Thoreau: manantial de ideas

No todos los hombres saben ser libres. (H. D. Thoreau)

Por Jairo Máximo

MADRID – España – (Blog do Pícaro) – Este año se cumple el segundo centenario del nacimiento del filósofo, escritor y poeta, Henry David Thoreau, que abogaba por respetar la vida, la naturaleza y, de paso, contemplar la desobediencia civil frente a los abusos del Estado.

Thoreau se autodefinía como “profesor de escuela, tutor particular, topógrafo, jardinero, granjero, pintor (de paredes), carpintero, albañil, jornalero, fabricante de lápices, fabricante de papel de lija, escritor y poetastro”. No obstante, su auténtico empleo fue “inspector de ventiscas y diluvios”, recalcaba.

“Es necesario decir: amad la verdad y escribid sinceramente”.

Henry David Thoreau (1817― 1862, Concord, Massachusetts, Estados Unidos) escribió durante décadas un dietario contemplativo ―germen de su fructífera obra― donde vertía sus ideas y visión sobre cómo vivir en sintonía con la naturaleza y la sociedad. Consideraba que las ideas solo tenían sentido a condición de que tomasen cuerpo en una práctica efectiva y concreta.

“Elegí las letras como profesión”, escribió al bibliotecario de la Universidad de Harvard, en septiembre de 1849. “El lenguaje es la obra de arte más perfecta del mundo. El cincel de mil años lo retoca”, sostenía.

Fue su amigo el escritor, filósofo y poeta, Ralph Waldo Emerson (1803-1882), quién le incentivó llevar a cabo la escritura de un Diario. El resultado es un jugoso experimento original, sin precedentes literarios, publicado póstumamente.

“No busques expresiones, busca ideas para ser expresadas”, “Un buen libro es el plectro con el que tañemos nuestras silenciosas liras”, “No prefiero ninguna religión o filosofía sobre otra. No siento ninguna simpatía por el fanatismo y la ignorancia que hacen distinciones transitorias, parciales y pueriles entre la fe de otro, como cristiano y pagano. Rezo por verme liberado de la estrechez de miras, la parcialidad, la exageración y el fanatismo. Para el sabio, todas las religiones, todos los países, son iguales. Amo a Brahma, Hari, Buda y al Gran Espíritu tanto como a Dios”, escribió.

Fructífero bosque

Adentrarse en el fantástico bosque ―literario, poético y filosófico― de Thoreau es encontrar un manantial de ideas. Su sublime obra invita a llevar una vida filosófica en el día a día, no a cincelar conceptos para uso exclusivo de las bibliotecas.

“Así es siempre la búsqueda del conocimiento. Los frutos celestiales, las manzanas doradas de las Hespérides están permanentemente custodiadas por un dragón de cien cabezas que nunca duerme, y cogerlas es una labor hercúlea”.

Martin Luther King Jr. (1929-1968), Mahatma Gandhi (1869-1948), Barack Obama y otros contemporáneos se dejaron influenciar por sus ideas. Gandhi lo descubrió en la cárcel y lo eligió como su “maestro”. Luther King afirmó haber dado vida a las enseñanzas del filósofo en sus acciones contra la segregación racial de los afroamericanos.

Michel Granger, profesor emérito de literatura americana del siglo XIX en la Universidad de Lyon, y especialista en los escritores del “Renacimiento americano”, en particular Nathaniel Hawthorne (1804-1864), Herman Melville (1819-1891) y Thoreau, considera que conviene tener presente que Thoreau es principalmente un hombre de letras, mientras que, en estos últimos años, se ha querido otorgar mayor importancia a su faceta de filósofo o de pensador político.

“El pensamiento de Thoreau es complejo, cambiante, paradójico, provocador. Hay que leer (y releer) el texto de sus ensayos con una atención continua para tomar en consideración la retórica, para interpretar correctamente la pose del orador, ya que con frecuencia los ensayos fueron, en primer lugar, conferencias o discursos: de esta forma, se evita reducir su pensamiento a un entramado de ideas sin apenas relación con sus intenciones”, explica el profesor. Caminar, cantar, contemplar, volar, pensar, escribir, respetar y preservar el planeta, fueron las consignas que Thoreau llevó al extremo; con brillantez y sencillez.

