CAFÉS PARA PENSAR

«Un café es un club democrático» (Stefan Zweig)

Por Jairo Máximo

9788437628721

MADRID — (Blogdopícaro) — Cuando en el verano pasado corrió la voz del cierre del madrileño Café Comercial, al momento el escaparate del local se transformó en un libro abierto de condolencias destinado a los parroquianos que quisiera plasmar allí sus sentimientos. Verba volant, scripta manent.

3«Se cierra otro emblema de Madrid / Dolor e impotencia / Vergüenza / La historia no se puede borrar / ¿Qué sería de Madrid del siglo XX sin este café y sus tertulianos? / Mi primera cita de amor fue aquí / A nuestro camarero de siempre, muchos besos / No queremos ningún Burguer aquí / Placa municipal del futuro para el Café Comercial: Aquí estuvo desde 1887 a 2015 el Café Comercial histórico lugar de encuentro y tertulia de la vida de Madrid que fue despreciado por quienes tuvieron la honrosa responsabilidad de protegerlo como parte indiscutible de nuestro patrimonio histórico-cultural. Ayuntamiento de Madrid».

img001Tras ese rosario de póstumas palabras decidí leer el libro Los cafés históricos, escrito por Antonio Bonet Correa, catedrático, historiador y académico. El objetivo era conocer la apasionante historia de los cafés más importantes del mundo y, de paso, de los distintos movimientos sociales, artísticos, literarios, políticos y arquitectónicos —que transitaron y aun transitan por estos establecimientos—, desde el siglo XV hasta nuestros días.

 «El tema del café tiene una importancia fundamental. Un café es un lugar de reunión y de encuentro, de conversación e intercambio social. Un espacio público y ciudadano», sostiene el autor.

Los cafés históricos, empieza con el discurso de recepción que el catedrático pronunció en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el día 13 de diciembre de 1987, titulado Los cafés históricos, centrado en los cafés históricos en España.

El antiquísimo Café de Fornos, teatro de numerosas tertulias, entre ellas la de Vital Aza, en una fotografía del año 1908. Hoy en día está ocupado por un Starbucks.
El antiquísimo Café de Fornos, teatro de numerosas tertulias, entre ellas la de Vital Aza, en una fotografía del año 1908. Hoy en día está ocupado por un Starbucks.

«Cafés históricos, llenos de resonancias del pasado. Históricos por haber adquirido con el tiempo tal categoría. También históricos por haber desaparecido en su casi, por no decir completa, totalidad. El español, que en principio puede ser retardatario, nunca es conservador. De los primitivos y antiguos cafés sólo se guarda el nostálgico recuerdo literario y alguna que otra rara imagen gráfica, un cuadro al óleo, un grabado o una fotografía amarillenta. Para el estudioso de los cafés sólo los escasos autores de Memorias, de almanaques, de las guías de ciudades y los libros de viajes proporcionan las noticias necesarias. Sin embargo, historia y café caminan juntos. Igual en España que en toda Europa. La Edad Contemporánea no se entiende sin la existencia de los cafés. La Revolución Francesa y sus secuelas encontraron su campo de acción en los cafés. En el siglo XIX el liberalismo y los conspiradores en España, los carbonarios italianos, los combatientes de la libertad en Grecia, los escritores románticos, o los pintores impresionistas no se explican sin sus cenáculos y reuniones en estos locales públicos. Tampoco los movimientos literarios o las revoluciones estéticas finiseculares como el modernismo y las vanguardias artísticas que en los cafés encontraban un camino para manifestarse y formar capillas de fieles adeptos a un ideal o tendencia».

REPASO UNIVERSAL

img002Después de aquél histórico discurso, Antonio Bonet Correa (A Coruña, 1925), que tiene más de un centenar de obras publicadas que son una referencia en la Historia del Arte y en las Humanidades en general, continuó investigando sobre la historia de los cafés –españoles e internacionales– hasta publicar en 2012 el libro Los cafés históricos (Editorial Cátedra). Simultáneamente, ejercía la función de director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Llegado el verano de 2015, me encontré con el autor, y le dije que estaba leyendo, con sumo interés, el libro Los cafés históricos que él me había regalado en 2012.

«Es un libro autobiográfico. Es parte de mi existencia. Tardé más de cinco años en concluirlo. Lo di por finalizado por insistencia de mi editor. Incluso cuando lo di por concluido estaba escribiendo sobre los cafés de los anarquistas en Barcelona», dijo el catedrático.

