Nemesio Rodríguez, autor de “El periodismo ante el desafío mediático terrorista del Estado Islámico”,
interviene en la mesa “Estrategias de comunicación en la guerra global yihadista”
en el Encuentro de Corresponsales ENACPEN 2, celebrado el 8 de octubre de 2015 en IE Business School (Madrid)
«El tema de esta presentación refleja uno de los grandes retos que hemos afrontado los periodistas y los medios desde siempre, que es el tratamiento informativo del terrorismo. El debate es ahora más que oportuno y diría que necesario, ya que nunca se ha planteado de una manera tan exigente como en el momento en que Abu Bark al-Baghdadi se proclama califa en julio de 2014 al frente de un grupo terrorista yihadista que se hace llamar estado islámico de Iraq y Siria. A la hora de abordar la comunicación, este grupo aprovecha la capacidad ilimitada de difusión de las redes para dar a conocer su estrategia de propaganda con dos objetivos principales: Crear un clima de terror en las zonas ocupadas, y, sobre todo, en occidente, y captar nuevos militantes en occidente para forzar que las sociedades occidentales comiencen a ver el Islam con odio y con repulsión de una forma generalizada, al Islam, a los musulmanes y al islamismo.
La mayor vía de captación son las redes sociales que otorgan al DAESH—es el acrónimo en árabe del grupo, luego hablaré de la importancia de llamarle DAES—una difusión de sus actividades muy superior que la que tuvieron los grupos terroristas antes de la implantación global de Internet. El éxito de esta gran captación es evidente, ya que se calcula que entre quince mil a veinte mil personas, dos mil o tres mil de ellas de naciones occidentales, se han unido a sus filas. Estas cifras, como podris imaginar, son muy volátiles—el otro día escuché decir a un alto representante ruso que habían dos mil combatientes rusos en las filas del DAESH. Son cifras, arriba y abajo, que se pueden entender como razonables, dado que coinciden con la mayoría de las fuentes.
Se puede afirmar que Internet es el oxígeno que alimenta a los yihadistas de Bark al-Baghdadi. Al menos han hecho una fortísima difusión en los momentos iniciales cuando protagonizaron la atención internacional, atención que ahora se hatrasladado hacia los ataques lanzados por la coalición que lidera EE.UU., y en estas semanas, por Rusia, aliado del régimen del presidente Bashar al-Assad aunque las informaciones que nos llegan es que los rusos, no sólo bombardean, o bombardean poco al Daesh, y bombardean más a los grupos hostiles al presidente sirio.
¿Cómo funciona el aparato de propaganda de DAESH? En primer lugar, hay que destacar que los que trabajan en este aparato de propaganda son especialistas muy profesionales que conocen muy bien el funcionamiento de los medios de comunicación occidentales, sobre todo, el morboso atractivo por el espectáculo que, en mi opinión, está creciendo, está avanzando, en nuestros medios de comunicación y que ya no es un elemento de la comunicación exclusivo de las cadenas de televisión. Twitter, Facebook, Youtube, Instagram, Videopress, Whatsapp y otras plataformas y redes son manejadas con suma profesionalidad por los yihadistas.
Vídeos informativos de alta resolución en varios idiomas, videojuegos de combates que adaptan a sus fines propagandísticos, fotografías, revistas, películas con una producción al estilo hollywoodiano que incluyen el uso de drones para la toma de imágenes. Mensajes tanto de este grupo como de sus afines circulan constantemente por la red de forma instantánea mostrando decapitaciones, mutilaciones, amputaciones de manos a los ladrones, desfiles de militares en las zonas ocupadas, arengas del califa, momentos de oración de los milicianos, distribución de alimentos a los más necesitados, campañas de vacunación, imágenes idílicas de milicianos columpiando a niños en un parque… En definitiva, mezclan imágenes de extrema brutalidad para presentarse como el grupo más sanguinario del universo yihadista, con imágenes que tratan de presentar una vida ideal en las zonas que tienen ocupadas.