“No existe en absoluto el sentido común: es sinsentido común”, manifestaba.

Pozo sin fondo

De su legado literario ya se ha publicado prácticamente todo ―o casi todo. Ensayos, poesías, conferencias, reflexiones y correspondencias. Sobre su personalidad y vida han sido publicados diversos ensayos, biografías y tesis doctorales. Asimismo, actualmente hay varios blogs dedicados exclusivamente al estudio de su Diario, un pozo sin fondo de ideas y pensamientos. En 2013 se publicó en Francia y España el cómic Thoreau – La vida sublime.

Entre sus obras de referencias están Diario, La desobediencia civil, Una semana en los ríos Merrimack y Concord, Cape Cod, Los bosques de Maine y la obra maestra Walden, escrita y rescrita entre 1847 y 1854.

“Dadles a los ancianos viejos retos y a los jóvenes retos nuevos”, “Se vive demasiado deprisa. Los hombres creen que lo importante es que el país tenga comercio, que exporte hielo, que haya comunicaciones telegráficas y que pueda viajar a cuarenta kilómetros por hora; pero no se detienen a pensar si ellos lo necesitan o no. Resulta incierto si actuando de esta manera vivimos como hombres o como babuinos”, “El intelecto es una cuchilla: discierne y se abre camino hacia el secreto de las cosas”, “Tenía tres sillas en mi casa: una para la soledad, otra para la amistad y una tercera para la sociedad”, “La riqueza superflua nos permite comprar sólo cosas superfluas. Para comprar lo que necesita el alma no hace falta dinero”, son otras de sus sentencias.

Desobediente transcendental  

A raíz de su frontal oposición a la esclavitud, aún en vigor en los Estados Unidos, y a la guerra que su país mantenía contra México, en 1849 Thoreau publicó La Resistencia al gobierno civil, retitulado póstumamente como La desobediencia civil, que lo llevó a ser considerado como “el padre” de la desobediencia civil ―proposición individual y potencialmente colectiva que reclama impugnar un poder (un decreto, una ley, etc.) ilegítimo o autoritario, por el método de negarse a consentirlo―que sigue teniendo aplicaciones prácticas hoy en día.

“Acepto de todo corazón el lema: “El mejor Gobierno es el que menos gobierna”, y me gustaría que actuase con la mayor honestidad y diligencia. Lo cual, llevado a la práctica, significa que “el mejor Gobierno es el que no gobierna en absoluto”, de lo que también estoy convencido. Y cuando los hombres estén preparados para ello, será el gobierno que tendrán”,  “La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en todo momento aquello que considero recto”, dejó escrito.

Su magistral Diario (1837-1861), de 14 volúmenes, fue publicado por primera vez en 1906, 44 años después de su muerte y, todavía, continúa siendo la gran referencia para los estudiosos de su obra. La Universidad de Princeton lleva 40 años publicando la edición más completa y fiable de los escritos de Thoreau.

La primera entrada del Diario corresponde al 22 de agosto de 1837; y la última al 3 de noviembre de 1861, seis meses antes de su fallecimiento. En él reflexiona sobre la vida y la escritura, y recrea minuciosamente el entorno natural en el que se mueve. Son más de 7.000 páginas

“Este invierno están cortando nuestros bosques con más seriedad que en ninguna otra ocasión anterior ―Fair Haven Hill, Walden, Linnae Boreales, Wood, etc., etc. ¡Gracias a Dios que no pueden cortar las nubes!,  “Vida ciudadana: millones de seres viviendo juntos en soledad”, “¡Cuantas batallas debe librar un hombre por todas partes para mantener su ejército de ideas y marchar con ellas en ordenada formación a través de un territorio hostil! ¡Cuántos enemigos tiene el pensamiento lúcido!”, “Una ley jamás hará libre a un hombre; son los hombres quienes tienen que hacer libre a las leyes”, “Un libro verdaderamente bueno es algo tan ferozmente natural y primitivo, misterioso y maravilloso, fértil y celestial, como un liquen o un hongo”,  “La prensa es, casi sin excepciones, corrupta”, son otros apuntes que dejó como legado.