Al concluir la lectura de la obra, me reencontré con Antonio Bonet Correa, y su compañera Monique, en una céntrica plaza madrileña. Les felicité por la portentosa obra, magníficamente ilustrado con reproducciones de fotografías, dibujos, lienzos, grabados, cubiertas de libros, carteles publicitarios, cartas del menú, servilletas y otros muchos documentos gráficos. Asimismo, les dije que consideraba que Los cafés históricos era «un regalo para el futuro; abundante en historias, ideas y pensamientos”. Sonriendo, él me contestó: «Es una obra muy erudita».

En la esclarecedora nota del autor, que abre Los cafés históricos, Bonet Correa escribe: «En la parte primera de este libro se reproduce íntegramente el texto de mi Discurso de recepción en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, el domingo 13 diciembre de 1987. A esta oración académica se añaden, el presente volumen, las partes II [Apostillas al discurso académico], III [Otros aspectos de los cafés] y IV [Antología poética y bibliografías sobre los cafés], en las cuales elevo, a un plano más universal, mi investigación sobre el tema. La elaboración de las apostillas que ahora se publican ha sido lenta y minuciosa a lo largo de estos últimos años. He de confesar que sin la constante e inteligente colaboración de mi mujer, Monique Planes, no habría podido realizarse».

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He aquí un aperitivo de fragmentos de Los cafés históricos.

«Varias son las historias legendarias acerca del descubrimiento u origen del café. La leyenda más común es la del pastor del Yemen que observó las consecuencias que se producían en su rebaño cuando las cabras comían en unos árboles una frutilla de color violáceo. Durante la noche no dormían y balaban excitadamente. (…) Esta historia, como otras más o menos similares, engendra una leyenda religiosa referida por un hadith del Profeta. A Mahoma, que sufría una gran somnolencia, Alá por medio del ángel Gabriel le envió una bebida que era «calentísima, negra como la sagrada Kaaba, amarga como el mirto». Esta poción no sólo le reconfortó sino que «le devolvió la fuerza viril».

«El primer café de Europa, al igual que el primer museo público, se abrió en Oxford en 1650. (…) Su influencia fue grande en la literatura y el periodismo de la época. En Francia el café, con la Ilustración, adquirió un auge extraordinario. Los cafés han ido desapareciendo, como fue el caso del célebre Malibrán, pero todavía se conserva en París, en muy buen estado, el Procope, fundado por el siciliano Procopio di Coltello en 1702».

«En Roma el Café Greco, en la via Condotti, se ha calificado de «umbiculus urbi». Punto de referencia, de encuentro en la ciudad, ha sido un lugar frecuentado por poetas, escritores y artistas. También por reyes e incluso por futuros papas. Goethe, Schopenhauer, Andersen, Lord Byron, Shelley,  Chateaubriand, Stendhal, Leopardi, Henry James, Mark Twain, Gabriel d’Annunzio, Ingres, Corot, los pintores nazarenos, Thorvaldsen, Rossini, Berlioz, Listz, Gounod, Wagner, Toscanini, y tantos otros fueron asiduos clientes».

1«En Italia, donde aún se conservan interesantes cafés históricos (…), tenemos el café más hermoso y completo de los históricos, el café de los cafés por antonomasia, el Café Pedrocchi de Padua. Sobre el solar de un viejo café del siglo XVIII, su propietario Antonio Pedrocchi hizo levantar, en 1816, al arquitecto Giuseppe Jappelli el bellísimo edificio neoclásico —recuerda en pequeño al museo del Prado—  que todavía hoy se conserva en toda su integridad».

«En marzo de 1985, se celebró en el Pedrocchi el Congreso Internacional La civilttà del caffè, en el que estudiosos europeos demostraron cuán importantes habían sido para la política, la cultura, el arte y la literatura de Occidente «estas máquinas o estructuras abiertas puestas al servicio de la ciudad y la comunidad desde el siglo XVIII hasta el siglo XX».

«Desde hace años he visto desaparecer, uno a uno, una larga lista de viejos cafés históricos. En Madrid, Pombo, el Varela y el Teide. En Barcelona, el Canaletas. En Santiago de Compostela, el Español, En Lugo, el Méndez Núñez, y en Murcia, el Santos. Podría enumerar muchos más. Los españoles siempre estamos a la última. En materia de desprecio y destrucción de nuestro patrimonio cultural nadie nos gana».

