandes metrópolis helénica-romanas del Mediterráneo (Éfeso, Antioquia, Mileto, Tesalónica, Tarso, Alejandría, Roma)”.
“En una calle de Nazaret, el hijo del carpintero continua jugando. Sobre él, un día, habrá leyendas, como la que nació de una virgen, uno de los arquetipos religiosos de la humanidad”.
“Las iglesias hicieron de él un retrato demasiado idealizado, bello rostro, casi andrógino, con grandes ojos soñadores, a veces, absurdamente azules en un semita sefardí: excesos de amor”.
“Traducciones (tanto católicas como protestantes) de los evangelios casi siempre vienen cargadas de añadidos de nombres y títulos de capítulos, que no existen en el original: los textos griegos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan son fragmentos de episodios y relatos, sin titulares que dividan las partes”.
Trotski ― el revolucionario ruso
Lev Davídovich Bronstein (1879-1940), más conocido como Trotski, fue político y prestigioso revolucionario ruso. Fue el fundador del Ejército Rojo, y condenado a muerte por Stalin. Murió asesinado en 1940, en Coyoacán, México, donde estaba exiliado. En ningún libro soviético de historia es mencionado. De él Leminski escribe en la biografía titulada “La pasión según la revolución”:
“Lenin, Trotski y Stalin no son sus nombres propios. Son alias, nombre de pila de militancia subversiva, dos de ellos directamente relacionados con las vicisitudes de la vida de un criminal político. Vladimir IIich se llamó Lenin, porque estuvo encarcelado en un penal en interior de Siberia, a las márgenes de río Lena. Y Trotski era el nombre de uno de los guardias de prisión de Lev Davídovich, en una de sus innumerables prisiones, y que Lev adoptó cuando se fugó de la prisión, sabedor de que su verdadero nombre ya era conocido en todas las comisarias de Rusia”.
“Lenin siempre miró de reojo, desconfiado, para las manifestaciones de vanguardia artística que marcaran el inicio del comunismo en Rusia (futurismo, suprematismo, Eisenstein, Mayakovski, Meyerhold, Tatlin)”.
“De esa vanguardia, Trotski, agudísimo crítico literario, hizo lecturas más provechosas, como en los ensayos “El futurismo”, de 1922, y “O suicido de Mayakovski”, de 1939, incluidos en Literatura y revolución, el más extraordinario libro sobre literatura que un político jamás ha escrito”.
“Muchas veces he intentado leer a Mayakovski y nunca pude leer más que tres versos: siempre me duermo.” (Lenin).●