Miguel Ángel Sacalagua: Precariedad en todos los sentidos

Miguel Ángel Sacaluga, Vicepresidente del Club Internacional de Prensa, interviene en la mesa de debate «Cambios y tendencias en la profesión periodística y corresponsalías 2013-2015 e imagen exterior de España», durante el Encuentro de Corresponsales ENACPEN 2, celebrado el 8 de octubre de 2015 en IE Business School, Madrid

El título de esta mesa redonda es cambios y tendencias en la profesión periodística, corresponsales. A mí, en función del tiempo que tenemos para las intervenciones, sí me gustaría centrarme en un aspecto muy concreto que es ¿cuál ha sido la evolución de la profesión periodística?, que yo resumiría en un término que es la precariedad. Precariedad en todos los sentidos. Precariedad laboral, pero también precariedad a la hora de poder ejercer con independencia esta profesión. Es la principal característica que yo creo que nos ha conducido esto años de crisis que han facilitado que cada vez más haya un abismo entre lo que es el periodista con el propio medio de comunicación, cuando hace unos tiempos había una cierta complicidad entre el medio y el profesional del periodismo, el periodista. Ahora no. Lo apuntaba Elsa antes. Cada vez, los responsables de los medios son más gestores, más editores, y los periodistas cada vez estamos más distanciados de lo que es la propiedad de los medios de comunicación. Han habido, en estos años, dos cuestiones que han influido en la profesión que son la crisis económica y la evolución tecnológica. Uno y otro han llevado a dar argumentos al poder político, al poder económico y al poder en torno a los medios de comunicación, que muchas veces se confunde con el poder económico y con el poder político, para que la consecuencia sea esa precarización de la que hablábamos.

Si tomamos como referencia y distinguimos entre medios públicos y medios privados y luego todos aquellos que han surgido a la luz de la evolución tecnológica, nos encontramos que el resultado es exactamente el mismo. En los medios públicos—yo trabajo en un medio público, TVE, —siempre ha habido una primacía del control político sobre los contenidos informativos. Había un condicionamiento, hay un condicionamiento permanente, sobre la capacidad que tienen los profesionales para expresarse con independencia. La crisis económica lo que ha venido es a agravar este asunto, es decir, ya no es solamente un control político. El político no solamente ejerce un control directamente a la hora de los nombramientos de los responsables y de condicionar las informaciones, sino que, además, hay una presión añadida que es la presión económica, que, en función de esa presión económica, permite, o no, asfixiar a un medio.

Tenemos ejemplos que todos conocemos. Podemos hablar de televisiones autonómicas que han tenido que cerrar, algunas de una manera abrupta, como es el caso de la Televisión Valenciana, otras de una manera, no voy a decir sutil, porque tampoco es que sea sutil, pero sí se ha expulsado prácticamente al 90% de la plantilla y solamente queda un reducto dentro de Telemadrid. Hay otras que simplemente subsisten o sobreviven pero con un condicionamiento económico, con un control económico, que es un control político, que impide que se pueda ejercer el periodismo en unas condiciones profesionales admisibles.

¿Qué es lo que está pasando en los medios privados? No es muy distinto. En los medios privados se está produciendo, como consecuencia de la crisis y como consecuencia de la evolución tecnológica, una concentración de medios. Se dan situaciones que no son distintas de las que se pueden dar en otros países pero sí es verdad que en nuestro entorno contamos con una legislación que no es muy propicia a que exista, a que se fomente el pluralismo en los medios. Por poner un ejemplo, las leyes antitrust, que puede tener un país como Alemania, establece una serie de condiciones para que esa concentración de medios no concentre también gran parte de las opiniones de las líneas editoriales en unas ideologías que no siempre son unas ideologías políticas, a veces son ideologías económicas o de intereses económicos de los grandes grupos que están siempre vinculados a lo que antes llamábamos poderes fácticos y que ahora llamamos el mercado.

En España tenemos una legislación en la que, para que os hagáis una idea, a la hora en que se puedan fusionar empresas y a la hora de impedir, precisamente las situaciones de dominio, permite que se puedan fusionar en el caso de las televisiones—pero hoy por hoy las televisiones forman parte de los grupos mediáticos y son las cabeceras de los grupos mediáticos—siempre y cuando no tengan más allá de un 27% del mercado en el momento de la fusión. Esto quiere decir que tú, el día anterior puedes tener un 30%, el día de la fusión consigues un 27% del mercado y, al día siguiente te puedes disparar al 50%-60%-70% del mercado, que es lo que ha ocurrido, si os fijáis, tanto Mediaset como Atresmedia, que son los grandes grupos de comunicación audiovisual, algunos de ellos con medios escritos también, con posiciones en internet; ahora mismo tienen un 80% del mercado, por lo tanto, existe un oligopolio. ¿Esto a qué nos lleva? Esto nos lleva a la precarización periodística. ¿Por qué? Porque, evidentemente, los propietarios de estas empresas ejercen el control e impiden que determinadas líneas editoriales tengan salida y, por tanto, determinadas informaciones puedan explicarse en función de una realidad y no de unos intereses empresariales.

Vivimos, también, una especie de espejismo de pluralismo. Si cogemos y visionamos algunas de las cadenas que hay en España vemos que, curiosamente, los grupos mediáticos hacen una oferta que aparentemente puede parecer plural pero que a la hora de la realidad no lo es. Lo que se está buscando son nichos económicos, nichos de mercado. Es una apariencia. Yo quiero buscar un nicho de mercado. Casi todas las cadenas vemos que tienen, por ejemplo, Mediaset tiene Cuatro y tiene Telecinco, una de ellas con una tendencia supuestamente más progresista, otra de una tendencia más conservadora y Antena tres tiene Antena tres y la Sexta que puede parecer que son ofertas distintas porque lo que se está buscando realmente es un nicho de mercado, un nicho de publicidad, pero, a la hora de la verdad, cuando se buscan determinados objetivos vemos que esas líneas editoriales confluyen.

¿Cuál es la repercusión que eso tiene en el periodista? Un condicionamiento bestial que lleva a que muchas de estas empresas, hoy por hoy, estén contratando periodistas a la hora o al día. Vemos que muchas cadenas tienen a periodistas a los que el día anterior les llaman por teléfono y les dicen «oye, vente a casa y hazme dos o tres días o un fin de semana». Y en esa situación permanecen durante meses, durante años. Esto lleva, lógicamente, a una precarización y un condicionamiento de «yo te llamo a ti cada día si tú me vas a hacer el producto que yo te pido». Por lo tanto, el panorama no puede ser peor.

Y luego, y con esto ya termino, lo que podría ser esa alternativa, que vendría dada por internet, por la posibilidad de que salgan otros medios digitales que permitan un cierto aire fresco al periodismo, nos encontramos con que la situación es de precariedad. Recuerdo haber hablado con algún responsable de uno de estos periódicos digitales, que me decía: «Miguel Ángel, yo no tengo dinero para poder sostener esta experiencia. No tengo dinero. He tenido que recurrir al poder político para que sean los ayuntamientos del poder político aquellos que me metan publicidad; si no me meten publicidad, yo soy incapaz.» Por tanto, lo que aparece como una posibilidad de reforzar la independencia como pueden ser los medios digitales en internet, a la hora de la verdad, una de dos o se es irrelevante o uno queda sometido al poder que a veces es económico, a veces es político, pero que todo eso redunda en la independencia profesional, en la precariedad del profesional y en la reflexión final de que el horizonte para esta profesión periodística es bastante oscuro.