En su campaña de propaganda, DAESH se aprovecha de la falta de periodistas occidentales en la zona para ofrecer una visión totalmente partidista de sus actividades, presentando una imagen de éxito para los nuevos reclutas. Obviamente, ningún medio quiere arriesgar la vida de sus periodistas ante la oleada de secuestros y asesinatos en la zona. Por cierto, los secuestros, según fuentes de inteligencia estadounidense, generan veinticinco millones de dólares para los yihadistas del califato. El apagón informativo del califato, permite al DAESH presentar, como decía, una versión partidista de lo que está ocurriendo en su territorio, y es una de las claves de su crecimiento.
Su pilar informativo es Al-Hayāt Media Centre que funciona como cualquier agencia de noticias multimedia. Además de vídeos y películas, Al-Hayāt produce contenidos en audio en varios idiomas y la revista en inglés Dabiq en formato PDF. Su red social para adoctrinar y difundir propaganda es Twitter. Un informe de los investigadores estadounidenses J.M. Berger y Jonathan Morgan para la Brookings Institution calcula que el censo de tuiteros de DAESH, en diciembre de 2014, estaba formado por, al menos, 46.000 mil fieles—un 70% de los cuales, tenían alrededor de quinientos seguidores. Hay, también, algunos tuiteros muy activos en el apoyo al DAESH que cuentan con decenas de miles de seguidores. Tres de cada cuatro tuiteros escribe sus mensajes en árabe y uno de cada cinco utiliza el inglés. Hasta finales de 2014, Twitter había desactivado—Twitter, después de un momento de consentimiento, pasó a ser un poco más estricto- había desactivado más de un millar de cuentas vinculadas al que también llamamos Estado Islámico (EI) en español e ISIS (Islamic State of Iraq and Syria), por sus siglas en inglés.
El desafío mediático del DAESH
El anterior es un perfil de la maquinaria informativa del grupo. Ahora, ¿cómo hemos afrontado el desafío mediático del DAESH? Hay que decir que los medios, los periodistas, tardamos un tiempo en saber qué era eso del Califato y el Estado Eslámico, que nos sonaba un poquito a cosas exóticas de Oriente, de dónde procedían, quién estaba detrás, quién los financiaba. Mientras nosotros buscábamos esa información, DAESH ponía en marcha su maquinaria de propaganda. En mi opinión, no supimos responder apropiadamente a este desafío, entre otras cosas porque los medios y los periodistas nunca nos planteamos que el EI nos lanzaba un reto. Sin embargo, ellos sí sabían perfectamente lo que estaban haciendo, principalmente porque nos conocían. Conocían cómo funcionan en la actualidad los medios, cuáles son su puntos débiles, qué estrategias hay que imponer para conseguir el mayor eco. También conocían cómo se manejan los usuarios en las redes y cómo hay que llegar a ellos con fotografías de impacto, vídeos con guiones cinematográficos, mensajes digitales atractivos y agresivos. En definitiva, conocían que hoy, casi todo se está transformando en un espectáculo y los medios estamos dispuestos a «comprarlo», entre comillas, y difundirlo. Es a partir de ese conocimiento que el EI nos va ganando capítulo a capítulo el desafío mediático que mencionaba en mi artículo. Perdemos, también, en el manejo del lenguaje.