 

Pinceladas de una vida

Henry David Thoreau nació el 12 de julio de 1817. Era el tercero de cuatro hermanos. Su familia descendía de emigrantes franceses. Vivió una vida discreta; pero muy intensa. Forma parte de lo que se denomina “Renacimiento americano” junto con otras cuatro figuras capitales: Ralph Waldo Emerson, Walt Whitman (1819-1892), Herman Melville y Nathaniel Hawthorne. Son cinco nombres que en los campos del ensayo, la poesía y la novela forjan la gran tradición americana, cinco pilares que sustentan una literatura.

En 1837, con solo veinte años de edad, se graduó por la Universidad de Harvard, y regresa a su pueblo natal y empieza a dar clases en un colegio, pero renuncia después de verse obligado, en contra de su voluntad, a azotar a seis alumnos, siguiendo las órdenes de un superior.

En seguida se puso a trabajar en el negocio al que estaba dedicado su padre: la fabricación de lapiceros de grafito. Cuando tuvo éxito en este negocio y sus amigos lo felicitaron por haberse abierto la perspectiva de hacerse rico, él respondió que jamás fabricaría otro lapicero. “¿Para qué?”, dijo. “No quiero hacer de nuevo lo que haya hecho una vez”.

En julio de 1845 abandona la casa familiar de Concord y se instala en la cabaña que ha construido junto a la laguna de Walden Pond, en un terreno que le cedió su amigo Emerson. Durante dos años escribe allí la obra homónima en la que describe su economía doméstica, sus experimentos en agricultura, sus visitantes y vecinos, las plantas y la vida salvaje.

En 1846 su compromiso cívico le provoca problemas con la justicia. La policía lo arresta y pasa una noche en la cárcel de Concord por negarse a pagar sus impuestos como protesta contra la guerra con México (1846-48), que considera totalmente injustificada. Un año después, en 1847 abandona definitivamente la cabaña de Walden, y en 1849 publica su primer libro, Una semana en los ríos Concord y Merrimack, tras comprometerse a hacerse cargo del coste de la edición mediante la renuncia a sus derechos. Ese mismo año publica el ensayo Resistencia al gobierno civil.

Comprometido con la causa antiesclavista, participó en el llamado “tren subterráneo”, una red de personas que escondían en sus casas a los esclavos que huían de las plantaciones del Sur y les ayudaban a llegar a Canadá. El arresto en Boston en 1854 del esclavo fugitivo Anthony Burns lo incita a escribir el ensayo La esclavitud en Massachusetts, que editan varias publicaciones progresistas.

En 1854 publicó Walden, que, según los estudiosos, “es un modo de escribir, de ponerse a disposición de las palabras, pero también es una escritura, una forma de aprender lo que la vida nos enseña”.

Durante un viaje a Nueva York, en 1856 conoce a Walt Whitman, quien le da una copia firmada de Hojas de hierba. Thoreau queda fascinado por el patriarca de la poesía norteamericana. En una carta que lo envía el 19 de noviembre a su amigo y discípulo Harrison Blake, lo explica: “Parece el más grande demócrata que ha visto el mundo. […] Aunque resulta peculiar y áspero a simple vista, es en esencia un caballero. Me ha dejado desconcertado”.

En 1861 la tuberculosis que contrajo cuando era adolescente empeora. Incapaz de salir de casa, y consciente de que le queda poco tiempo de vida, revisa sus obras para que su hermana Sophie se encargue de su publicación póstuma. No puede afrontar el acariciado proyecto de escribir un estudio etnográfico sobre los indios. Muere el 6 de mayo de este año, a los 44 años de edad. Sus últimas palabras fueron “alce” e “indio”.

Para el escritor español Antonio Machado, el estadounidense Thoreau era un “intelectual que soñó como latino, y como sajón puso en práctica su sueño”. Es todo un clásico, que emerge y desaparece. “Podemos estar seguros de que cualquier libro o frase que soporta ser leído dos veces ha sido pensado dos veces”, decía Thoreau. ●

En 2013 la editorial española Impedimenta publicó el cómic biográfico Thoreau―La vida sublime, de Maximilien Le Roy y A. Dan.

Artículo publicado en la revista española El Siglo de Europa