VACACIONES sin el móvil

 

 

 

 

Me marcho a un lugar paradisíaco

 

             Vacaciones sin móviles.

 

Crece el número de restaurantes, hoteles y propuestas de viajes que no admiten teléfonos ni tabletas.

                      TUNEZ  40

 

 

Enrique  Sancho

Hace algún tiempo pensé escribir un artículo titulado “Odio los móviles”, que finalmente no hice, matizando que, en realidad, lo que odiaba era su uso abusivo por muchos, sin respeto a los vecinos en trenes, restaurantes, reuniones, etc. Años después el asunto ha ido a peor, mucho peor. La proliferación de redes sociales y la dependencia de ellas, el WhatsApp y otros sistemas que facilitan la comunicación a través de los aparatos hace que millones de personas estén absolutamente secuestrados por sus móviles y que de alguna forma, el móvil haya sustituido a la educación.

Cada día vemos gente que lee o escribe en su aparato mientras se comparte, por ejemplo, un ascensor, ese lugar donde antes se intercambiaban apasionantes opiniones sobre el tiempo. El otro día coincidí con un joven vecino que ni siquiera preguntó a qué piso iba, enfrascado en responder uno de sus “urgentes” mensajes; no me pude reprimir y abrí el periódico que llevaba bajo el brazo y me puse a leerlo frente a él, creo que se dio cuenta porque se guardó el teléfono en el bolsillo y yo cerré el diario. Hace poco, paseando por Viena y junto a un romántico café, observé a una joven pareja que escribía cada uno en su móvil sin mirarse ni un instante a los ojos. Pensé que tal vez se estaban enviando mensajes entre ellos, pero no creo…

 

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Soy muy aficionado a la música y casi todas las semanas voy al Auditorio Nacional y pese a que antes de comenzar el concierto advierten que se apaguen los teléfonos móviles, siempre hay alguien –siempre– que enciende la pantallita con la sala a oscuras para leer un mensaje… y deslumbrar al vecino. Ya es habitual, también, que cuando un grupo llega a un restaurante, lo primero, en lugar de pedir el menú o la carta de vinos, sea solicitar las claves del wi-fi y, por supuesto, pasarse la mitad de la cena más pendiente del móvil y sus mensajes que disfrutando del lugar, la compañía y la comida. No es raro interrumpir una conversación en persona para atender un mensaje de WhatsApp. El otro día vi un letrero en un bar de Chamberí (La Esmeralda, Glorieta de Iglesia, con las mejores patatas bravas de Madrid) que decía: “No tenemos wi-fi. Hablen entre ustedes. Es gratis”.

Nada de besito de buenas noches. El 75% de los usuarios de móviles, el último gesto que hacen antes de dormirse es mirar la pantalla a ver si hay algún mensaje… y lo primero al despertarse. Sin embargo, los expertos (Universidad de Gotemburgo) aseguran que el abuso del móvil y el ordenador, puede crear problemas con el sueño, estrés y síntomas de depresión. Incluso se ha definido una nueva enfermedad, la Nomofobia (“no-mobile-phone phobia”), o miedo a no llevar el teléfono encima. Quienes la padecen (más de la mitad de los usuarios de móviles) suelen tener falta de seguridad en sí mismos y baja autoestima. Además, los smartphones pueden provocar nuevas patologías como problemas en el pulgar y dolores cervicales. Sin hablar de los accidentes, atropellos y tropezones que sufren quienes lo utilizan andando. También se ha definido otra enfermedad o actitud, el “phubbing”, que consiste en prestar más atención al móvil que a quien tienes delante.

España tiene el dudoso mérito de tener el porcentaje más alto de móviles por habitante de todo el mundo. Hay más de 50 millones de aparatitos circulando, varios millones más que habitantes, incluyendo ancianos y bebés. Millones de personas perdidas en una maraña de mensajes, correos electrónicos, me gustas de Facebook o Instagram y retuiteos varios. La estadística indica que se consulta la dichosa pantallita hasta 150 veces cada día, una vez cada cinco minutos, incluyendo el tiempo de comidas, trabajo, descanso en casa y hasta el momento de la ducha. Si se dedica solo 2 minutos a leer y responder mensajes “trascendentales” o llamadas se llega a la conclusión de que el móvil ocupa cinco horas de nuestra vida, cada día. En una vida útil de 60 años de móvil, saldrían 109.500 horas de nuestra vida dedicadas al aparato: más de 12 años completos, 24 horas al día, dedicados al móvil. ¿Merece la pena, no hay nada mejor que hacer en ese tiempo?

A veces los propios móviles ofrecen la tecnología… para no usarlos. Los que estén muy enganchados a las redes, pueden descargarse Anti-Social en su ordenador o teléfono y evitar la tentación de entrar en Facebook o Twitter constantemente. También se puede decidir cuanto tiempo se quiere estar desenganchado. La app Digital Detox, sólo apta para Android, permite seleccionar el tiempo que se quiera estar “No Disponible”. El proceso es irreversible y sólo permite durante ese tiempo hacer llamadas de emergencia.

 

 

Atardecer sin móvil  60

Vacaciones desconectados

En el mundo del turismo se han empezado a tomar medidas para que los aparatos electrónicos no invadan los espacios dedicados al descanso, el disfrute del viaje, la buena gastronomía… Se propone, en el fondo, practicar un “deporte de alto riesgo” que no consiste en escalar el monte más alto de la región o tirarse por una cascada salpicada de rocas. La auténtica actividad de riesgo pasa por vivir sin su dispositivo electrónico favorito como hacían antes de que se inventaran. Empresas como la balear Desintoxicación Digital, trata de que sus clientes abandonen el hábito de estar todo el día mirando el móvil por lo menos durante el fin de semana a través del contacto directo con la naturaleza.