Yo creo que los medios, históricamente, siempre hemos cedido mucho en el manejo del idioma de los grupos terroristas. Caemos en trampas. La primera es por qué aceptamos, desde el principio, la impostura de llamar estado islámico a algo que no es un estado y que no representa al Islam como pretenden. Nos resistimos a definirlo como grupo terrorista del estado islámico. La forma en cómo lo hemos nombrado ilustra este problema: EI, ISIS, ISIL, grupo yihadista estado islámico, milicianos extremistas, organización terrorista yihadista, fuerzas armadas del estado islámico, fundamentalistas, el grupo islámico, los activistas del grupo islámico radical, los terroristas del autodenominado grupo extremista estado islámico, el autodenominado grupo extremista estado islámico…
El gobierno francés y EE. UU., últimamente, insisten en llamarle DAESH y no estado para no legitimar su reivindicación de que son un grupo terrorista, y no un estado. Sólo muy pocos periodistas recurrimos a DAESH. La inmensa mayoría lo ha simplificado, y los medios también, como Estado Iislámico a secas. Este nombre, DAESH, que es el que utilizan la mayoría de los países árabes, no le gusta mucho al califa y a sus seguidores porque—según he leído, yo no soy un experto en el idioma árabe—DAESH suena igual que términos que significan «el que aplasta bajo sus pies» o «el que siembra la discordia». También se están utilizando, como decíamos antes, las siglas en inglés ISIS, por Estado Islámico en Iraq y el Shan, el Shan referido a la gran Siria; e igualmente, ISIL, por Estado Islámico de Iraq y el Levante. Yo creo que perdimos, hemos perdido, al menos inicialmente, en el manejo informativo de lo que el EI trataba de que publicáramos y difundiéramos.
Y, una de las razones, en mi opinión, de por qué hemos perdido es por la obsesión por el click que tienta diariamente a los medios, ese objetivo de tener el máximo número de clicks y sabemos cómo se obtienen el máximo número de clicks en muchas ocasiones. Es decir, con las noticias espectaculares, sensacionalistas o curiosas. Y hemos abandonado, también, uno de los elementos básicos de nuestro trabajo como es la verificación, el contraste de los hechos y la aplicación de los códigos éticos que tenemos. El EI se ha aprovechado de nuestra falta de rigor, además, en el marco de su estrategia, secuestró y mató a periodistas para advertirnos de que informar sobre ellos y sus actividades en la zona que controlaban era un riesgo de muerte. La consecuencia, como decía antes, es que un manto de silencio informativo cubrió la zona y el DAESH logró imponernos su versión de los hechos.
¿Qué debemos hacer para frenar este desafío mediático?
Este es un debate abierto y que está en la esencia misma del periodismo. De la experiencia informativa que estamos teniendo con este grupo terrorista, se puede, extraer algunas conclusiones para afrontar su desafío: la primera, la cautela; el buen juicio, yo creo que el buen juicio se está perdiendo en el periodismo; el respeto de la dignidad de las víctimas y la intimidad de sus familiares—el respeto a la dignidad de las víctimas es no repetir en bucle el momento en que un terrorista remata en el suelo a un policía, eso es favorecer la causa del terrorista y dejar en una situación de humillación a la víctima—; contextualizar las informaciones; distinguir entre información y propaganda para que prevalezca la primera, porque, en definitiva no debemos olvidar que lo que difunde el EI no es información, es propaganda—si partimos de esa base, podemos enfocar con mayor juicio las informaciones—; contrastar para evitar imágenes trucadas o noticias falsas, que también las difunden, no son nuevos en eso; imponer la información de interés público al espectáculo.
En este orden de cosas, termino con una de las noticias que más me sorprendió en el enfoque periodístico de DAESH. Ocurrió en 2014, cuando la revista Forbes colocó al autoproclamado califa del Estado Ilámico en el grupo de los poderosos del mundo. Una lista que encabezaba Vladimir Putin, y en la que estaban entre otros, el Papa, Barak Obama y Angela Merkel. Y lo más asombroso era el argumento. «En un período de tiempo», decía Forbes, «extraordinariamente corto, los combatientes del ISIS de al-Baghdadi se han apoderado de importantes porciones del este de Siria y el oeste de Iraq, han llamado la atención del planeta con una serie de decapitaciones bárbaras y conseguido cantidades, no despreciables, de dinero en efectivo, en una parte a través de las ventas de petróleo en el mercado, por un millón de dólares diarios. Ha logrado nuestra atención, y también la de las personas en lo más alto de esta lista». No creo que este tipo de reconocimiento ayude a colocar a DAESH y a su líder en el lugar adecuado que le corresponde en la historia, el de uno de los grupos terroristas más sanguinarios que hemos conocido. Muchas gracias».