Mujeres en una terraza de café, hacia 1925 (Francia).
Mujeres en una terraza de café, hacia 1925 (Francia).

«Sin duda la Edad de Oro del café en España fue la de los años de Restauración y de Regencia de María Cristina durante el último tercio del siglo XIX y los primeros años del siglo XX. Entonces los lujosos, cómodos y fastuosos cafés de Madrid, Barcelona y demás provincias conocieron momentos estelares. Frecuentados por políticos, funcionarios, aristócratas, toreros, cómicos, escritores, los cafés de los centros urbanos eran lugares de cenáculos y tertulias de todo género».

img003«Es un hecho evidente. Los jóvenes han redescubierto los viejos cafés. Muchos viejos establecimientos han sido remozados. (…) El café y el bar, al igual que en el pasado, son el mejor índice de lo que es la sociedad que nos rodea. Café pionero de esta nueva etapa es el Comercial, en la Glorieta de Bilbao, esquina con la calle de Fuencarral. El chaflán, con una gran acera delante, este café de extenso mostrador en ángulo, salas de columnas y pilares con capiteles y un piso superior para jugadores de dominó, conserva aún el aire de los años 20, cuando era frecuentado por ilustres periodistas. (…) En los años 70, el Comercial comenzó a ser punto de cita y reunión de jóvenes inconformistas y rebeldes. Lo que más tarde se ha llamado la movida se inició entre la acera y el interior del Comercial, atestado de estudiantes y adolescentes opuestos a las normas al uso».

«Sin la existencia de los cafés, no se puede comprender el espíritu europeo, la libertad y la democracia, el intercambio de ideas y corrientes diferentes tanto en el terreno de lo político, como en lo literario y lo artístico».

«Para un experto en cafés no es lo mismo un café histórico y célebre, que ha sido frecuentado por ilustres y famosos escritores y artistas o personajes del pasado, que un sencillo cafetín de barrio, impregnado por la pátina del tiempo y la huella de anónimos y humildes usuarios. Ambos pertenecen, sin embargo, al mismo mundo legendario del café y encierran la inconfundible y cálida atmósfera de lo humano».2

«Los cafés, en tanto que lugares de reunión de ciudadanos libres y de diferentes clases sociales e ideologías, siempre despertaron inquietud a las autoridades. Repetidas veces éstas estuvieron tentadas de cerrarlos por decreto, fuese ya en Italia o en Inglaterra».

«Si se estudian históricamente los cafés parisinos, se pueden seguir a través de ellos los lugares donde se produjeron los grandes movimientos estéticos y literarios que cambiaron la cultura contemporánea. Los cafés de París, que van de Montmartre hasta Montparmasse, pasando por la rive gauche a Saint-Germain-des-Prés, marcan el nacimiento de movimientos tan trascendentales para el mundo moderno como la Ilustración y el Romanticismo, el Realismo y el Simbolismo, el Impresionismo, el Cubismo, el Surrealismo o el Existencialismo. En la actualidad el visitar los cafés adscritos a estas formas artísticas es hacer una peregrinación a las fuentes mismas de la modernidad.»

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Henri Gervex, Escena de café (1877), Detroit Institute of Arts (Francia).

«En la cúspide del café está el propietario, el amo o el patrón, alma y vida del negocio, el dueño, fundador y sostenedor del establecimiento. (…) El camarero, personal fijo de servicio y en contacto directo con el público, fue, y sigue siendo, el verdadero oficiante y acólito del establecimiento».

«Voltaire era un gran consumidor de café, incluso sobre él se dijo que «la claridad admirable que se observa en sus obras se debía a la gran cantidad de café que tomaba».

«Steiner tenía razón al sostener que donde cesan los cafés se desvanece Europa y mientras haya cafés la idea de Europa continuará teniendo sentido»

«Ramón Gómez de la Serna, evocando la salvadera, el primitivo cronómetro de Saturno colocado sobre el velador, concluye que en ningún otro lugar que «en un café se siente la lámpara viva del tiempo y el sabio reloj de arena está en cada mesa». ●

Anónimo, El camarero de Navidad, Ediciones Antalbe.
Anónimo, El camarero de Navidad, Ediciones Antalbe.

Lea entrevista con Antonio Bonet Correa publicada en 2009 en la Revista El Siglo de Europa.